Entre la física y la enseñanza: el legado de Juan Manuel Tejeiro, director del Observatorio Astronómico

Sábado, 05 Abril 2025 11:54
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Para Tejeiro, la física no es solo un conjunto de fórmulas, sino una forma de comprender la realidad sin desencantarse de ella. En esta entrevista, él reflexiona sobre la importancia de la educación y la ciencia en Colombia. 

Juan Manuel Tejeiro Sarmiento, doctor en física y director del Observatorio Astronómico Nacional||| Juan Manuel Tejeiro Sarmiento, doctor en física y director del Observatorio Astronómico Nacional||| |||
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En una esquina del vasto campo de la Universidad Nacional en Bogotá se encuentra el Observatorio Astronómico, una infraestructura de un solo piso que representa un pequeño punto en el gran universo del campus, que se distingue de las demás por sus antenas y sus dos cúpulas de color gris.

Apenas se abren sus puertas, el aire toma el olor añejo característico de una biblioteca. A los costados del pasillo hay telescopios de todos los tamaños, fotografías de cuerpos celestes y estantes de madera con distintos objetos de medición. Tras la última puerta está la oficina de Juan Manuel Tejeiro Sarmiento, el director del Observatorio.

Tejeiro es una eminencia de la física en Colombia. Sin embargo, su trayectoria en esta disciplina está antecedida por un historial de fallas por inasistencia al colegio. Su gusto por el billarin, un juego que demanda la misma precisión del billar, pero en una mesa de menor tamaño, le costó perder el sexto grado.

Mientras habla del “famoso primero de bachillerato”, como se refiere a esta etapa de su vida, se le asoma una tímida sonrisa. Y es que aquel hombre que siempre lleva un blazer, bien sea con jeans o pantalón, se califica en esos tiempos de colegio como “un desastre”. Sin embargo, Tejeiro, a sus cortos años, ya utilizaba la ciencia, con un ingenio particular, para conseguir sus cometidos y no dejarse “atrapar”.

En esa época, en la que los teléfonos funcionaban por cables, él los invertía. “Al unir el negro con el amarillo, salían llamadas, pero no entraban”, cuenta que de esta forma ni su mamá ni el colegio donde estudiaba, el San Bartolomé la Merced, se enteraban de que no estaba en clase. Además, cuando los curas y sus profesores le preguntaban el porqué de su ausencia, se inventaba enfermedades que previamente había leído en un libro de medicina.

Fue hasta una tarde, al final de aquel sexto grado, que llegó a la casa y su mamá lo interrogó luego de recibir una llamada de la institución en la que le preguntaron por cómo seguía su estado de salud. Acababan de “arreglar” el teléfono debido a las fallas que venía presentando. De esta forma, la mentira fue destapada, Tejeiro perdió el año y hasta estuvo a punto de ser echado del colegio. Para él, todavía sigue siendo un misterio por qué le decidieron dar una segunda oportunidad.

Años siguientes, Tejeiro tuvo un profesor de matemáticas con el que descubrió sus habilidades para la aritmética. Luego, otro docente lo terminó de “encarretar”, como dice él, con la física. Desde allí, tuvo claro a qué se quería dedicar por el resto de su vida y la duda jamás se empeñó en visitarlo.

Así, se convirtió en el amigo que explicaba sobre teorías y números. Quizás fueron esas tardes de estudio con sus compañeros las que le revelaron a la docencia como otra de sus pasiones y creyó en el papel transformador de la educación, que a él mismo le marcó el rumbo.

Tejeiro empezó sentado en los mismos escritorios y aulas que ahora sus estudiantes utilizan. En 1975 entró a estudiar física en la Universidad Nacional. Aunque en esa época no existía la opción de doble carrera, cursó el pregrado de matemáticas en paralelo; entraba a las clases sin estar inscrito y presentaba los exámenes, aunque no le representaran una calificación.

Apenas se graduó, empezó su maestría en física teórica, y no pasó mucho tiempo para que lo contrataran como profesor de planta. Hasta que su camino lo llevó hasta las aulas de la Universidad Johannees Gutenberg en Alemania, donde hizo su doctorado y consiguió el título de Dr Rer Nat (Doctor de Ciencias Naturales).

