Ángelo recuerda su infancia cobijado por el amor de su familia, a pesar de eso, cada vez que se sentía mal interiorizaba todo y permanecía mucho tiempo solo. “Para mí el colegio fue chévere, para mi mamá fue un dolor de cabeza”, dice. Desde pequeño era bastante inquieto y causaba problemas a los profesores. La separación de sus padres agudizó esa rebeldía. “Como a la edad de 15 años yo cogí la mía, a vivir mi guerra”.
A ésta edad Ángelo ya consumía marihuana y había probado el pegante, de allí siguió con otras sustancias. “Para que no me la montaran en la casa, prefería quedarme en la calle y así ya llevo 15 años”. Llegó a vivir al Centro de la ciudad, en la localidad de Santa Fe y en varias oportunidades estuvo a punto de perder la vida; “la última vez me pegaron tres puntazos en el pecho y si no se parte el cuchillo, me matan”.
No fueron solo estas situaciones de riesgo las que vivió en la calle, pues también aguantó hambre y estuvo a la intemperie por mucho tiempo, pero dice que la droga lo ayudaba a afrontar estos momentos. “El bazuco le quita el frío, el hambre, hasta pierde el amor por sí mismo, hasta pierde el amor por las personas”.
La forma como patrocinaba su adicción era con el ‘retaque’, un método para conseguir dinero sin hacerle daño a la gente: “utilizando solo la ‘parla’ y decir cualquier mentira”. Diario podía conseguir de 40 a 50 mil pesos y con esa plata iba a la olla, para fumar bazuco. Frecuentemente sentía desprecio por sí mismo, pues a causa del vicio se había convertido en una persona mentirosa y manipuladora, había llegado a vender ‘perico’ y a robar por su dependencia a la droga: “me sentía mal, pero todo se arreglaba con un carrazo”.
Después de haber pasado por tres separaciones se dio cuenta que “el malo era él”, dice Ángelo con nostalgia. Hasta ahora está recobrando a su familia, su hija Isabela de 3 años casi siempre lo veía drogado; “cada vez que me ve yo le hago mucho daño”. Desde que está en rehabilitación no la ha visitado, pero planea pronto verla. Hubo un momento en el que Ángelo tocó fondo y decidió buscar ayuda en los hogares de paso, de ahí fue a un centro de atención transitoria y luego llegó al lugar donde está ahora, Hogar el Camino. “Me gustaba la calle, hasta que me di cuenta de que lo había perdido todo. Yo no quería estar así, no es mi destino. Me di cuenta que ya había tocado fondo y me vine, todo se puede en esta vida”.
Ahora cuando se levanta, en las mañanas, hace ejercicio. También le gusta practicar basquetbol y leer, pues le ayuda a mantener la mente ocupada y así controlar la ansiedad: “uno con el tiempo adquiere la conciencia”. El encargado del área de actividad física y deporte, un funcionario importante en la comunidad de vida llamado William Bogotá, se enfoca en hacerlos participar hasta el límite de sus capacidades, teniendo en cuenta las dificultades motrices que tienen y los hábitos que tuvieron en la calle. Algunos tienen dificultades en cuanto a movilidad, coordinación o concentración. “Desde mi área se trata de hacer una reversión de los problemas que adquirieron en calle y poco a poco ir mejorando” dice William Bogotá.
Las terapias se enfocan en cambiar los malos hábitos de vida que cada persona tiene y Ángelo sigue en ese proceso: “yo todavía estoy muy débil para salir a la calle”, asegura. Lleva ya cinco meses en su rehabilitación, pero aún no está preparado para afrontar del todo su adicción, pues apenas se encuentra en uno de los momentos iniciales de desintoxicación. En el Hogar el Camino hay varias etapas, el momento 1 es para acoplarse a la rehabilitación; el momento 2 es terapia para fortalecerse y saber qué propósitos tienen; el momento 3 es crear un proyecto de vida; el momento 4 es hacer una ruta laboral y el momento 5 es cuando empiezan a laborar y ahorran dinero para cuando vayan a salir del proceso. Por otro lado, también tienen la opción de tomar cursos avalados por el Sena, Ángelo ya tomó uno de primeros auxilios y planea hacer el de gastronomía: “el que no aproveche esto es una hueva”.