Sin prestaciones sociales y mal remunerados, así subsisten los recicladores en Bogotá

Sábado, 18 Mayo 2019 17:59
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La ausencia de prestaciones sociales, la manipulación de residuos tóxicos, la estigmatización y la mala remuneración son las principales problemáticas que enfrentan los recicladores en Bogotá.

En Colombia hay alrededor de 30 mil recicladores, de los cuales 22 mil residen en Bogotá.||| En Colombia hay alrededor de 30 mil recicladores, de los cuales 22 mil residen en Bogotá.||| Fotografía por: Sofía Londoño|||
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  • Coautor 1: Sofía Londoño López de Mesa

En Colombia se producen 12 millones de toneladas de basura al año, de las cuales sólo el 20% son recicladas. En el país hay alrededor de 30 mil personas que se dedican a recolectar, seleccionar, recuperar y comercializar residuos sólidos como plástico, cartón y vidrio. Según cifras del Ministerio de Vivienda, al menos 22 mil recicladores residen en Bogotá, de los cuales se estima que aproximadamente 5 mil están vinculados a asociaciones u organizaciones gremiales.

De acuerdo con Arturo Álvarez, director de la asociación Centro Histórico (CENHIS), que desde noviembre de 2011 defiende los derechos laborales del reciclador, “en Bogotá hay 288 asociaciones de recicladores, de las cuales 220 están afiliadas a la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP)”. De hecho, 120 cuentan con el aval de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios. Sin embargo, estar afiliados a entidades estatales o corporaciones independientes no les asegura estabilidad económica o social.

Lucía Sánchez es una mujer de 42 años que ha dedicado toda su vida a reciclar. Desde los siete años aprendió a separar los desperdicios del cartón, el plástico y el vidrio. Aprendió a seleccionar y rescatar material junto a su abuela, su mamá y sus tíos. Llegó hasta tercero de primaria, de modo que el reciclaje es su única alternativa laboral. Se rebusca la comida y la plata del arriendo reciclando. Su salario depende de lo que recoja y venda en la bodega de la asociación CENHIS.

Inicialmente Lucía iba a recoger material en Baviera, La Gran Manzana, San Martín o Santa Isabel. No obstante, después de que un quiste de dos kilos apareciera en su ovario izquierdo, no puede trabajar fuera de la bodega. Tuvo que esperar dos años para que el Sistema de Identificación de Potenciales Beneficiarios de Programas Sociales (SISBEN), le programara la cirugía. Le daban una cita cada mes. No tenía plata para acceder a servicios de medicina prepagada. Gana entre 10 mil y 15 mil pesos diarios. 

Después de la cirugía, Lucía no puede caminar largas distancias, ni llevar a la espalda toneladas de reciclaje, de modo que acomoda las botellas de jabón en la bodega. Es más feliz laburando en la despensa que afuera. En las calles, las personas se cambian de andén cuando la ven con trajes desaliñados y la lona en la que guarda el material. Creen que es habitante de calle o tiene intenciones de robar.

Aunque la incapacidad de las industrias para aprovechar la totalidad de los residuos reciclados obstaculiza los procesos de recuperación de material y su comercialización, la mala remuneración, la estigmatización, la inseguridad y la falta de prestaciones sociales son las principales dificultades que atraviesan los recicladores en Bogotá.

 

Sin acceso a EPS o ARL

Aunque los recicladores pertenezcan a grupos gremiales, esto no implica que estén afiliados a sistemas de seguridad social o de salud, dado que los costos de vinculación a Administradoras de Riesgos Laborales (ARL) o a Entidades Promotoras de Salud (EPS), no están a cargo de las asociaciones.

De acuerdo con Álvarez, “la producción económica del reciclaje no alcanza para cubrir el servicio de salud, ni como asociados, ni de forma independiente. Cada uno se defiende como puede”, puntualiza. En ese caso, el SISBEN, un sistema de beneficencia ofrecido por el gobierno nacional, en el que se ofertan vivienda, salud y educación, es la única alternativa.

Según Cindy Forero, funcionaria del Sistema de Gestión de Seguridad y Salud en el Trabajo, “las problemáticas de los recicladores en términos de salud surgen porque los trabajadores desconocen sus derechos, estipulados en la normativa”. De acuerdo con Forero, es necesario, en primer lugar, capacitar a quienes se dedican a reciclar, de modo que se apropien de su labor de forma segura.