A Alemania fue con su esposa, con la que se había casado dos años antes de terminar la maestría, y con sus dos hijos que para ese entonces tenían entre cuatro y cinco años. Su esposa, una geóloga de la Universidad Nacional, es hermana de uno de sus amigos físicos por medio del cual la conoció. Tanto ella como Tejeiro consiguieron una beca y por eso fueron a parar a Europa.

Su tesis trató sobre la renormalización de campos cuánticos en espacios-tiempos curvos, una teoría que suena desesperadamente compleja pero que en sus palabras parece un poco más sencilla de comprender. Mientras explica cómo en este trabajo pretendía encontrar una parte de la solución a uno de los problemas que más ha inquietado a los físicos —cuantificar la gravedad—, en sus ojos de color azul grisáceo se lee una profunda emoción por enseñar.

Tejeiro acompañó a Leonardo Castañeda, un docente de la Universidad Nacional, durante su tesis de pregrado y maestría. Castañeda lo describe como un “gran maestro”. “Él nos ha marcado de manera muy positiva con la forma en que ve la educación, la vida y la física. Es un hombre muy profundo y con mucho análisis”. Para Leonardo, Tejeiro es como un padre.

En su regreso a Colombia, Tejeiro no solo se dedicó a la investigación, sino que también contribuyó a fortalecer el panorama científico en el país. En las universidades de Colombia en las que se podía estudiar física, temas como la relatividad todavía no estaban consolidados en los currículums de la carrera. Tejeiro comenzó a dictar el primer curso de Relatividad Especial y General. También armó un grupo de académicos del cual se formaron todos los profesores actuales del Observatorio Astronómico.

En un contexto colombiano que ha destinado su presupuesto y sus recursos a otras áreas, Tejeiro con los cargos administrativos que ha ocupado en la Dirección Académica o como decano de la Facultad de Ciencias y vicerrector de la Universidad Nacional, ha llevado a la física y a la investigación a la mesa de discusión. 

No obstante, es la dimensión docente de Tejeiro, que a su vez atraviesa todo su carácter, por la que este ha sido reconocido. Lleva más de 44 años como profesor, pero “nunca se ha sentido trabajando”. Por eso, sus estudiantes reconocen que las nuevas investigaciones están precedidas por los aportes de otros. Dicen que, como Newton una vez escribió, “estamos montados sobre hombros de gigantes”.

Sentado con una pierna cruzada sobre la otra, con una voz cálida que recorre las palabras de forma pausada y acaricia los silencios, la oficina sencilla pero acogedora de Tejeiro parece congelar el tiempo, un concepto todavía incomprensible pero que los físicos procuran medir. Tejeiro responde con seguridad y con una sabiduría que parece casi mística.

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Me contaron que disfruta mucho leer, que sobre todo autores como Borges le gustan mucho…

También, pero entre estos escritores el que más me encanta es Ernesto Sabato ¿sabías que él era físico? Cuando él se fue a Francia a trabajar sobre relatividad, se aburrió de la ciencia. Eso es lo que uno percibe cuando lee el primer libro que escribió recién renuncia a la física: Uno y el universo. Ese libro es una catarsis de todas sus contradicciones, de lo que es la vida humana y lo que es la racionalidad de la física.

Cuénteme un poco más sobre este libro ¿cuáles son esas contradicciones a las que se refiere Sabato?

Es una serie de cuentos que critican, de manera particular a nosotros los físicos, cuando comenzamos a perder las cosas encantadoras. Por ejemplo, un atardecer es bellísimo, pero entonces llega un físico y dice que la posición del sol es relativa al observador y que las propiedades ópticas de la atmósfera hacen que uno vea el color rojo y no el azul. Lo explica, y nadie le ha dicho a uno que tenemos que explicar todo lo que se ve, sino disfrutarlo. Este es el libro, te lo recomiendo, es fantástico. También, a los físicos, para que vivan tranquilos y no pierdan el encanto de la vida en la racionalidad de la ciencia.

