N° 46: el recuerdo de los sótanos del infierno

Lunes, 28 Abril 2025 10:56
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Aura Falla, abogada de la Superintendencia de Sociedades, parqueó su carro en los sótanos del Palacio de Justicia. El seis y siete de noviembre de 1985, vivió la toma y retoma de cerca, eventos qué han dejado secuelas en su vida.

Palacio de Justicia, febrero 2025||| Palacio de Justicia, febrero 2025||| Sebastián Betancur|||
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Actualmente, se encuentra en debate un proyecto de ley promovido por algunos periodistas y senadores como maría Fernanda Cabal para prohibir la apología al terrorismo en actos públicos. Esto, busca que objetos como el sombrero de Carlos Pizarro y la bandera del M-19 no sean mostrados o mencionados por el actual gobierno argumentando que afecta la memoria de las víctimas de estos extintos grupos, como ocurre con los fallecidos y afectados por la toma del Palacio de Justicia.

En la mañana del 06 de noviembre de 1985 el aire se sentía pesado. Las amenazas a los magistrados de la Corte Suprema de Justicia por parte de Los Extraditables, organización criminal creada por los integrantes del Cartel de Medellín, retumbaban en la cabeza de la abogada de la Superintendencia de Sociedades Aura Falla. Su amigo, Manuel Gaona, magistrado de la sala constitucional de la Corte Suprema de Justicia, no había podido asistir a la reunión de egresados de la Universidad Externado por el miedo a ser asesinado.

El silencio de las calles junto con el cantar de los pájaros le hacían pensar en su amigo y compañero de estudio, una persona risueña y jocosa, pero que, cuando hacía su trabajo, era muy serio y estudioso.

Aura sacó su Renault 12 amarillo de su casa ubicada en la localidad de Suba, junto con su copiloto Gladys Jimeno. En otro carro llegó el magistrado Jaime Bernal y su esposa. El reloj marcaba las 8:15 am cuando ambos vehículos pararon en la entrada del parqueadero del Palacio de Justicia. Un celador le entregó a cada conductor la ficha de su parqueadero. Aura recibió la N° 46, la dejó a un lado y se dirigió al segundo sótano del lugar.

Al salir del carro con Gladys, la abogada cogió con su mano derecha la ficha y volvió a mirar el número 46, número que resuena en su vida. El 46 que tendría guardado en el mueble del comedor por más de 40 años, 46 que quedaría tatuado en su pasado, presente y futuro.

Los cuatro amigos se despidieron y se dirigieron a sus oficinas. Aura se encontraba un poco más lejos, a tan solo unas cuadras. Minutos después, llegó al edificio ubicado en la calle 14 #8-27 y subió al quinto piso. Su labor no daba espera y se sentó mientras contemplaba en dirección al Palacio de Justicia.

A las 11:30 am, Aura y sus compañeros empezaron a escuchar a lo lejos ráfagas de lo que parecían ser disparos y vieron como el cielo encima del Palacio de Justicia poco a poco se iba tiñendo de un gris oscuro. Todos en la oficina empezaron a hablar, a cuestionarse por lo que estaba pasando. La abogada caminó de un lado a otro pensativa sin tener idea de lo que estaba sucediendo. La guerrilla extinta del M-19 se estaba tomando el hogar de la rama judicial del país.

Toma del Palacio de Justicia 6 y 7 de noviembre de 1985. Tomado de: Canal InstitucionaPoco a poco la ciudad se iba enterando de lo que pasaba, todo empezó a salir por los noticieros nacionales. Aura y sus compañeros se preocuparon aún más cuando vieron desfilar por toda la carrera séptima un batallón del ejército comandado por el coronel Alfonso Plazas Vega, aunque por dentro de la abogada se sentía cierto alivio: “Gracias a Dios que con la llegada del ejército esto se va a calmar, y no habrá necesidad de desalojar nuestras oficinas ni nada”

Pasaron todo tipo de unidades, hasta carro tanques, algo que la población urbana nunca había visto más allá que en los desfiles del 20 de julio, lo que indicaba que la situación no era nada fácil.

