El Hare Krishna que conquistó Bogotá

Lunes, 02 Diciembre 2019 11:48
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Un hombre de 37 años, en una comunidad religiosa de India poco conocida. Su vida está entre la danza, la música y el culto con sus allegados, esperando que las practicas de ser Hare Krishna sean conocidas en una ciudad caótica.

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“Hare Krishna, Hare Krishna, Krishna, Krishna, Hare Hare, Hare Rama, Hare Rama, Rama Rama, Hare Hare” iba recitando al compás del ritmo que provocaba un tambor forrado en piel de vaca. Cantaba, se esforzaba, y con devoción se arrodillaba frente a la deidad. Él es Acintya, un devoto Hare Krishna de 37 años que todos los días se levanta con la intención de hacer servicio en nombre de su Dios. Vive en Bogotá, una ciudad llena de caos, contraria a las costumbres y creencias que él predica.

Son las cuatro de la mañana, las madrugadas bogotanas son frías y en el templo del barrio Santa Isabel en el sur de la capital, se siente la presencia de Acintya al entrar al recinto. ––Hare Krishna–– le dice a su comunidad. Él es maestro de muchos y discípulo de otros. Se quita los zapatos, se arrodilla y mientras canta un mantra pone su cabeza en el piso para así comenzar el ritual de despertar para su deidad, Krishna.

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De sus labios salen cantos que demuestran su devoción a la religión, a su familia, a su Dios. Desde hace 15 años predica su religión. Tras muchos años de sufrir de depresión y sentirse ajeno a su vida, conoció a los Hare Krishna por un pariente cercano. Decidió acudir a sus cultos y hasta hoy, lo sigue haciendo, se volvió en uno de sus más fieles devotos. Recita y toca con ganas las panderetas que indican un nuevo día de Krishna. Ya son las siete de la mañana y Acintya, como maestro da una clase sobre su texto sagrado, el Bhagavad gita.

––El servicio es lindo se basa en hacer cosas que casi nadie hace sin apego a las cosas, nosotros tenemos la creencia de salir a las calles a vender nuestros libros. Así me ignoren, eso no me afecta ya que yo no tengo apego por lo material. Gracias a ellos yo puedo difundir la sabiduría de mi maestro, de mi dios, Krishna–– dice Acintya. De eso se trata, de pensar que la acción no siempre provoca una reacción, complementaba mientras caminaba con su esposa hacia la estación de Transmilenio.

 ––Él todos los días sale con convicción a demostrar su amor a Krishna. Nos montamos en Transmilenio a mostrar el servicio que exige la deidad–– relata su esposa.

Mientras espera el vehículo, se prepara mental y físicamente. Garantiza que la túnica blanca que lleva puesta esté en su posición. Acomoda su mochila, se pone un micrófono que no suena muy bien y entra al bus diciendo: ––Om Shanti, Hare Krishna, buenos días. Soy un monje vegetariano, animalista, miembro de la revolución de la cuchara ––. Con este discurso, se montó a casi cuatro buses entre la estación de Salitre Greco y la Calle 26.

Salir a los buses a difundir su discurso es parte de la identidad de Acintya. Este acto es muestra del día a día de muchos de los monjes que pertenecen a esta religión. A pesar de que chocan con la vida citadina de los bogotanos, por el ajetreo en el que viven los ciudadanos comparados con el estado de meditación y tranquilidad en el que viven los devotos. A los Hare Krishna solo les importa salir a hacer lo que les toca y volver a los templos con parte del dinero que ganaron para compartirlo con su comunidad.

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Por extraño que parezca, la filosofía hindú de la que vienen las creencias de los Hare Krishna, afirma que el ser humano debe ser ajeno a lo caótica vida occidental. De las misma manera en Bogotá, los Hare Krishna buscan la tranquilidad a pesar de la ruidosa vida , llena trancones y con particularidad occidental de la capital de Colombia. Para los devotos es un tipo de meditación salir a las calles a predicar sus creencias, como en Transmilenio.

Los templos son sitios de acogimiento de las comunidades. Acintya vive en uno de ellos y, a pesar de estar casado, duerme separado de su esposa en un cuarto de dos metros por dos metros. Hace servicios para llevar dinero a los templos y de esta manera soportar la comida y dormida de los devotos. Viven todos juntos: en el segundo piso duermen los hombres y en el tercero, las mujeres. El voto de castidad hecho por todos los feligreses permite que su vida en comunidad sea separada para evitar las tentaciones.

