Muzo, Boyacá. Al llegar al pueblo se ve un aviso rodeado por maleza y hojarasca. Dice: “Muzo, capital mundial de la esmeralda”. Son unas letras negras sobre un fondo blanco y descuidado, erigidas en una carretera destapada y en mal estado. Y en efecto, este lugar ha sido reconocido históricamente por su riqueza en cuanto a esta gema. No obstante, los guaqueros, como se les denomina a quienes se dedican a la extracción tradicional de la esmeralda, han cambiado su oficio. La mayoría se están dedicando al cultivo y producción del cacao. Es una situación paradójica debido a que su territorio es identificado por su abundancia en cuanto a las piedras preciosas. ¿Por qué sus habitantes dejaron esta práctica para dedicarse a otra que no es la tradicional? ¿Cómo es el estado actual del proceso de producción de la esmeralda?
Como Muzo, Pauna, Quípama y otros municipios del occidente boyacense están pasando por lo mismo. Al hablar con sus habitantes, afirman que han dejado de “guaquear” por la violencia del pasado y porque la producción esmeraldera ha disminuido.
Un hombre bajo, ancho, con la piel arrugada por sus 72 años y por las jornadas largas a la intemperie de la mina, sabe la historia del lugar a la perfección. Reyes Porras, campesino y guaquero, comenta en pocas palabras, por lo menos 65 años del proceso esmeraldero: “En 1952 las minas las explotaba el Banco de la República. En 1958 Ecominas se hizo cargo y después el gobierno abandonó el lugar, otorgando tierras para que los campesinos pudieran guaquear. Pero después, grandes familias se hicieron con el control, como la Molina y Carranza. Hubo mucha violencia, nuestra gente sufrió bastante. Apareció la denominada “guerra verde” (un periodo de confrontación entre familias y mafias esmeralderas por el control del negocio). En 1990 se firmó la paz y luego entran a regir empresas extranjeras. El gobierno les da concesiones y así nosotros quedábamos limitados, removidos. Nuestro oficio tradicional se ha extinguido”. Todo lo expresa mirando hacia las montañas en el horizonte, como si desde sus laderas salieran todos los recuerdos e imágenes.
Sin embargo, hay quienes persisten en seguir con este oficio histórico. Se enfrentan a condiciones adversas, debido al estado actual de la producción esmeraldera tradicional: el proceso inicia en las minas, no en las subterráneas, sino en las de a cielo abierto. Lo anterior se dio porque ahora los guaqueros tienen prohibido trabajar al interior de la montaña. Actualmente esta forma de extracción solo les pertenece a las empresas multinacionales. Esto, según el Decreto 1666 del 2016 del Ministerio de Minas, en el cual se clasifican las actividades mineras: la de subsistencia, que sería el guaquero; la pequeña; la mediana, y la grande. Las últimas tres pueden tener una mina al interior del monte con los debidos permisos, pero los de subsistencia no, solo afuera, en el remanente. Al hacerlo, los excluyen a trabajar en los desechos de las explotaciones mineras y únicamente a cielo abierto.
Adolfo Herrera, guaquero desde joven, dice: “esto es un problema porque al interior de la montaña están las señalizaciones con las cuales se guía para hallar la esmeralda. Es una calcita blanca y nosotros la seguimos a punta de pico, cincel y maceta. Pero afuera, a cielo abierto, no hay nada, lo que nos traiga la fuente de agua, las migajas de las minas de esas empresas”.
No obstante, la naturaleza es generosa y a estos guaqueros también les llega esmeraldas, así sean pocas. Pero para hallarlas, se requiere más esfuerzo, pues afuera no se puede utilizar dinamita. Por lo tanto, debilitan la piedra con mangueras y, paralelamente, con palas, hachas y cualquier herramienta que sea capaz de destrozar la roca. Encuentran sobre todo morrallas y piritas. La primera es una piedra verde y negra, la cual se utiliza, más que todo, para decorar. La segunda, la pirita, tiene un color dorado y a veces cobre. Algunos la confunden con el oro y por eso la denominan “el oro del bobo”. Esta última también es para decoración y su precio es claramente inferior a la esmeralda, la cual es extraída y acabada sobre todo por las multinacionales.
De vez en cuando, pero muy de vez en cuando, hallan una esmeralda. Al hacerlo, se pasa a la segunda parte del proceso y es llevarla a La Playita, a cinco minutos de las minas. Aquí el guaquero comercializa la esmeralda en su estado puro. Es una plaza decaída entre las montañas y sin pavimentar. Está rodeada con establecimientos de madera vieja. En la mitad, hay una vitrina de vidrio en la cual hay un cristo, con su vestido rosado cuando es niño. La estatua está acompañada de todo tipo de esmeraldas: grandes, pequeñas, talladas o no. El cubículo recuerda las mejores épocas de Muzo en cuanto a la producción de esmeralda, pues antes, en los años noventa, esta plaza estaba atestada con camiones y centenas de personas haciendo negocios. Ahora la gente es escasa, casi siempre se observan los mismos, tratando de comercializar morrallas y piritas, casi nunca una esmeralda. Se puede ver la pobreza entre tanta riqueza.
