Ceiber Ávila hace parte de la Selección Colombia de Boxeo, en la categoría de 46 kilogramos. Ahora se encuentra en la Villa Olímpica, en el Centro de Alto Rendimiento en Bogotá. Ahí entrena la Federación Nacional de Boxeo (Felcobox) y se encuentran en una burbuja debido a la pandemia. Consiguió el tiquete a Tokio 2020, porque el preolímpico, que se iba a disputar en Buenos Aires, Argentina, quedó cancelado y se clasificaron los boxeadores mejor ranqueados.
Ceiber mide 1.62, pesa 57 kg, su contextura es delgada y le ayuda, junto con su altura, a ser más rápido y ágil en los combates. Cada vez que va a pelar, se enrolla sus vendas en las manos y por último los guantes. Cuando sube al ring piensa en su familia, especialmente en Jerónimo y Junior, sus hijos. También, le reza a Dios como le enseñaron en su casa. Cree en sus capacidades para vencer a su oponente.
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Nació en San Pedro de Urabá, Antioquia, en 1989. Su padre, David Ávila, tenía una finca y ahí tenían varias comodidades: cosechaban papa, yuca y otros alimentos. Creció con sus seis hermanos; Nelson, Josué, Jorge, Omaira, Angélica y Arledys. Se iban a pescar, jugar fútbol y disfrutaban del campo. No les hacía falta nada. Su madre, Humberta Segura, se encargaba de las gallinas y del cuidado de los hijos. Pero debido al conflicto armado su familia fue desplazada, como muchos campesinos del país, al corregimiento de Currulao en municipio de Turbo.
“Si la vida no nos hubiera cambiado de esa manera, no sería el deportista que soy, sino un ganadero”, dice Ceiber después de sonreír tras la pregunta que se le hizo mediante la videollamada.
Tenía cinco años cuando llegaron a Currulao. Su familia empezó otra vez, vivían en arriendo, pero lograron conseguir un subsidio de vivienda propia en donde actualmente viven sus padres. Por ese sector queda una cancha para jugar fútbol y practicar boxeo. Ceiber se iba a jugar a la pelota, le encantaba ser delantero, meter goles para celebrarlos con sus amigos y hermanos.
A sus diez años se dio cuenta que también podía practicar boxeo en esa cancha. El entrenador de Currulao, Marcial Urbina, necesitaba un muchacho para que compitiera con Helber, otro joven que llevaba tiempo entrenando. El único que fue capaz de colgarse los guantes fue Ceiber. No tenía mucho conocimiento peleando, solo sabía algunas cosas que le enseño su hermano Josué, y así terminó ganado la pelea.
“Después que empezó la pelea, hice llorar al pobre pelado. Desde ahí el profesor Urbina me dijo que iba a ser buen boxeador”, comenta Ceiber.
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Se iba a escondidas para entrenar. Llegaba sudando, rojo, cansado y Humberta, su madre, se fue un día a la cancha para ver que era lo que en realidad hacía y se enteró que boxeaba. Por eso el entrenador Urbina tuvo que hablar con sus padres para que lo dejaran entrenar.
“Cuando él empezó en el boxeo no estaba de acuerdo, pero al verlo entrenar, me di cuenta que era bueno. Ahora le rezamos a Dios para que pueda ser campeón en los Juegos Olímpicos de Tokio”, relata David Segura, el padre de Ceiber.
Ceiber siguió entrenando con Marcial Urbina y llegó a la Selección de Antioquia en el 2008. En su primer campeonato nacional juvenil en Arjona, Bolívar, obtuvo su primera medalla de oro. Luego fue llamado a la Selección Colombia en el 2010, después de ser campeón de Juegos Deportivos Nacionales Buenaventura 2008 en la categoría 48 kg. Tuvo que hacer bastante esfuerzo para llegar a ese peso.
Cuando Ceiber llegó a la Selección Colombia estaba el entrenador Jesús Martínez que se fue en el 2011. Para reemplazarlo llegó el entrenador cubano Rafael Iznaga quien estuvo a cargo de Londres 2012 y luego quedó como entrenador oficial de la Felecobox.
