“Fanático de apuestas criollas y adicto a las plazas de mercado”, así se define el cineasta bogotano Jeferson Cardoza quien desde temprana edad se incursionó en el negocio familiar vendiendo flores junto a su padre en la plaza de mercado de Paloqueamo, lugar insignia de Bogotá en el que no solo se encuentran todo tipo de arreglos florares sino una amplia variedad de frutas, verduras, carnes y legumbres.
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Cardoza quien destaca por su cabello rosado, se define a sí mismo como un hombre de barrio que creció entre los pasillos de Paloquemao en medio de historias que parecían casi fantásticas pero que forman parte de una realidad cruda como lo son las casas de tortura, las apuestas, la brujería y el consumo de estupefacientes propios de todo el horror del Bronx.
Estas circunstancias generaron que el cineasta sienta que no hace falta irse lejos de su ciudad natal para descubrir que el verdadero terror habita en lo cotidiano. De sus vivencias en esta ciudad nace la chispa creativa que da vida a sus cortos cinematográficos.
Sin embargo, el mundo del cine no fue su pasión desde su niñez, pues de adolescente Jeferson vivía en otro mundo marcado por las apuestas. No le llamaba la atención los libros ni las matemáticas ni la biología ni el arte. Lo único que quería era trabajar en la plaza para hacer más dinero que ese mismo día gastaría apostando en el dado.
A pesar de ello, la suerte de Jeferson caería en manos de su padre quien en búsqueda de que no siguiera sus mismos pasos, le propuso pagarle un “sueldo” a cambio de que estudiara en la universidad.
Pensando en que estudiar cine requeriría el mínimo esfuerzo y así podría continuar con su plan de hacer más dinero, Cardoza acepto estudiar esta carrera en la universidad Manuela Beltrán, en la que descubrió su pasión que lo alejaría de ser un ludópata. Y aunque logró dejar las apuestas, aún conserva un arete de dado en su oreja izquierda que le recuerda lo que algún día fue.
Durante gran parte de su pregrado, se mantuvo en segundo plano, camuflándose como director de arte en los cortometrajes de sus amigos, ya que proponer sus propias historias le generaba inseguridad. La rebeldía que alguna vez lo definió en su adolescencia ahora era un capítulo del pasado, uno que Cardoza no quería mostrar abiertamente por miedo al rechazo.
Sin embargo, sus recuerdos de infancias se convirtieron en ideas cinematográficas y casi obligado propone el proyecto que denominó ‘Veintiocho de mayo’ un que combinaba sus experiencias personales relacionadas con peligrosas adicciones el terror y lo vivido en el Bronx de Bogotá (lugar al que se denominó algunas calles del centro de Bogotá en el que había presencia de microtráfico, prostitución, desapariciones, homicidios y torturas. Fue desmantelado el 28 de mayo de 2016)
Así poco a poco Cardoza fue materializando lo que hasta ese momento era una simple imaginación. Es de noche en la ciudad, solo que esta vez Ricardo, el nombre que eligió para el protagonista, está en donde nadie quiere estar: el Bronx de Bogotá. Busca en las tiendas una sustancia psicoactiva de alto riesgo para satisfacer su adicción, sin embargo, pierde su rumbo y cae en una casa de tortura a la que frecuentan los ´Sayas´, lideres que ejercen el máximo control de seguridad en la zona. Aunque Ricardo está bajo los efectos alucinógenos, tiene una única misión, salir con vida antes de ser descubierto. De esto se trata ‘Veintiocho de mayo’.
Así, lo que comenzó como un simple proyecto de grado universitario terminara convirtiéndose en el filme ganador del Bogoshort 2016. Adicionalmente, también fue calificado como el mejor cortometraje de ficción en el Festival de Cortos Psicoactivos y mejor cortometraje en Bogotá Horror Film Festival, ambos otorgados en 2019. De hecho, ‘Veintiocho de mayo’ tuvo tanta acogida que llegó a integrar a festivales internacionales como el Mórbido Film Fest en México y The Colombian Film Festival NY en Estados Unidos.
