El silencio, el preferir guardarse las cosas y no expresar lo que siente son características de la personalidad de Luis Felipe Ospina Puerta, un joven de 24 años, estudiante de administración ambiental y acordeonero. Nació el 6 de septiembre de 1995 en Bogotá, su familia es muy risueña y extrovertida, pero él es todo lo opuesto. Cuenta su hermana Mayra Alejandra que es muy decente, reservado, callado, solo habla si alguien más toma la iniciativa de iniciar una conversación, sin embargo, gracias a su ternura se hace adorar.
Mide 1.70 metros, es delgado, su piel es blanca como la leche, su cara tiene pequeñas cicatrices debido a que en su adolescencia tuvo problemas de acné;sus manos son pequeñas y suaves como las de un bebé, es lo que más resalta su cuerpo cuando toca su acordeón, su cabello es café claro y corto, es de ojos cafés que reflejan tristeza, su boca es pequeña, rosada y bien perfilada.
Su novia Jenny recuerda que es muy nervioso, cuando maneja altos niveles de ansiedad suele sacarse las yucas de las manos y del cuello, cosa que a ella le molesta. Es tímido, pero cuando entra en confianza se ríe. Prefiere llevar una vida privada, sin tener confidentes. “Me gusta más escuchar que hablar, ayudar es algo que disfruto”.
Es un apasionado por los gatos, y más que todo por su gata Nina. Tiene una obsesión por ella, la considera como una hija, la humaniza, la trata como si fuera lo más apreciado que tiene en la vida. Es una gata negra, de ojos verdes, de temperamento fuerte, no le gustan los niños, suele comer carne y pollo además de su concentrado y con la persona que más suele pasársela es con Felipe.
El vallenato llegó a su vida desde muy pequeño. Gracias al gusto musical de su familia Ospina se volvió amante a este género. En el año 2012 hizo un viaje a la Costa con todos sus familiares y allí nació un sueño, crear un conjunto musical. Esto se dio porque a todos sus primos les gustaba tocar una un instrumento musical, la guacharaca, la caja vallenata y el acordeón. “Al volver de ese paseo mi tía Consuelo me regaló un acordeón de cumpleaños y desde ese momento empecé a buscar academias para estudiar este arte”.
Unos años después de haberle cogido amor al vallenato y de haber aprendido a tocar este instrumento les dijo a sus padres que quería estudiarlo en Valledupar para sentir esa pasión en una tierra nativa de este género. Y se fue 4 meses a probar suerte y ver cómo le iba. Estando allá se dio cuenta que él quería tocar, que le gustaba mucho pero no se podía quedar con solo eso porque necesitaba como tal una profesión por ello reflexionó y pensó cuáles eran sus gustos y habilidades y concluyó que era el tema ambiental.
Al regresar empezó a buscar alguna universidad, se presentó en la Piloto de Bogotá y allí empezó para estudiar administración ambiental. “Otra cosa que me motivó a estudiar esa carrera fue que una joven de administración ambiental presentó el examen del ECAES (Examen de Calidad de Educación Superior) y fue el mejor resultado”. Siguió estudiando, sus dos pasiones, el acordeón y el medio ambiente, solo que el primero lo volvió más como un hobby que como una profesión como tal, puesto que la universidad y su trabajo requiere de mucho tiempo.
En la actualidad está muy cerca de presentar la tesis para graduarse como administrador ambiental, el estudiar esta carrera hizo que se volviera un cuidador y amante por el medio ambiente. Realiza campañas para el reciclaje, visita los páramos y hace reflexiones con personas menores. Además de ello trabaja en el bar del Club Militar de Bogotá, el cual maneja el horario desde las 2 de la tarde hasta las 3 de la mañana lo que le impide compartir tiempo con sus amigos y familia. Su sueño es seguir tocando acordeón por muchos años para deleitarse de su sonido y poder ubicarse en un trabajo donde pueda ejercer su carrera principal, la administración ambiental.