Camila Beltrán habla sobre su nuevo largometraje: “Estoy tratando de entender qué es el realismo mágico"

Domingo, 05 Enero 2025 09:47
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La directora de la película ´Mi bestia´, presentada en el festival ACID Cannes 2024, comparte detalles autobiográficos incluidos en la cinta y las ideas que tiene para su próximo proyecto.

Artista y cineasta Camila Beltrán.||| Artista y cineasta Camila Beltrán.||| Proimágenes|||
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La cineasta colombiana Camila Beltrán tiene una fascinación por hacer las cosas “como no se hacen”. Una pintura hecha con los dedos, una escultura inestable, un dibujo o un producto audiovisual que rompe con las reglas le da paso a la creación de una idea original. Al cine trajo su visión como artista, pero el arte le dio un sentido de búsqueda que hace que su estilo se reinvente en cada pieza audiovisual.

Camila creció en una casa grande, ubicada al norte de la ciudad cerca de la calle 170, en el barrio Villa del Prado. Durante las noches, a causa del racionamiento de luz en la presidencia de César Gaviria en los inicios de los años noventa, una vela en el centro de la mesa permitía que conversara con las muchachas que llegaban de diferentes zonas del país para ayudar en su casa. En esos momentos, una nueva forma de ver su país se le apareció a partir de historias que le compartían aquellas mujeres como regalos para “expandir su mundo”, afirma.

Los recuerdos impregnados en Camila de vivir en Bogotá durante ese tiempo le ayudaron con la creación de su primer largometraje `Mi bestia´, presentado en ACID Cannes en 2024 con el apoyo del fondo para el desarrollo cinematográfico (FDC) en colaboración con Francia, el cual fue ganador del premio Blood Widow del Festival Sitges por mejor película latinoamericana. Y es que para Camila la cinta fue una forma de transmitir ese ambiente y algunas cosas que vivió: estar en un colegio religioso femenino, el mismo que aparece en la película, el miedo de la época por las desapariciones de niñas en medio del eclipse de 1996, el caos, las creencias, “los miedos de vivir en una ciudad inmensa” … 

“Todo ese periodo de mi adolescencia, de mi casa y de esta ciudad quedó como tan impregnado y tan marcado, que yo empecé a verlo a través de la escritura de la película. Y luego, cuando llegué a rodar descubrí y encontré más profundamente y entendí cosas que no había comprendido en esa época”

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Esa Bogotá ubicada a 2600 metros sobre el mar, justo en la cordillera oriental, aún la sorprende y por eso comparte el mismo sentimiento del nobel de literatura sobre la ciudad: “hay algo en su atmósfera que la hace especial”. Para Camila, Bogotá es inexplicable en ese sentido. ¿Son las calles, los barrios, tener tres humedales en donde habitan tantos animales, su cercanía con las montañas?

En el colegio Camila creó guiones y se interesó por la proyección de un cineclub en medio del salón. Por eso, se postuló antes de los 18 años a estudiar cine en la Universidad Nacional. Aunque pasó, decidió no dejar de lado otros medios de expresión que le apasionaban como el dibujo y la pintura, y terminó estudiando Artes Visuales en la Universidad Javeriana. Fue ahí en donde cursó un enfoque audiovisual que la decepcionó “No me gustó para nada del mundo de los rodajes en esa época”, afirma con una sonrisa. Esto la encaminó a que sus decisiones de estudio girarán en torno al arte plástico.

De hecho, su acercamiento tanto a la ficción como a los archivos nacio por parte de experiencias que tuvo con su papá cuando era pequeña. Un complemento que cambió a través del tiempo hasta convertirse en esta mezcla de interés por recolectar los archivos multimedia y crear historias a partir de estos o reutilizarlos para conservar la memoria. Entre sus anécdotas se acuerda de las veces que pasó dormida en los casetes de su papá cuando lo acompañaba a trabajar en turnos de noche como periodista de televisión o de las historias improvisadas que le contaba por la noche para dormir y que ahora ella trata de inventar para contarle a su hija.