De esta experiencia, Cardoza también consolidó un grupo de colegas que lo ayudarían a formar su productora de cine: La Banda del Sur Films. Este proyecto es un colectivo de “amigos que están enamorados del cine”, como a ellos les gusta llamarse. Sus intereses exploran lo que podría ser un nuevo género llamado “gótico popular”, una mezcla de personajes inspirados en la cultura popular que toman características de géneros de cine como el terror, la ciencia ficción o el suspenso. En el cual clasifican su segundo corto, ‘Paloquemao’.
Para este corto, el protagonista nació de un recuerdo de Cardoza tiene en su mente la vívida escena de ser un niño y tenerle temor a aquel vendedor de fritanga que aparentaba ser un vampiro, el hombre usaba lentes de contacto rojos, colmillos afilados y gotas de sangre. La trama combina lo que es ser un vampiro que se refugia en la Plaza de Mercado de Paloquemao hasta que un día, tras la caída de una red de tráfico de sangre, su dealer escapa y pone en riesgo la relación del vampiro con su pareja.
Hablar de Cardoza es hablar de las plazas, del miedo que se respira en Bogotá y de cómo el terror se oculta en lo cotidiano. Esta es la historia de un cineasta que captura la esencia de su ciudad, mostrando que los lugares más oscuros pueden estar a la vuelta de la esquina.
¿Su papá fue quien lo impulso a salir de las apuesta y estudiar?
Si pues, cuando ya descubrieron cómo era que yo ganaba entonces la gente me dejó de apostar y marcaban los dados para no poder cambiarlos, entonces empecé a apostar más a la suerte y a perder todo lo que había conseguido tanto jugando como trabajando. En ese momento, mi papá dice no, este man no pudo estudiar y quiso apostar, y tampoco. Entonces, le voy a dar otra chance para que estudie. Así fue como encontré que se podía estudiar cine en Colombia porque yo no sabía que eso se podía.
¿Qué historias empezó a contar?
Esas cosas oscuras de la plaza, me di cuenta de que mis experiencias también podían llegar al cine y que no todo tiene que ser como el cine comercial que es el que siempre vemos. Yo creo que el cine es como para ver en qué estado estamos, en ese sentido necesitamos que nosotros nos contemos, que nos identifiquemos, que nos veamos representados en una pantalla porque eso pues ayuda a observarnos y retratarnos a nosotros mismos.
¿Qué retrata usted de la Plaza de Mercado de Paloquemao en sus cortometrajes?
Hay algo que siempre ha estado en nuestra cultura y son los riegos que son unas posiciones que se hacen con las hierbas naturales para atraer la buena suerte, el amor, esas cosas. A veces las uso para mostrar que tan poderosa es la fe en la plaza.
Por otro lado, Paloquemao fue grabado con todos los amigos de la plaza entonces hacer arte conjuntamente con toda la comunidad fue muy chévere. Además, ver que los actores del corto eran todos conocidos o personas que me conocían cuando niño pues es lo hizo muy valioso.
¿Y cuáles son los riegos que usted usa?
Cuando voy a presentar el pitch del proyecto a ciertos clientes, o día de grabaciones importantes uso la ruda. Pero también hago para publicidad, por ejemplo, me inventó un souvenir que es un riego, se llama sal si puedes, como el largometraje que estamos produciendo, y es como una poción para desear buena suerte a los cineastas y para que el cliente se acuerde y de pronto le interese producirla, ¿no?
¿Cómo es Jeferson como director?
Yo creo que soy un director que quiere contar desde el terror y la fantasía historias que han ocurrido a través del tiempo en nuestro país. Creo también que mi mirada aporta a este cine algo que es único porque pues hago parte del sector popular que es importante también verla en las películas.
Colombia es un país muy rico en sus tradiciones orales y y relatos folclóricos, protagonizados por figuras icónicas como la Patasola, la Llorona, el Mohan, Duentes, etc. En ese sentido, ¿por qué el cine colombiano no aprovecha las numerosas historias de mitos y leyendas del país?
