La fuga de cerebros hace perder el talento humano que Colombia tanto necesita

Martes, 25 Agosto 2020 08:27
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Cada vez que pienso en que el final de la etapa académica está por llegar, me aterra el simple hecho de no saber qué vendrá. Menos aún, cuando una pandemia que súbitamente ha puesto todo de cabeza, amenaza con modificar cada plan que se haga a futuro. El simple hecho de pensar en tener un primer empleo me asusta. No por ser incapaz de hacerlo, sino porque el salario de los profesionales es tan irrisorio, que la retribución a esa inversión en educación no se va a ver en un futuro próximo, es más, quizá, nunca se vea.

 

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No es solo una apreciación personal. Es un común denominador entre cientos de jóvenes que cada año se gradúan de educación superior con el sin sabor de lo que vendrá después, con temor al rechazo y, a la poca oportunidad en el vasto y competido mundo laboral. Como lo reveló la revista Semana, en su artículo “la generación en suspenso” el 24 de julio pasado,  el coronavirus irrumpió en los planes y sueños de miles de jóvenes. Además de la soledad y el vacío, quienes no puedan seguir en la universidad o buscan trabajo por primera vez sufrirán consecuencias económicas irreparables.

Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), el nivel de desempleo en Colombia durante el trimestre comprendido entre marzo y mayo fue del 17,8 %, lo cual representó un incremento de 7,2 puntos porcentuales respecto al mismo periodo del año 2019. Igualmente, el porcentaje de jóvenes que se encuentran dentro de la tasa de desempleo es del 22,8%. Es decir, una población de al menos cuatro millones de jóvenes entre los 18 y 28 años de edad están sin trabajo, y al menos la mitad de estos son profesionales en diversas áreas. Sumado a esto, la inaplacable pandemia ha hecho que muchos adolescentes opten por desertar de la universidad, lo que además del desempleo traería consigo graves consecuencias a nivel social.

Tanto las estadísticas, como los testimonios dan cuenta de una acrecentada crisis, que hasta los expertos afirman, afecta mayoritariamente a los jóvenes. Esta nueva generación del “suspenso” se encuentra en una incertidumbre constante, dadas las pocas oportunidades que nuestro país le puede ofrecer a los nuevos trabajadores. Generaciones para las cuales el acceso a la educación superior sigue siendo un privilegio, y a la vez un reto para esos pocos quienes no cuentan con la solvencia económica, y a final de cuentas deben endeudarse para poder sobresalir en medio de una sociedad que se ufana de ser desarrollada, pero que cada vez hace más visible las distinciones sociales.

Estos factores solo pintan, en el panorama de los jóvenes colombianos, un futuro en el que la educación, tal como lo dijo el sociólogo colombiano Rodrigo Parra en su artículo para la revista CEPAL en la edición N°29, “no entusiasma, y no asegura ni empleo ni movilidad social, y una sociedad sin un modelo claro de futuro en que ellos puedan insertarse”. Es esta inestabilidad social, los sueldos bajos y, las condiciones de trabajo adversas, las responsables de que en nuestro país haya una inmensa “fuga  de cerebros”, de talento humano que ven en otras naciones del mundo una oportunidad que su casa no les pudo dar. 

No es para menos, entonces, recordar lo que dice Fernández en su investigación Fuga de cerebros: el mercado de talentos y sus secuelas,  “los recursos humanos son uno de los más valiosos y costosos bienes que un territorio puede tener”. No por nada, países como Canadá, Suiza, entre otros, se caracterizan por tener sociedades más civilizadas y avanzadas. Esto es, porque la mayoría de veces, es allí donde nuestro talento frustrado, encuentra las garantías que nosotros como país no supimos darle, a una capacidad que merecía ser aprovechada al máximo.

Ya casi ningún joven profesional se proyecta a futuro en su país de origen, es más frecuente escuchar que sus planes son seguir las carreras académicas en otro país y ejercerlas allí. Ahora más que nunca los países “subdesarrollados” están viendo con preocupación cómo su talento joven se desvanece, y crece en naciones desarrolladas.  Cuando estos profesionales emigran, se produce la pérdida de este gran capital, que por el contrario se convierte en ganancia para los países desarrollados que no han invertido ni en su educación ni entrenamiento, como lo dice Renzo Sotomayor en su artículo Globalización y la responsabilidad de los países en desarrollo: el caso de la migración de los profesionales de la salud. 

En definitiva, es menester tanto de nuestro Estado, como de las empresas, así como también de los países desarrollados que esta “fuga de cerebros” se reduzca o, mejor aún, beneficie a todas las partes. Es así, que nuestro país con la implementación de mecanismos o incentivos puede “retener” el recurso humano que quiere irse, y tratar de recuperar a aquel que se encuentra afuera para que el avance de nuestra sociedad sea eficiente.  Asimismo, es importante que empresarios y el gobierno trabajen conjuntamente para que se pueda dar a nuestros profesionales las garantías, herramientas e incentivos necesarios para que la motivación de quedarse sea aún mayor. 

Tal como lo vimos recientemente con la primera dama de la Nación, María Juliana Ruiz, en alianza con la compañía Teleperformance, quienes anunciaron la disponibilidad de cien mil nuevos empleos para jóvenes en todo el país. Sin embargo, considero que esta clase de alianzas deberían hacerse con un catálogo de empresas más amplio. Ya que esta compañía, en lo particular,  ofrece servicios de atención al cliente en diversas partes del mundo, trabajo que requiere un bilingüismo certificado, y seamos honestos, si el acceso a la educación es difícil, el bilingüismo es otro privilegio.

El Sistema Nacional de Información de la Educación Superior (SNIES), dice que en el año 2018 al menos dos millones de personas eran estudiantes de educación superior, comparados al 1.2 millones que en ese mismo año decían ser bilingües, aunque solo el 54% de esta cifra lo certifica, según publicación del portal web portafolio.co.

Además, celebramos la decisión del gobierno y del Congreso de aceptar las prácticas profesionales, y otras actividades dentro de la academia como experiencia laboral, mediante la ley 2039 de 2020. Este es el camino del cual no podemos desviarnos, se trata de unir esfuerzos para que el talento humano colombiano pueda quedarse y desarrollarse con plenas garantías, y demostrar el talante que tenemos para avanzar y el cual siempre nos ha caracterizado.