La artista pasó de caminar la carrera Séptima y estar tan cerca de los cerros como fuera posible, dónde trabajaba como diseñadora gráfica de el periódico El Tiempo editando portadas de los reinados de belleza, a estar a los 22 años en una ciudad que desconocía a 8,617 kilómetros de Bogotá. En la que no hablaba el idioma y en la que le parecía que estaba encerrada en una clase de burbuja “como en un mundo aparte”.

La razón de su viaje a Francia era cursar una maestría sobre investigación de arte en la Universidad de la Sorbona. Ya lleva 15 años viviendo en París y dos en Burdeos, dónde le gusta sentir “la cercanía de las montañas de los pirineos” justo al límite de España.

Camila aparece en las entrevistas sonriente, pausando y alargando un eh que dura algunos segundos mientras busca las palabras ya sea en francés o en español. Tiene su cabello castaño sujeto al frente y suelto en la parte de atrás, mueve sus manos mientras habla a la par que sus grandes ojos oscuros divagan en medio de la conversación. Su postura es alargada, y se mantiene recta mientras transmite naturalidad en sus movimientos.

Sus cortos Pedro Malheur (2014), John Marr (2016) y Pacífico Oscuro han sido premiados a nivel tanto internacional como nacional y reproducidos en festivales importantes en el mundo del cine.

Son las once de la noche en Francia y delante suyo Camila tiene en una pizarra grande la nueva estructura de su proyecto. Está llena de postcards de colores y de conexiones. Hasta ahora solo lleva 20 páginas, pero intuye que las respuestas las va a encontrar en cosas sencillas como una sonrisa, un animal o en sus dos musas de inspiración: el mar y la noche.

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¿Considera que su creación audiovisual comenzó a partir de crear imágenes por su propia cuenta?

Yo llegué, no tanto capturando imágenes, sino más bien tratando de contar o de crear algo a partir de las que yo encontraba en diferentes lados y eso también fue una postura que yo tuve al principio. El cine llegó a mí a través de un rechazo al exceso de imágenes. Pero, cuando yo empecé a hacer mi primer corto en Tijuana, México yo ya asumía el hecho de que iba a contar una historia y que iba a crear nuevas cosas.

En mí siempre existió esa idea de no irrespetar la imagen, pero sí esa necesidad de poder manipularla, de decir no puede ser lisa, no es directa, una imagen no es neutra, tiene que haber algo. A mí me interesa el hecho de trabajarla casi como si la hubiera encontrado.

¿De dónde surge esta necesidad de contar historias?

Es una vocación que pasa a través de ti y que no controlas y es eso lo que más me gusta descubrir. En el cine es un gran desafío, tienes que mover una gran cantidad de dinero, de personas, de energías, pero me parece que tiene mucha fuerza lo que sale. Porque, no es solamente tuyo sino también es toda la energía de una cantidad de personas que están alrededor, no de ti, sino eso que se está contando y que empieza a ser un magma que trae cuestiones sobre el pasado, sobre un lugar y de otras personas que intervienen en el presente.

De sus cortometrajes: Pedro Malheur, Pacífico Oscuro y Jean Mar ¿En cuál sintió que existió algo que sobresalió y que se diferenció de otras producciones?

Yo pienso que en el primero que es Pedro Malheur no sentí que había un sello, pero yo hice algo muy libre. O sea, era la historia de un burro y yo lo llevé hasta el final y lo terminé. Y llegó a estar al mismo nivel de cortos producidos con mucho dinero participando en el festival de cortos de Clermont- Ferrand, que es uno de los más importantes. Inclusive hoy viéndolo para atrás, digo ¿por qué?... Siento que no es que haya un sello, pero hay algo que sobresale. No es una sola cosa: la imagen, la historia, los actores. Es un todo que desconcierta.

Y que no sabes qué es…

Mi tarea de aquí a que continúe es saber qué es. He tenido más pistas para saberlo y como diciéndome: esto es por aquí o no es por aquí. Y la mayor pista es siempre la sinceridad, o sea, yo no puedo empezar con una imposición (…) Es un camino de búsqueda que ojalá pueda seguir, porque pienso que cada vez se puede ir más lejos y el desafío mío es hacerlo y que no se quede como en un nicho de cine de autor, porque igual yo tampoco estoy ahí. Entonces, es hacer que eso pueda materializarse en algo que conecta en el mundo de hoy, porque ese es en el que estoy y a ese es al que necesito hablarle.  