¿Cuál es la relación entre la física y la filosofía?

Aun cuando tenemos que decir en voz alta que no somos filósofos, sino que somos racionales que decimos lo que se puede demostrar y formalizar, nosotros estamos cerca de la filosofía, en el fondo, allí está la raíz de todo, nos volvemos filósofos. Tienen la misma estructura de pensamiento, la filosofía responde preguntas con una estructura y lógica. La física es lo mismo, pero con matemáticas. Son dos formas distintas de abordar lo existencial.

Se suele ver la física como algo súper etéreo, pero en realidad explica nuestra realidad ¿cómo puede esta ayudarnos a entender mejor la naturaleza de conceptos tan cotidianos como el tiempo y el espacio?

Si parecen muy obvios, pero cuando uno los mira más de cerca, que es lo que hace la física, se encuentra con que son mucho más complejos de lo que uno se imagina. Ese es tal vez el encanto de la física, a pesar de que nosotros no tenemos la capacidad de percibir todo lo que predecimos de la relatividad, del tiempo y todo esto.

¿Cómo se conecta la física con la vida cotidiana de las personas?

Con la física conocemos al mundo, lo transformamos, construimos y entonces hay que decirlo, la física es la más eficiente. Funciona extraordinariamente, para bien y para mal. Por ejemplo, el GPS de tu celular. Con eso te ubicas aquí en la tierra, pero para que eso funcione, necesitas de la teoría más sofisticada que hay ahora en la física, que es la gravitación. O la medicina, que hoy en día está basada en un 90 % en física. Uno va a un escáner, el médico interpreta, pero todo lo que está detrás es simplemente análisis de radiación e información.

En el caso de la cosmología y el estudio del universo ¿se puede comprender en su totalidad?

No, no tenemos información, sino de la radiación que nos llega, de acuerdo con su intensidad, y de lo que podemos ver. Más allá, si no ha salido información no podemos saber con certeza.

Es decir, la física tiene sus límites…

Sí, pero un límite que la propia física conoce, que es la parte interesante. Es decir, sabemos, que no tenemos información y desde allí es que se construye. Si tú conoces tus limitaciones, las puedes manejar. La cosmología tiene ese encanto, que sabemos que no podemos penetrar en esas épocas remotas del universo, pero con lo que observamos podemos inferir.

¿Qué opina de la divulgación de la ciencia?

Que es muy importante. No solamente para que se enteren de lo que existe y está pasando, sino para que valoren el conocimiento. Uno nace en un mundo que ya está hecho y asume que siempre ha sido así, pero el hombre no siempre ha tenido esto. Lo que somos es el producto de todo lo anterior. La ciencia es uno de los campos que más permite, digamos despertar el interés por la realidad en todos los niveles.

¿Cómo se acerca usted a eso? ¿cómo llega a la física?

En el colegio yo era un poco “desordenado”. Estudié con los jesuitas en el San Bartolomé la Merced. Perdí el primero de bachillerato. No sé por qué me dejaron repetir porque yo era un desastre. El cura que dirigía el curso, insistió en que tenía que ponerme las pilas y salí adelante de alguna forma. Tuve un buen profesor de matemáticas y me fue bien en la aritmética. Por ese lado comencé y luego me encarreté con la física. Con mi grupo de compañeros, que son todos unos personajes, nos reuníamos y yo les enseñaba matemáticas, física y esas cosas.

Sus profesores lo ayudaron a encontrar su pasión entonces…

Sí, eso es importantísimo que siempre tenga todo niño en el colegio, alguna cosa que lo estimule, algo que lo encarrete y que se lo valoren de alguna forma. Un profesor malo es terrible, puede frustrar a un chino, pero si logra tener un profesor bueno, lo salva.

Si no fuera ni física ni matemáticas ¿Qué hubiera estudiado?

Qué pregunta tan difícil. Es que no tuve ningún tipo de duda. Mis compañeros y amigos del colegio casi todos fueron ingenieros, mi papá también lo era; pero a pesar de que le decían a uno, que sigue siendo muy tradicional: ¿Eso física para qué? Que eso no sirve, que eso no da empleo… nunca me planteé estudiar otra cosa.