Si se encuentra una esmeralda, el tercer paso es transportarla, en este caso, a la capital. Allí la recibe un comerciante. Eurípides Rocha se ha dedicado a este oficio desde joven y comenta que el gremio está pasando por su peor momento: “El problema se agravó cuando se les dio permiso a las empresas extranjeras de sacar la esmeralda del país en su estado bruto. Así, los guaqueros, los transportadores, los talladores y los comerciantes, tanto de Muzo como los de Bogotá, nos hemos quedado sin empleo. No hay piedra que vender, comprar, negociar, nada. Ahora llega muy poca gema y es porque las grandes empresas se las están llevando todas”.
Por ello, el gremio esmeraldero se ha unido para proponer en el Congreso de la República el proyecto de ley 216 del 2016, en el cual se busca aumentar las regalías por extracción de esmeraldas. Además, estas tendrían que ser talladas en el territorio nacional antes de su exportación. Así se garantizaría el empleo de guaqueros, comerciantes, talladores y distribuidores. Las tributaciones se medirían con la comercialización de gemas mediante la subasta pública reglamentada por los ministerios de Minas, Hacienda y Comercio, Industria y Turismo. Sin embargo, el proceso ha avanzado lentamente y no tienen la convicción de saber si prosperará.
En algunos casos se llega hasta el cuarto momento, en el cual se talla la gema. Según el pedido o lo que desee el cliente, se le da forma a la piedra y, además, se le mejora su brillo. Ignacio Argotty y su familia se han encargado del oficio desde hace décadas. Hoy sus hijos saben la práctica, pero no desean dedicarse a ello, pues, así como va, “el proceso de producción tradicional de la esmeralda tenderá a desaparecer”, dice. Él también se ha unido al gremio esmeraldero que busca restituir el empleo a miles de personas que lo han perdido debido al favorecimiento a la explotación por parte de empresas extranjeras.
la Resolución 40103 del 2017 es otro decreto que afecta al guaquero tradicional. En él lo limitan a extraer mensualmente 50 quilates, anualmente 600. Un quilate está evaluado a 0,50 centavos de dólar, equivalente a $1.500 pesos colombianos. El guaquero, entonces, recibiría un promedio de $75.000 pesos mensuales, con ello resulta casi imposible sobrevivir. “Prácticamente el Estado le garantiza la pobreza al guaquero –Dice Argotty-. Por ello, hemos hecho una mesa de concertación con el Ministerio de Minas. Aceptaron, pero nos ordenaron organizarnos en asociaciones. Hoy somos aproximadamente 15 y yo represento una de esas, la Asociación Minera Nacional, Asmina”.
La última reunión se realizó el martes 22 de mayo del 2018, en la cual se debatió sobre la forma de medir la esmeralda sin relacionarla con otras piedras de otras escalas, como el oro y el zafiro. Esto, para hacer más transparente la verificación de las cantidades y el precio. Pues, según Argotty, “la ley mide la producción anual de las grandes empresas con base en la remoción de tierra y no en quilate de esmeralda. De esta forma nunca se sabe el precio real de lo que extraen. Ellos pueden tributar mil pesos y comerciar en el exterior por 50 millones. Es algo desmedido y al país, a la región y a la población le queda muy poco”.
La nueva gema
Después de tallar la gema, se vende, y aquí termina el proceso. Actualmente, con menos gente, porque así mismo se está produciendo la esmeralda de manera tradicional. Sin embargo, quienes están cambiando la esmeralda por la producción de cacao encuentran una alternativa ante la falta de empleo y soluciones por parte del gobierno. Fernando Vasallo es dueño de la finca Buenos Aires, ubicada en el municipio de Quípama, Boyacá. Él es uno de los campesinos que han incursionado en este nuevo oficio: “esta finca hace parte del proceso de quienes hemos abandonado las esmeraldas por el cacao, la nueva gema. Sembramos semillas de paz, dejando así la violencia acaecida por la codicia a las esmeraldas”.
En todo este proceso hay una empresa que está apoyando a la comunidad para que deje la esmeralda, Furatena Cacao. el ingeniero agrónomo Edgar González, quien representa la entidad, afirma: “Nosotros les brindamos acompañamiento para que crezcan en un proceso técnico empresarial, para que tengan orden económico, un comercio justo y para que obtengan certificación por parte del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA)”. Este proceso trata en adecuar las fincas para cumplir las normas BPA, las de las Buenas Prácticas Agrícolas, según el ICA. Esto, con el fin de brindar seguridad a los trabajadores y dar calidad y limpieza al producto cosechado.
Al ingeniero Edgar Gonzáles se le ve con un chaleco color caqui, en el cual está la inscripción “Furatena Cacao”, pero al lado, hay tres letras: “MTC”. Las últimas significan Minera Texas Colombia, la cual patrocina a Furatena y, así mismo, a los campesinos que están dejando la esmeralda. Pero también, es la empresa que está explotando algunas minas en Muzo y en el occidente boyacense. Es una compañía estadounidense y su trabajo de “responsabilidad social” es apoyar, mediante Furatena Cacao, a los guaqueros o esmeralderos tradicionales para que se dediquen a otro oficio que no tenga que ver con las esmeraldas, en este caso, producir cacao.
Así es la situación, el proceso actual de la producción de la esmeralda está decayendo. Unos luchan por defenderlo y restaurarlo, con actividades que incluyen reuniones con el Ministerio de Minas y Energía. Otros están sembrando cacao, patrocinados por la empresa que se está adueñando de parte de las minas y de su territorio, mientras el gobierno nacional apoya las leyes que benefician a las multinacionales. El aviso de la “capital mundial de la esmeralda” sigue precario y descuidado, tal como la situación laboral de muchos esmeralderos en Colombia.