Uno de sus mayores sueños fue estar en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Logró el cupo 140 de Colombia. Debutó en segunda ronda con una victoria contra el mexicano Elias Emigdio en la categoría mosca de 52 kg. Luego se enfrentó contra el ruso Misha Aloian y perdió el combate. Después se confirmó que Aloian dio positivo para doping.
“Sentí el robo del año. Sacrifiqué mucho tiempo con mi familia para que me ganen de esa manera. Se me llevaron los sueños de tener una medalla olímpica”, recuerda Ceiber.
Cuando volvió de la participación en Río 2016, Currulao le hizo un recibimiento enorme, organizado por su amigo cercano Iván Vélez, inspector de policía del corregimiento. Fue una caravana de 40 minutos desde el aeropuerto de Apartadó hasta su casa.
“Yo creo que había unas 20.000 personas recibiendo a Ceiber y fue uno de los recibimientos más grandes que le han hecho a un deportista en Colombia. Hasta Ceiber lloró de alegría”, comenta Iván.
En el recibimiento, a Ceiber le molestó que lo bajaran del vehículo, porque muchas personas lo abrazaban. Lo cierto es que no le gusta estar muy rodeado, prefiere estar aislado y tranquilo.
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Cada vez que puede, Ceiber, va a Currulao para pasar tiempo con su familia, aunque sea poco, porque tiene que entrenar prácticamente todo el año. Solo en diciembre puede compartir más con ellos. Por eso uno de los hermanos con los que más comparte es Nelson.
“Siempre pasamos el tiempo juntos. Salimos con la familia. Hacemos asado y comemos helado”, rememora Nelson.
También comparte con Fernanda, su pareja, y sus dos hijos: Ceiber Jr y Jerónimo. Por la pandemia estuvo en Currulao durante siete meses en los cuales se la pasó con ellos, yendo de “paseo”, como le gusta a Ceiber.
“Ceiber como padre es ‘alcahueta’, juega con ellos, les da gusto en todo. Además, me regaña, porque yo les pego”, comenta Fernanda.
El día a día de Ceiber
Desde que llegó a la Felcobox entrenó por un tiempo en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) con Jesús Martínez, sin embargo, quedó deshabilitado para el boxeo por lo que tuvieron que ir a la Unidad Deportiva El Salitre. Luego vuelven al CAR y actualmente se hospeda en la Villa Olímpica en Bogotá que se estrenó en 2016.
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En la Villa Olímpica, Ceiber se levanta a las 5 a. m., se organiza, toma su baño y va a la habitación del entrenador Iznaga para que él le lleve el peso todos los días. Luego se termina de poner su ropa deportiva y sale para el gimnasio, entrena físico o fuerza en el coliseo 2 de 6 a 8 de la mañana. En la tarde va de 4 a 6 para practicar técnica con su compañero Yuberjen Martínez, medallista olímpico. Practican de lunes a viernes, pero los sábados entrenan más tarde de 11 a 12:30 y de 4 a 5. Mientras el domingo tienen la tarde libre, por eso a veces Ceiber se va a caminar o duerme un poco, porque se siente cansado de la rutina semana. Entrenan dos sesiones diarias, pero cuando se aproxima una competencia, son tres.
Su nueva competencia son los Juegos Olímpicos de Tokio. Quiere conseguir una revancha de lo que fue Río 2016, para llegar a su meta: estar en el podio. Se clasificó junto con sus compañeros: Ingrit Valencia, Jenny Arias, Yuberjen Martínez, Jorge Luis Vivas y Cristian Salcedo. El torneo iniciará en julio de 2021 tras muchos aplazamientos por la pandemia.
Cuando se retire, Ceiber asegura que quiere dedicarse a ser entrenador para compartir con los jóvenes el conocimiento que ha adquirido en los cuadriláteros. Por esto se matriculó en el Instituto de Panamá para estudiar entrenamiento deportivo.