El N°46 no dejaba de resonar en su cabeza, pero esta vez acompañado de imágenes fugaces y recuerdos que pasan rápidamente al saber que sus 14 compañeros de clase se encontraban allá encerrados. Gladys Jimeno, Manuel Gaona, Hernando Baquero y Alfonso Reyes Echandía son algunos de los magistrados en los que Aura pensaba, cada uno de esos 14 nombres se escuchaban como un pitido en su cabeza.

***

Toda la ciudad se veía gris, las calles del centro de Bogotá, que normalmente estaban abarrotadas de estudiantes, oficinistas y turistas, ahora se encontraban desoladas. Dos días después de la toma y uno de la retoma, las personas se veían sin ánimos, estaban de luto por las casi 100 vidas perdidas.

Aura Falla llegó desde muy temprano con la cabeza gacha, su mirada perdida y sin esperanzas de encontrar en el N°46 algún indicio de su carro. Vio cómo otras personas hacían fila de forma ordenada como si estuvieran esperando la apertura de puertas de un teatro. La diferencia: las miradas de todos estaban dirigidas hacia el polvoriento piso de concreto.

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Uno a uno requisaron a cada persona que estaba delante de la abogada en la fila. Al llegar a ella, le pidieron los papeles que demostrara que era su carro y la ficha N°46. Sin mayor problema la dejaron entrar por la puerta por la cual, al traspasarla, vería el inicio del infierno: el primer piso del Palacio de Justicia.

Con los ojos entrecerrados y caminando pausadamente, esperaba no encontrarse con ningún cuerpo. Vio como había escombros, restos de carros y, al fondo, la cafetería, el lugar donde murió Bernardo Beltrán, uno de los primeros asesinados del atentado. Las luces estaban prendidas, pero la visión de Aura se nublaba por los flashbacks al pensar en la masacre que hasta hace pocas horas se estaba efectuando por parte de del M-19 y del Ejército Nacional, que también fue acusado de diferentes muertes y falsos positivos, por lo que varios militares han sido condenados.

Cuando atravesó el primer piso, bajó las escaleras y llegó al primer sótano, lo único que vio era destrucción. Destrucción de todo lo que se encontraba ese día en el parqueadero, carros hechos pedazos, sin forma alguna, solo las latas y partes que ahora se encontraban deformadas. Sin embargo, lo material no era lo único que ya no era igual que hace dos días:

- “Manuel Gaona, mi amigo se había estado escondido en uno de los baños del Palacio y cuando por fin lo descubrieron, salió a una de las escaleras y gritaba: “por favor, no me maten, que yo tengo una hija de un año. Quiero vivir”; Y ese día lo mataron a él”, afirmó Aura…

Cada paso que daba Aura le hacía recordar a sus amigos, ex compañeros y profesores de su carrera en la Universidad Externado de Colombia, todos de la promoción de 1965, 20 años antes de lo sucedido.

Aura Falla contemplando el cuadro de la promoción 1965 de abogados. Tomada por: Sebastián Betancur

Aura siguió su camino lentamente, vio a cada uno de los costados y se recordó cómo era todo el seis de noviembre, como el olor había cambiado. Antes olía a humedad, tal vez un poco a tierra, pero ahora sentía cómo el polvo del concreto era aspirado por cada uno de los vellos de su nariz y penetraba en sus vías respiratorias hasta llegar a sus pulmones. Su boca estaba seca, de vez en cuando no podía evitar toser al sentir un cosquilleo en su garganta y, sin darse cuenta, su rostro se empezó a humedecer por algunas lágrimas que brotaban de sus ojos.

Poco a poco, Aura fue buscando el N°46 con la ficha en sus manos, el tacto era liso y se sentía el relieve del número escrito. Su cabeza estaba llena de cosas, solo volvía a pensar en el desfile militar que vio por la ventana de su oficina, el sonido de los disparos y las explosiones retumbaban dentro de su cabeza y los percibía tan reales que sentía como si todo estuviera volviendo a pasar, pero esta vez encima de ella, dos pisos arriba.

Cada vez se acercaba más al número que buscaba, los números ascendían al mismo ritmo de los pasos de la abogada, hasta que por fin vio el 46. La columna pintada no dejaba ver aún el Renault 12, solo un poco de la amarillenta parte delantera. Los sentimientos en Aura estaban a flor de piel, no sabía que se iba a encontrar, tenía miedo de haberlo perdido todo, de no volverse a subir todas las mañanas y poder tocar el volante, pisar los pedales y sentir el respaldo de la silla en su regazo.

