“Él me amará toda la vida”, recuerda su esposa Elsa Victoria. Héctor Fabio, un hombre dedicado a su familia y a su trabajo, partió de este mundo el 11 de abril a las 10:00 am en brazos de su amada Elsa. Se fue dejando corazones destrozados por su ausencia, pero así mismo dejando huellas en todas las personas que lo conocieron.
La fotografía eligió a Héctor Fabio, pues al tener 17 años debió aprenderla por sus propios méritos para poder sostener a su familia, ya que iba a tener su primera hija. Esta profesión le enseñó a ver la vida diferente y eso fue lo que lo convirtió en un gran ser humano.
En su mente estaba primero ayudar y pensar en el otro, ya que era la manera de transmitir su pasión. “Héctor fue una luz que me guio por mucho tiempo cuando estaba caminando en la oscuridad y la cual no sabía qué se iba a extinguir sin tan previo aviso”, comentó Julián Camilo Sotero, su monitor por dos años en su clase de fotoperiodismo en la Universidad del Rosario.
https://www.youtube.com/shorts/vcJG-veGui8
El homenaje inició a las 2:16 pm con las palabras de Juliana Colussi, directora del programa de Periodismo y Opinión Publica en la Universidad de Rosario. Pasados unos minutos le dio paso al decano de la Escuela de Ciencias Humanas, Carlos Patarroyo. Él recordó a Héctor como el buen hombre y profesor que fue. “No murió lentamente, no tenía miedo, hacia todo lo que le alegraba el espíritu, enseñaba para transmitir lo que amaba, la fotografía”.
Seguido de Patarroyo, tomó la palabra Mariana Guerrero, su colega de El Tiempo y ex estudiante. Mientras leía sus notas trajo a la memoria de los presentes las personas que ayudó el fotoperiodista. Una de las más bonitas y reconocida historia es la de Rosita, una señora de aproximadamente 56 años que vende pan con tinto al frente del claustro de la Universidad del Rosario. Con sus estudiantes Héctor Fabio le mostró el arte de la fotografía, y ella quedo tan enamorada que desde ese momento es el medio que le ayuda a llevar alimento a su casa. Además, Guerrero mencionó alguno de los más importantes premios que se ganó el profesor por su gran desempeño como fotógrafo y resaltó una de sus mejores tomas, el beso de los invisibles que quedó inmortalizado en un inmenso grafiti en la calle 26.
Julián Sotero, su monitor de clase fue el siguiente en tomar la palabra. “Su sonrisa era lo que predominaba en su rostro. Fue mi profesor, un compañero de trabajo, una figura paterna, mi amigo, la persona que nunca dejo de creer en mí y que siempre estaba pendiente de cómo estaba yo”.
Héctor dejó tanto en Julián y cada uno de sus estudiantes una herencia, una esperanza por conseguir la paz. Un claro ejemplo de esto fue el documental que realizó con 16 de sus alumnos en el departamento del Meta, donde pudo enseñarles a los guerrilleros a tomar fotos y así lograr que estos cambiaran las armas por las cámaras.
https://www.youtube.com/shorts/vcJG-veGui8?feature=share
Para dar cierre a los discursos tomó el micrófono su esposa Elsa Victoria, la cual en medio de su voz entre cortada y lágrimas sacó fuerzas y recordó: “el hombre que me enseñó a amar y con el que quería estar toda la vida. Héctor Fabio fue para ella más que su compañero sentimental, fue su cómplice, colega y amigo. Además de eso la convirtió en mamá, le regaló dos hijos, Jacobo y Guadalupe, y a pesar que por el trabajo del fotoperiodista pudo compartir muy poco con ellos eran su todo. “Se fue siendo mi ser apasionado, lleno de dulzura, la persona más humilde y humana. Todas las virtudes que uno le pueda dar a alguien, él las tenía”.
En medio del homenaje se develó la herencia fotográfica entre las que se destacaban los viajes que hizo con sus estudiantes, sus cubrimientos de trabajo, sus ayudad sociales y la fotografía de su compañera más fiel, su cámara CANON.