En la agitada cotidianidad del centro de Bogotá, entre fuertes lluvias y charcos llenos de tierra de esquina a esquina, se observan personas dedicadas a lustrar con sus manos el calzado de algunos transeúntes.
Por una mala postura en su trabajo, sus espaldas sufren dolores debido a la constante inclinación al lustrar los zapatos. Sus jornadas laborales superan las nueve horas, con el objetivo de alcanzar algo más que el mínimo necesario para sostener a sus familias en una ciudad fría, donde el clima suele ser inclemente.
Agradecimientos especiales: Fernando Acosta