Usted, después de estudiar el pregrado y la maestría, se fue a Alemania a hacer un doctorado junto con su esposa y sus hijos ¿qué fue lo más complicado?

La lucha inicial fue el idioma. Yo aquí no había tenido tiempo de estudiar casi nada de alemán, solamente un curso básico. Es un idioma extraordinariamente formal y estructural, tal vez por eso en ese sentido de estudio se me facilitó. Ya estando allá, para romper la barrera idiomática, se necesita afinar el oído.

¿Cómo es la academia en Alemania?

La sensación es que uno llega a la meca de la física en Alemania. Uno cree que es una cosita chiquita frente a todos los genios. Sin embargo, lo primero de lo que uno se da cuenta es de que uno tiene exactamente la misma formación que ellos tienen. Es decir, no hay ninguna limitación, es más que uno va con ese complejo de inferioridad. Yo ahora les digo a los estudiantes: "Ustedes vayan con plena tranquilidad que están muy bien formados, tienen exactamente la misma capacidad". Los alemanes no son seres superiores, pero son sistemáticos y trabajan juiciosamente.

En ese sentido ¿qué fue lo que aprendió de los alemanes?

Aquí en Colombia todo el mundo trabaja hasta las 12 de la noche, los estudiantes en las universidades, allá se tiene un horario de trabajo y se cumple. Son muy eficientes mentalmente. Aprendí de los alemanes que el tiempo libre es el tiempo tuyo como persona.

¿Qué fue lo que más extrañó aquí de Colombia?

La familia, claro, allá es muy importante, pero no al estilo de aquí. En Colombia uno vive generalmente donde estudia, el núcleo familiar está ahí. Eso allá no se tiene. El otro aspecto, muy famoso, es la comida. Bueno, uno extrañaba, pero al mismo tiempo comenzaba a conocer otras cosas. Por ejemplo, las estaciones son encantadoras porque las cosas van sucediendo de acuerdo al clima, eso se vuelve interesante.

Entre investigar y enseñar ¿cuál de las dos le gusta más?

Enseñar. Tengo compañeros dedicados a la investigación. Pero, yo no sería capaz porque es una vida muy solitaria. Sería cerrar esa puerta (la de la oficina) y sentarse a escribir papers (investigaciones). Si no es con un estudiante, no me interesa. Claro que realmente la investigación es natural a ser profesor, como debe ser. Uno lee cosas nuevas y se imagina, después se hace preguntas, pero cuando encuentro algo interesante para hacer, igualmente se lo pongo a los estudiantes a trabajar.

¿Cómo fue el salto a ocupar cargos como ser decano de la Facultad de Ciencias?

En 1993, a los tres años de llegar de Alemania, entré a la dirección curricular de física. Después hubo cambio de decano y Jorge Arias, profesor de aquí que todavía vive, me dijo: Véngase al Observatorio para armar toda la parte académica de astronomía. Entonces, como él dice, me sonsacó de Física. En ese año, no me acuerdo ni por qué acabé siendo decano de la Facultad. 

Y ¿cómo vicerrector de la Universidad Nacional?

Yo ya estaba de lleno en el Observatorio como director curricular y director, aquí armamos la especialización en astronomía y la maestría en enseñanza de las ciencias. Después volví a la dirección académica de la sede, y estando allá, llegó Ignacio Mantilla a la rectoría. Él me pidió tomar la vicerrectoría. Eso sí, nunca he dejado de dictar clases.

¿Cómo ve en general la física y la ciencia aquí en Colombia?

Nosotros formamos gente fantástica. Las oportunidades las tienen los estudiantes donde quieran y eso se ha demostrado. Yo sé que hay críticas sobre que no estamos formando gente para nosotros (Colombia), pero es que el país no tiene ni la capacidad de desarrollar las ciencias en este momento ni el interés político. Tenemos las ciencias, están ahí y se hace algo. Pero es muy marginal y no está dentro de, como dicen, el ADN de Colombia.

