Hola, ¿tienes un minuto para hablar sobre una nueva forma de hacer política?

Viernes, 23 Febrero 2018 09:43
Escrito por

Es posible creer en estos días que cada ciudadano tendrá por lo menos un volante de publicidad política al finalizar el día. Me puse de lado de quienes la entregan. Así fue mi experiencia.

Evento político en el parque conocido como 'Cuatro Parques', en Chapinero, Bogotá. Crédito fotografía: cortesía de Carlos Guevara||| Evento político en el parque conocido como 'Cuatro Parques', en Chapinero, Bogotá. Crédito fotografía: cortesía de Carlos Guevara||| |||
2362

En estos últimos días han empezado a aparecer sujetos desconocidos en la pantalla de mi televisor, del computador y en la del celular. Ellos siempre van acompañados de colores y una equis que se hace espacio sobre un número determinado. De repente se refleja el rojo y se lee: “Edinson Delgado Ruiz. Senado#8. Partido Liberal”. Personajes renombrados aparecen otra vez: “Mockus#1. Senado. Alianza Verde”. Entonces los cortes comerciales, las redes sociales y las calles de la ciudad se vuelven escenarios en los cuales estos anuncios son más comunes e insistentes.

En épocas de elecciones los nombres desconocidos y los reconocidos pelean entre sí con la publicidad de un escudo, un color y un número. Contratan personal, convocan voluntariados, regalan mercados y hacen campañas en las calles. Ello, con tal de repartir la imagen del tarjetón electoral marcado en la casilla conveniente.

Decidí entonces unirme a alguna de estas campañas. Sonreír, decir que la vida será perfecta si se elige determinado nombre y número, y, posteriormente, hacer que la publicidad en mis manos desapareciera. Por un día pretendí ser militante de un partido para lograr curules en el Congreso. Hice algunas llamadas y me notifiqué para colaborar en un evento. Se iban a recrear actividades lúdicas, otorgar un refrigerio y finalmente, organizar una charla con los dos candidatos al Senado y a la Cámara. Las pancartas eran azules y mis tarjetas a entregar se titulaban con la palabra MIRA.

El día iba por la mitad de su recorrido y yo apenas empezaba el mío. El sol ardía, iluminaba el tráfico en la Avenida Caracas. Salíamos del Centro de la ciudad hacia la calle 42 con carrera Octava, un lugar conocido como 'Cuatro Parques'. Me dirigía en Uber al evento en cuestión. Una compañera de la Universidad del Rosario, quien sí es militante, iba conmigo en el mismo vehículo. Durante el camino se podía oír una entrevista en la W Radio con otro nombre reconocido en medio de publicidad presidencial: Gustavo Petro. Otro nombre a la venta.

El punto de encuentro era una cancha de microfútbol. Estábamos cerca de la Universidad Javeriana y por lo tanto, de la Distrital. Los estudiantes almorzaban, fumaban y jugaban. Al llegar ya se entregaban algunos refrigerios y se publicitaban las actividades programadas: malabarismo, pintura y deporte. Un señor de avanzada edad nos vió y enseguida se acercó:

-Miren jóvenes -afirmó y nos entregó un volante-. Para que nos apoyen y voten.

-Gracias –sonreí-. También soy militante.

“¿Militante? –pensé y reí en mi interior– “.

Entonces me presentaron a Sara y Sarita. La primera se había graduado del colegio y desde noviembre participaba en eventos a favor del partido. Le faltaban tres meses para decidir si estudiar música o derecho. Sarita también es una bachiller graduada, pero, por el contrario, ella ya se había inclinado por derecho, en la Nacional. Con ellas dos y con mi compañera de la Universidad empezamos a recorrer el parque para volantear.

Había jóvenes distribuidos en el lugar y nos propusimos encararlos, hablarles de “nuestros” candidatos. Los invitábamos también a pasar a la cancha, donde sería el epicentro del evento. Después de un tiempo me aprendí el discurso y olvidé mi escepticismo:

“Hola. ¿Cómo están? –le decía a cualquier grupo-. Los invitamos a un evento que estamos realizando con nuestros candidatos al Congreso. Somos del partido MIRA y creemos en la política limpia y ejercida por nosotros los jóvenes –entregaba el volante-. Creemos en la universidad pública y su debida reestructuración para una mejor educación. También apoyamos el arte y el deporte, medios con los cuales complementar el desarrollo en Bogotá. Por ello, los invitamos –señalaba-. En pocos minutos estarán los candidatos atentos a escucharlos, a hablar y a responder cualquier pregunta –sonreía y luego me dirigía a otros para depositar mis volantes–”.

Después de haber recorrido las zonas aledañas al parque ,volvimos y nos congregamos en la cancha. En efecto, algunos jóvenes interceptados por nuestra plática se integraron también. Los candidatos habían llegado. Cada uno manifestó su discurso. Guevara (Senado), a favor de la universidad pública, y Rincón (Cámara por Bogotá), a favor del arte y deporte. Los dos empezaron a desplazarse por todo el lugar y en determinado momento Carlos Guevara se topó conmigo y me saludó:

-Hola. ¿Cómo estás? ¿Cómo te llamas? –me dijo y luego respondí.

-Me alegra que nos acompañes hoy. ¿Qué estudias?

-Periodismo y Opinión Pública –Afirmé.

-¡Qué bueno! ¿Y en dónde?

-En el Rosario.

Se sobresaltó y llamó a su grupo de camarógrafos: “Muchachos, vengan. Hagamos un video con este joven”.

De repente las cámaras estaban frente a mí. Estaba al lado de los dos candidatos. Se hizo un círculo a nuestro alrededor. Algunos se acumularon, seguidores y transeúntes. Me asombré, creo que hasta me estremecí. De igual manera accedí a responder su pregunta frente al vídeo, ya rodando.

-Camilo es estudiante de Periodismo y Opinión Pública y hoy ha asumido el reto de un día como Miraista. ¿Cómo le ha ido?

“¿Un día como Miraista?, y esos términos qué –pensé-“. Sin embargo, hablé y el video duró aproximadamente un minuto y medio.

Después de ello, los candidatos dialogaron con otros y finalmente se dispersaron. El parque quedó vacío. Yo hablé un rato con Sara y Sarita y finalmente agradecí y me despedí.

En la noche mi compañera me envió un link al chat. Lo abrí y me vi en la pantalla, en la cuenta oficial del Mira. Aparecía en el video y en algunas fotografías. Muchos me retuiteaban y comentaban sobre “mi interés electoral”. Me sentí víctima de la demagogia y reflexioné cómo es que llegué a estar en el Twitter de un partido político. Cómo un joven universitario, sin aparente interés para la sociedad, puede ser relevante. Y menos, uno que no expresa apoyo abierto al partido en cuestión.

Luego comprendí que en épocas electorales cualquier desconocido puede retomar una importancia superflua y momentánea y aparecer en las pantallas. En la del televisor, en la del computador y en la del celular.

Yo, como si fuera uno de ellos.