Del beso de la post pandemia al beso de la soledad

Viernes, 22 Mayo 2020 19:09
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El New York Times, en un artículo titulado What Single People Are Starting to Realize (lo que la gente soltera ha comenzado a darse cuenta, en español), nos hace plantearnos la siguiente pregunta: ¿Cuál será y cómo será el primer beso que daremos en la post-pandemia? La reflexión estriba en el siguiente dato dentro del artículo de Nayeema Raza, sobre lo que la gente (soltera) ha comenzado a darse cuenta en esta pandemia es de lo siguiente: 'Yo no quiero morir solo o sola'.

Faber, trastornado por la droga (Mayo, 2020)||| Faber, trastornado por la droga (Mayo, 2020)||| Fátima Martínez|||
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Anoche, a altas horas de la madrugada, sentí un beso en la frente que me despertó. No fue un sueño, fue una sensación nueva, la de un beso, habitando sola y en medio de la noche, sin duda, me alteró el sueño. La sensación de un beso después de tanto tiempo...

De la sensación de anoche a la reflexión que nos suscita el New York Times en el mencionado artículo: ¿cómo están llevando la pandemia quienes viven solos, quienes sobreviven solos o quienes están, lejos de sus familias, soportando los meses en soledad? Más allá del primer beso de la post-pandemia, hemos de pensar en quienes han de besar su soledad sin herirse a sí mismos y sin caer en su propio encierro psicológico, como les ha sucedido a millones de personas que habitan en las calles o caen en la drogadicción. Por eso, el beso de la soledad puede ser como el beso de Judas, un beso que nos traicione sin quererlo. 

De esa soledad, a la que tan acostumbrada estamos algunos, nacen miles de preguntas: ¿Por qué hemos elegido estar solos si es que lo hemos elegido? Hace unos días, un amigo de España, casado y con hijos, me preguntaba después de estar charlando en línea un rato, '¿y el amor?'. Por mi parte, le dije, con total tranquilidad, primero pregúntame si soy feliz, y te responderé que sí. 

La vida no es lo que decidimos nosotros que sea, sino muchas veces, lo que nos ha tocado vivir. Por ejemplo, nos toca vivir una pandemia, y sobrevivirla porque no tenemos alternativa. Y si estando sola, ¿enfermo y muero? Ha tocado así. Después de una década viajando sola por muchos países es la pregunta que suelo hacerme, si un día me pasa algo o desaparezco, quién se lo contará a mi familia y dónde podrían buscarme para enterrarme, si es que pudieran encontrarme.

Mucho antes de la pandemia, esa pregunta sobre la muerte, a buen seguro que muchos nos la hemos hecho en múltiples ocasiones. 

Del beso en la frente al beso de la soledad y al beso de la post-pandemia, hay agigantados pasos para entender por qué y cómo elige una persona vivir. Mi querido Andrés, por ejemplo, de Santa Marta, inteligente y guapo, de treinta pocos, decidió vivir en la calle y darse a la mala vida. Y sin embargo, sonríe y enseña sus dientes feliz. La droga, todavía, no ha consumido su dentadura después de muchos años, pero sin embargo, sí consumió la dentadura de Faber, a quien apenas le quedan dientes, pero a quien llaman, paradójicamente, 'el muelas', cuando apenas le quedan muelas. 

Tal vez las preguntas no sean cuál será el beso de la post-pandemia o cómo están sobrellevando su soledad en medio de un encierro, sino qué anhelan verdaderamente o qué es lo que están echando de menos. Los viajes, los restaurantes, un buen trabajo o poder salir a la calle sin tapabocas. Los cuestionamientos, ahora, se cuentan por miles. ¿Y saben por qué? Porque el tiempo nos obligó a parar nuestro reloj, a habitar con nosotros mismos, a hacernos soportables ante el dolor y la muerte, y aún así, seguir frente al desafío de un mañana perecedero en el pasado mañana. 

La misma vida nos amarró al desafío de ser precavidos para vivir.

La pandemia que nos despierta la conciencia ha llegado para habitarnos desde dentro por un tiempo que se asemeja a un infierno. Sin embargo, sueñen, que lo imposible, sigue en estado de espera, como una estrella, aunque se presente negro el firmamento. Anhelen, que las saudades, cuando menos las esperen, pueden que lleguen. Amen, hasta este encierro, porque será pasajero, como un mal sueño, y quédense con un beso en la frente, en medio de la noche, de quién sabe quién vino a portarnos un poco de amor de un profundo sueño.