¿En qué momento de la historia llega la ciencia a ocupar un espacio dentro de la política pública del Estado?

Viene de la famosa reunión de Punta del Este con Kennedy, en la que se crea la Academia de Ciencias del Tercer Mundo y con esto todas esas políticas de institutos de investigación. Así llega Colciencia como el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación para financiar la Academia y las Facultades de Ciencias.

Desde entonces ¿Cómo fue cambiando Colciencias?

En 1993, se hace la comisión de sabios donde se conversó sobre qué se debía hacer para desarrollar la ciencia en Colombia. Obviamente, de todo lo que se dijo, no se ha hecho nada. Entre esas estaba que Colciencias tuviera una posición más fuerte mediante su paso a depender de Planeación Nacional. Toda la gente pensó que significaría más recursos. Funcionó por un par de años, pero con el cambio de gobierno, no le dieron el mismo presupuesto y los entusiasmos se bajaron. Fracasó la reforma de estímulos a investigadores, que consistía en darle un sobresueldo a los que publicaran. Yo estuve en esa lucha, pero cuando uno analiza, se da cuenta de que no está (la ciencia) interiorizada como política del estado.

A propósito del recorte al Presupuesto Anual del Ministerio de Ciencias y a la última polémica en que se ha visto envuelta esta entidad por los errores presentados en la convocatoria con la que se clasifica a los investigadores en Colombia ¿Cree que se necesita un Ministerio más robusto?

No, yo creo que en este momento no tenemos la capacidad de fortalecer ese ministerio. En contraste con países como Estados Unidos, que en los años 80 decidió hacer grandes inversiones en el desarrollo de partículas elementales, o años antes en el proyecto Apolo para llegar a la Luna, y meten al país entero en la política de apoyar la investigación durante 15 o 20 años, en Colombia, si el metro alcanza unos cuatro metros, llega otro y lo voltea para el otro lado. Son proyectos que no se mantienen a largo plazo.

¿Cómo ha vivido esto usted particularmente?

Tenemos problemas con los proyectos porque le piden a uno resultados, tres artículos, dos estudiantes graduados, ponencias… que está perfecto. Pero entonces aprueban el proyecto por uno, máximo dos años, que es muy poco tiempo. Uno no puede proponer un programa más ambicioso porque ni se lo aprueban ni dan el tiempo, y las exigencias no tienen sentido. En las investigaciones los recursos se invierten a largo plazo. Aquí no tenemos eso, pero lastimosamente lo que sí pasa es que tenemos gente buenísima.

En una Colombia ideal, ¿cómo podemos mejorar la investigación?

La investigación se hace en las universidades, incluso la mayoría de institutos que existen están ligados a estas. De hecho, la Universidad Nacional fue construida y pensada de esta manera, como un campus del conocimiento. Una concepción muy alemana. Pero después terminamos funcionando diferente. Por eso cuando no tenemos una visión a largo plazo, a pesar de que se haga con buenas intenciones, el siguiente que llega no sabe qué está pasando y lo cambia.

¿Es entonces el modelo alemán un buen referente?

El Ministerio de Ciencias en Alemania tiene una concepción diferente. En Alemania está el Ministerio de Educación, pero ahí solo está la educación básica y media, que es lo más importante para un país, educar a toda su población. La universitaria está dentro del Ministerio de Educación Superior e Investigación. Por eso estas instituciones están al frente de la investigación. Fíjate la posición tan diferente.

Toda su trayectoria ha sido aquí en la Nacional ¿para usted qué significado tiene esta universidad?

La universidad lo es todo. Desde su historia y el papel que ha jugado en Colombia ha sido absolutamente central y admirable. Es una comunidad en la que el que está aquí metido la quiere con el alma. Yo creo que ahí está parte del arte del asunto, y por eso es tan fuerte desde el punto de vista académico. Aquí ha habido gente valiosísima que ha aportado al mundo con grandes pensamientos. Esperemos que no seamos capaces de desbaratar la universidad, debemos ser absolutamente independientes de cualquier gobierno. El fondo de todo esto es seguir en la tónica de formar gente de bien.

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