Parte de los trabajos que hace en servicio al templo es dar clases de yoga. Para él, esta práctica lo lleva a un estado de meditación en la que puede transmitir parte de la sabiduría de Krishna. ––­­Si entendieran lo que realmente significa hacer yoga, cada día de su vida lo practicarían–– afirma Acintya. Parte de su transición fue gracias al yoga. Al tener un acercamiento con la comunidad, empezó a asistir a los templos a hacer yoga y seguir las meditaciones. Con el paso del tiempo, su manera reiterada de ir a las clases hizo que terminara haciendo parte de la religión. No nació siendo Hare Krishna, él se hizo, y a pesar de las tentaciones, hace 15 años se entregó completamente a la religión.

También, día y noche, empijaman, dan de comer y visten a una imagen de la deidad como muestra del gran amor que le tienen. A pesar de lo extraño que pueda resultar, para ellos es normal tratar a la figura que representa a Krishna como si fuera la misma deidad. Le dan desayuno, almuerzo y comida. La visten de acuerdo al día, sus vestidos son hechos a mano. Los devotos son los que hacen posible que la deidad pueda descansar y estar cómoda en cualquier momento del día. Según Acintya, esto es muestra de las raíces culturales traídas de oriente, en donde es común hacer esto por los dioses y diosas existentes.

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Cada fin de semana va a casa de su madre, Triveni Dasi, que desde hace diez años es Hare Krishna. Gracias a la devoción que Acintya le mostró hacia su Dios, ella también decidió serlo. ––Me alegré mucho al saber que era Krishna ya que en esta cultura no se puede tomar, ni hacer cosas malas. Él tenía unos amiguitos y amiguitas que no me gustaban, pero desde que es Krishna es mejor––relataba Triveni.

Su vida se diferencia de las de las personas de la ciudad ya que su parte espiritual va más allá de lo material. Convive en una casa con más de 30 personas. Su vida la ha enfocado en una religión que viajó desde India a Bogotá para enseñar una filosofía distinta a la que se pronuncia en su país, de vivir en medio del dinero, apego al lo material y al deseo. Los Hare Krishna, piensan todo lo opuesto a esta tendencia de occidente. Prometen un voto de celibato hasta el momento que quieran tener una pareja, viven con lo necesario y no tienen apego al dinero. Sus costumbres son diferentes, por ejemplo, en el caso del matrimonio.

Acintya se casó en 2018 con Yiva Tarini, devota Hare Krishna desde su nacimiento. Antes de tomar la decisión debieron consultar a su maestro espiritual sobre su unión. Cuando este les dio su bendición, fueron al astrólogo, quien les leyó las cartas astrológicas. ––Según la creencia Hare Krishna, cada persona tiene un nivel de compatibilidad con la otra, si este supera el 80% no se permite que la pareja continúe con la unión ya que por ser tan iguales, podrían terminar divorciándose–– contaba Acintya entre risas.

Por fortuna, Yiva y Acintya tuvieron una compatibilidad del 75%, por lo que se pudo llevar a cabo la ceremonia ­­­­––A mi me vistieron de rojo el día de la boda, mis amigas me maquillaron, me hicieron detalles en henna y me alistaron para la ceremonia–– dijo Yiva. La boda se llevó a cabo en una de las fincas con las que cuenta la comunidad. Como costumbre, se hace un ayuno, por aproximadamente cinco horas, se recitan mantras y luego se realiza la ceremonia como tal.

Entre risas Acintya relataba ––Recuerdo a mi maestro diciendo que desde el matrimonio si iba a saber lo que era la vida espiritual. Hoy sí sé lo que es la espiritualidad––

Hoy Acintya sigue saliendo a los buses a repartir parte de su creencia. Unos días sale junto a su esposa o junto a otros devotos. También da clases de Yoga en dos de los templos que tienen en Bogotá. Al llegar come de lo que queda del restaurante, se lava las manos y se prepara para el último rezo del día. Junto a su esposa y con otros devotos, con alegría empiezan a decir “Govinda Bolo Hari Gopal Bolo, Govinda Bolo Hari Gopal Bolo, Bolo Bolo”, que en español significa “Cantar el nombre de Radha despierta este amor dormido dentro de cada uno de nosotros”.