Acá no hemos explorado este tipo de historias porque siempre hemos sido un país históricamente muy marcado por la violencia, nuestra tendencia ha sido narrar el conflicto armado y todos sus matices. Entonces yo la vez pasada viajé al pueblo del Hombre caimán y yo me preguntaba “¿Por qué no hemos hecho algo con estas historias tan increíbles?” Creo que es porque sentimos el afán de plasmar todo lo que hemos por la violencia y hasta ahora nos dando cuenta de que también podemos utilizar estos personajes mitológicos para poder seguir contando estas historias que siguen ocurriendo. La violencia en el país no ha acabado, pero siento que ahorita utilizando la fantasía o el terror podemos darle otra visión a este tipo de historias.
Según Proimagenes, en 2023 fue el año en el que más se estrenaron películas colombianas, pero también, uno de los años con menor audiencia. ¿Cómo se podría conquistar de nuevo al público?
Muchas veces la gente en el cine colombiano dice que las películas siempre hablan de lo mismo. Entonces la gente a ratos quiere ir al cine como a salirse de los problemas y encuentra las mismas tragedias, es por eso por lo que las películas de comedia tienen tanta acogida, porque sacan de la realidad. Yo creo que ahí nos toca también a nosotros como realizadores hacer estrategias para poder atraer al público y que este conozca la película antes de su estreno.
En Colombia lo que pasa es que nos gastamos toda la plata para hacer la película y se nos olvida la parte de la promoción. Entonces para poner los tráilers en centros comerciales, canales y medios eso necesita plata y se dan cuenta no la hay. Lo que genera que muy poca gente se entere de la película, lo cual es peligroso porque si no logramos que ellos regresen a las salas, no podrá haber cine.
Con sus dos últimos cortometrajes, ha sido reconocido por la academia, obteniendo el premio a mejor director en Bogoshorts y siendo aclamado por el mejor corto nacional en varios festivales. ¿Qué significado tienen estos premios para usted?
Es gratificante saber que podemos contarnos desde lugares diferentes y que estos espacios sean premiados. Sin embargo, creo que la importancia de hacer películas no solo está en ser ganadores en los festivales sino poder hacer películas para todo el mundo.
¿Cuáles son los personajes que más disfruta representar?
Me gusta representar a la gente que casi no ha tenido espacio en las películas, por ejemplo, la gente de los mercados, de los barrios, la que apuesta. Además de eso, pienso que hay que realizar un cambio social y este puede hacerse mediante el hecho de llevar estos cortometrajes no solamente a cineclubs sino a fundaciones, cárceles y plazas de mercado. Esto tratando de buscar un público se vea no sólo identificado con la película sino también un poco conmigo.
Desde hace dos años ha estado promocionando su primer largometraje, ‘Sal si puedes’. ¿Qué historia nos invita a explorar en esta producción?
Es historia de unos vampiros que manejan una casa de tortura en el Bronx. Cuando este lugar es allanado el 28 de mayo ellos migran a la plaza de mercado de Paloquemao en el que Harvey, uno de los vampiros quien tiene un negocio de flores, trata de camuflar dentro de los ramos el negocio de la sangre. Pero Angie, que es una nueva vampira, desata una serie de asesinatos en este lugar alertando a la comunidad de la plaza de que hay vampiros.
Siendo los vampiros una constante en sus cortometrajes, ¿con qué frecuencia sueña con ellos?
De soñar no sé, creo que soñaba poco con vampiros más bien siempre los estoy imaginando. Yo voy por la calle y trato de mirar quién podría jugar con como se vería un vampiro acá en Colombia. Yo los sueño despierto, siempre estoy pensando cómo puedo hacer que estos me persigan.
La realidad siempre supera la ficción…
Hay momentos en los que la realidad es mucho más cruel y fuerte pero también más linda a ratos. Creo que dentro de la realidad se pueden encontrar momentos muy bonito.
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