Ana Belén Charry ha hecho algo que muy pocos pueden lograr: unir las dos pasiones de su vida y vivir de ellas. Esta antropóloga que se crio en el seno de la comunidad indígena Cofán, en el departamento de Putumayo, ha dedicado sus últimos seis años a viajar a lo largo y ancho del país investigando acerca del origen y la importancia de los platos típicos de las comunidades de Colombia. Una buena parte de sus travesías fueron a bordo del proyecto de la chiva 'La Chefcita', en donde Charry enseñaba y aprendía de los conocimientos ancestrales de las cocineras de diferentes zonas del país.
Hoy en día, esta cocinera que fue finalista del reality Master Chef en el año 2016, se dedica a comunicar sus habilidades culinarias en su cuenta de Tik Tok, en donde ya cuenta con más de un millón de suscriptores. Por ende, esta influenciadora ha logrado combinar la antropología, la cocina y las redes sociales para hacer de su trabajo una pasión.
¿Cómo se complementan la antropología y la cocina?
Tanto la cocina como la antropología tienen como característica que ambas buscan ahondar en el desarrollo de las actividades humanas. La cocina celebra el lado humano que tenemos como seres. También, considero que la cocina es un fenómeno social y podemos vislumbrar a través de ella ciertos comportamientos y tradiciones que nos ayudan a comprender mejor a nuestra sociedad.
¿Cuál es la influencia de haber vivido con la comunidad Cofán en su cocina?
Los cofanes no entienden los sabores de la misma manera que lo hacen los occidentales. Ellos tienen doce sabores, mientas que nosotros apenas tenemos cinco. Entonces, ellos manejan un nivel de precisión impresionante en su comida, esto es algo que yo he intentado trasladar a mi cocina.
¿Hay alguna receta que o alimento que describa a la sociedad colombiana?
Yo me hecho esa pregunta varias veces. Yo tenía en mi cabeza el posicionamiento gastronómico de internacional que han tenido países como México y Perú con los tacos y el ceviche. Pero la cocina colombiana se ha ido creando desde una visión muy regionalista, lo cual ha construido unas barreras muy marcadas en el país. Una característica que he visto que se comparte en muchas partes es el principio de abundancia, lo cual es una muestra del aprecio y el cariño que hay hacia el comensal.
¿Qué tan difícil es llevar las recetas típicas ancestrales que generalmente se hacen con leña a una cocina profesional de un restaurante?
Siempre va a ser retador pasar de un formato tradicional a un formato profesional. También, pienso que hay una especie de colonialismo gastronómico que viene de los emplatados de la alta cocina ideados en Europa. Es por esto que es un reto complejo llevar una receta tradicional a un restaurante, aunque varios cocineros como Leonor Espinosa lo han logrado con muy buenos resultados.
Es visto que la critican mucho por ser joven y ser mujer dentro del mundo de la alta cocina, ¿de dónde sale el nombre de “La Chefcita”?
Yo odiaba con todo mi corazón el nombre de “La Chefcita”. Cuando yo estaba en Master Chef, recibí muchos insultos por redes con ese apodo. Luego aprendí que no uno no escoge como lo llaman, pero sí decide el significado que le da a esa palabra. Entonces, cuando decidí arrancar con la chiva la nombré “La Chefcita”, porque significa por una parte Chef, que es una palabra de la alta cocina; pero, el diminutivo le da un tono de burla hacia esa idea de la alta cocina. Entonces, aunque en principio el término era para menospreciarme, uno tiene que aprender a ponerle tumbao a las palabras.
Hemos hablado de su vida, sus diferentes facetas y proyectos profesionales, pero me surge una última duda pensando en el crítico de la película Ratatouille. ¿Cuál es el plato que marcó su niñez?
Un tetero de cucha. En el suroccidente colombiano hay un pescadito que parece de la época de los dinosaurios, que casi no tiene carne. A mi cuando era chiquita me mandaban a buscar las cuchas en las piedras del río, y de la sustancia que le sacaban a la carne de ese pescado me daban mi tetero.