Las emisiones de los más de dos millones de vehículos que conforman el parque automotor de Bogotá se suman a las emanaciones de las múltiples fábricas ubicadas en el suroccidente de la ciudad y a los incendios de los llanos colombo-venezolanos.
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Simultáneamente, los habitantes de Bogotá hacen un gran peso en la contaminación del aire de la ciudad por la mala praxis a la hora de organizar los residuos que generan diariamente. Es por esto, que muchos capitalinos están viendo su salud afectada y en riesgo ante las múltiples amenazas que presenta la contaminación del aire.
Según el observatorio de la calidad de aire de Bogotá, de la Secretaría de Salud, el aire que cubre la ciudad no es tan puro y sano como debería serlo. Dieciocho de las veinte localidades que conforman la capital mantienen índices estables de compuestos químicos peligrosos en el aire, sin embargo, ocasionalmente se encuentran al límite de entrar en alerta amarilla. Alerta que solo dos localidades mantienen la mayoría de los días del año, Kennedy y Ciudad Bolívar. Pero, ¿Por qué estas dos localidades se mantienen constantemente en alerta amarilla?
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La principal razón de que el smog contaminante que se cierne sobre la ciudad se encuentre de forma reiterada sobre estas dos localidades es la geografía de la capital. Los cerros orientales generan una serie de corrientes de aire que descienden por aquellas faldas boscosas y arrastran el aire contaminado hasta el suroccidente de Bogotá. Donde el aire se queda estancado principalmente porque pierde el impulso de las montañas y también, la mayoría de fábricas internas de la capital se encuentran en esta zona.
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De este modo, Bogotá se encuentra en una situación peligrosa. Hay días que el aire es tan puro como el cerro de Monserrate, pero otras semanas, tan oscuro y contaminante como la boca del volcán Vesubio. Las autoridades pertinentes deben no solo vigilar a las industrias, sino también al gigantesco parque automotor y a la masiva tala de árboles. Esto, por la salud de los bogotanos.