Dio unos cuantos pasos más y pudo divisar su carro, no sabía aún bien qué pensar al respecto. El Renault 12 estaba polvoriento, su color estaba cubierto de suciedad gris, pero Aura se acercó a detallarlo y el vehículo no tenía un solo rasguño. No podía creerlo, recorrió el parqueadero en círculo con gran detalle, y no pudo encontrar nada malo.

Al llegar a la puerta del copiloto, Aura, con la llave de su carro en la mano, la puso en la cerradura, cogió suavemente la manija y por un segundo torció la cabeza hacia atrás viendo el N°46 con gran alivio lo que indicaba que sí, era su carro el que se había salvado.

Abrió la puerta y se subió al carro. Por un momento, se detuvo a sentir el olor de la tela que se sentía fresco y terroso, como si cada fibra de la cojinería guardara por un lado el dolor vivido, pero por otro la esperanza de haber encontrado su carro intacto. Aura movió sus caderas levemente de un lado a otro para acomodarse y recorrió con sus dos manos toda la circunferencia del volante. Sus manos sintieron el frío que emitía, pero poco a poco su cuerpo transmitió el calor que emanaba hacia el timón y su temperatura aumentó y se volvió cada vez más agradable al tacto.

La abogada respiró profundo. En el interior del carro el aire recorría con mayor facilidad sus fosas nasales y su tráquea hasta llegar a inflar sus pulmones. Introdujo la llave en el switch para luego girarla 90° hasta escuchar el leve rugido del motor al encenderse.

Antes de salir, puso en el asiento de su lado la ficha amarilla, el N°46. Salió de su puesto de parqueadero y empezó a emprender el viaje de salida del sótano del infierno. Su mirada era fija hacia el frente y pensó: “Sentí tranquilidad de que no perdí un bien, que es de lo poco que tenía, pero lamentando profundamente de las demás personas que murieron”.

Aura pensaba en las 94 víctimas mortales del Palacio de Justicia, pero especialmente recordaba a 13, una menos de las que tenía presente hace dos días. Gladys, su amiga, se había salvado por haber asistido a un congreso en la Cámara de Comercio. Pero sus otros conocidos y allegados no lo habían logrado.

La salida en el carro se sentía aún más lenta que la entrada a pie, sentía su cabeza caliente y sus recuerdos de las personas de las cuales aprendió, con las cuales compartió e incluso amigos con los que se veía a diario no estaban más en este mundo. No las vería nunca más y, aunque su carro había salido sin un rasguño, el país, la ciudad y Aura Falla no podían decir lo mismo.

- “Es un golpe supremamente duro, muy duro llegar a ver eso es como llegar, no sé, me imagino como a un infierno. Ya no ver uno las personas, ya no. El daño causado tan enorme para la sociedad, para el país, para todo el mundo, para la gente”.

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Lo que fueron unos pocos segundos, se sintieron eternos para Aura. Manuel Gaona, Jaime Bernal, Alfonso Reyes Echandía y sus otros 10 colegas del Externado, al igual que el N°46 no dejaban de quemar en su cabeza como recuerdos de los sótanos del infierno.

La luz del día por fin alumbró los ojos de la abogada y todo el interior del carro. Había sobrevivido a todo el infierno que muchos no lograron salir.

La Universidad Externado decidió hacer un acto simbólico al que fue invitada Aura, un día en el que, al igual que ella, ninguno de los asistentes sabía que hacer. Lo único que se les ocurrió fue poner una ofrenda de flores en uno de los árboles de la institución para conmemorar a cada uno de los 13 abogados perdidos.

Aura se sentía aliviada, no había perdido ningún bien material, pero sabía que días después cuando volviera a su trabajo a unas cuadras, nada volvería a sentirse igual, en su corazón y en su cabeza seguiría por siempre ese vacío que ni 40 años ni un acuerdo de paz lograrían llenar. Ahora, en el estudio de su casa contempla el cuadro de la promoción de 1965 y recuerda todas las vidas perdidas, el dolor causado y lágrimas que no pueden evitar caer por su rostro.

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