¿Cuáles son sus referentes en el arte y en el mundo del cine?

Algo que a mí me apasiona son los inicios del cine. Son las primeras personas que hicieron ficción y que trabajaron con el cine casi como una herramienta de conocimiento. Hay un cineasta de los años 20 que se llama Jean Epstein, que fue uno de los primeros, que tenía teorías sobre el cine y escribió libros de cómo es un medio capaz de mostrar lo invisible, pero no era una metáfora lo que decía.

También Orson Welles, Maya Deren, Jonas Mekas, en Colombia el mismo Víctor Gaviria. Para mí ´La vendedora de rosas´ es una película extraordinaria que también marca mucho de lo que es el cine en relación con lo fantástico dentro de un país como es el nuestro desde la fábula o con el cuento.

¿Cómo fue el proceso de grabación de su nuevo y primer largometraje ´Mi bestia´?

Concretamente yo pedía entrar al set solo con Stella y con Malle que hacía de Dora, que inclusive cuando no salía ella siempre venía, para que nos dejaran un tiempo cuando estaba todo listo para nosotras apropiárnoslo, para jugar. Mejor dicho, a mí me gustaba que cuando llegaba el resto del equipo, ellos llegaran a un espacio nuestro, no al revés. Entonces, eso cambia mucho la forma como ella podía sentir esos espacios y las escenas (…) Lo otro también es que yo ponía mucha música para el equipo mientras organizábamos. Pienso que un director o directora tiene que ser un buen DJ y saber qué poner para que la gente se relaje, porque hay veces que puede ser difícil.

Mallely Murillo y Stella Martínez en una escena del largometraje "Mi Bestia" dirigido por Camila Beltrán. Créditos: Cineuropa

En la película hay muchos detalles: el colegio, la transformación de Mila, la atmósfera, la música… ¿Cuáles detalles cree que pasan de improvisto?

Toda la cuestión de las niñas desaparecidas, casi nadie me habla de eso…Es algo que está ahí y que esta diciendo algo respecto a nuestro país, a la idea del miedo, al peligro, a la relación con lo salvaje también versus la realidad de una sociedad dura (…) También está la cuestión del lorito que es un gran símbolo, hay una mariposa que vuela en la pantalla al momento del eclipse…. La oración de las niñas al final en la lunada que es una oración que yo escribí y que dice mucho, y que tampoco nadie me ha hablado específicamente de eso, pero yo disfruté mucho hacerlo.

Y ahí es dónde está la crítica más grande que se le hace a la religión que es como protégeme de los hombres malos, llévame con la gente de bien y finalmente muchas veces crees que la gente de bien está a un lado y los supuestos malos del otro, pero no siempre es así.

Sé que se encuentra realizando un nuevo largometraje sobre el Caribe Colombiano, ¿podría hablar al respecto?

Hay una urgencia esta vez de hablar del ahora y en ese sentido hay algunas cosas que me interesan y todo esto a través de una novela que estoy adaptando (y que todavía no tengo los derechos). Es una novela muy bella y toca muchos temas que tienen que ver con el misterio del mar y con algo muy crudo, real y actual que es el extractivismo, las plataformas petroleras, la ecología, los monocultivos y la infancia.

También estoy tratando de entender que es el realismo mágico, sé que una especie de expresión que desde Europa y Occidente utilizaron para ponerle un sello a todo lo que venía de Latinoamérica y también de otras regiones, consideradas exóticas. Pero sí me interesa saber qué es y cómo tratarlo porque hay muchas cosas que nosotros vivimos y que están ancladas en el territorio. En el caso de Colombia, algunas son reales y parecen no serlo porque son demasiado bonitas, demasiado bellas, demasiado abundantes, demasiado violentas. Es como una historia del demasiado…De algo que parece no ser posible y parece que fuera mágico.

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