Además, “se necesita crear protocolos, planes, programas, políticas y normas internas dentro de la organización que permitan prevenir los accidentes de trabajo, enfermedades laborales o comunes, incidentes y emergencias”, expone Forero.

Ahora bien, el Comité Paritario de Seguridad y Salud en el Trabajo (COPASST), integrado por cuatro recicladores, es el encargado de atender las necesidades de la población recicladora en materia de seguridad. Sin embargo, en caso de accidente de trabajo o enfermedad laboral, nadie les responde por la incapacidad, lesión o invalidez que pueda generar. De hecho, si se produce una muerte por causa de accidente de trabajo o enfermedad laboral, los familiares están desamparados por completo.

En contraste, ante la falta de recursos, las corporaciones conforman cuatro brigadas que actúan en situaciones de emergencia: primeros auxilios, residuos peligrosos, evacuación e incendios. En suma, las asociaciones implementan programas de capacitación y entrenamiento, así como medidas de prevención de accidentes y enfermedades, en las que se exige el uso de guantes de silicona, poliuretano o nylon; tapabocas industrial y desechable; monogafas de seguridad; uniforme de trabajo, y botas, con el fin de proteger a los operarios.

Por lo tanto, de acuerdo con Forero, “a través de la implementación de equipos de emergencia como extintores, camillas, botiquines y kits antiderrame, se puede reducir el índice de accidentalidad en los recicladores”. Por lo tanto, aunque es poco común que las bodegas de reciclaje cuenten con este sistema anti riesgo, es fundamental para enfrentar la desintegración de los recicladores a las ARL, producto de la falta de ingresos para afiliarse a aseguradoras.

En ese sentido, cuando ocurre un accidente leve, se maneja internamente con ayuda del botiquín y primeros auxilios. En efecto, en caso de ser grave, el damnificado se remite a un centro hospitalario, costos directos que no cubren las organizaciones, ya que no es posible una afiliación a la ARL.

Las afiliaciones a EPS y ARL cuestan aproximadamente $120.000 pesos mensuales, lo cual representa un costo elevado frente a la remuneración de los recicladores, que incluso pueden llegar a ganar menos de la mitad de un salario mínimo vigente.

 

Mala remuneración

El oficio de reciclar cartón, papel, plástico y vidrio no ofrece una remuneración fija, debido a que los salarios dependen exclusivamente de la cantidad de material que los recicladores recogen, y en efecto, del precio al que las bodegas de reciclaje lo compren. En Bogotá este balance económico depende de la demanda industrial de material reciclabe.

En promedio, un reciclador gana entre 10 mil o 15 mil pesos diarios, dependiendo del material que recoja. De hecho, factores como la edad y el transporte de carga influyen en las ganancias de los trabajadores. Por ejemplo, la actividad productiva de los recicladores que poseen una carreta para cargar los desechos aprovechables, es superior a las ganancias de quienes se ven obligados a cargar costales al hombro. En principio, porque las carretas permiten recorrer mayores distancias y acoger mayores cantidades.

Por otra parte, hay personas que ejercen la recolección dentro de sus casas y luego de alcanzar un tope de material, lo venden a las bodegas, así como también hay recicladores que trabajan directamente con fuentes como ministerios o grandes empresas, que les proporcionan materia recuperable. No obstante, los salarios varían conforme a la productividad de cada operario.

Ahora bien, si la demanda de productos reciclables por parte de la industria fuera mayor, las bodegas de reciclaje podrían aumentar sus tarifas y, en efecto, las ganancias de los recicladores aumentaría. De acuerdo con Álvarez, “se requiere de una industria que procese vasos de yogur, empaques de papas fritas, comidas empacadas y el colaminado. Nestlé es una de las multinacionales que produce material aprovechable, pero que se abstiene de reutilizar material porque requiere de mayor inversión”.

 

Estigmatización

Otro de los problemas que enfrentan los recicladores en Bogotá es el señalamiento social, puesto que generalmente se les asocia con la habitabilidad en calle y la delincuencia. Aunque en CENHIS trabajan 70 recicladores, de los cuales 20 son habitantes de calle, 20 recicladores de la cooperativa “La Hermosa” y 30 operarios de logística, Álvarez recalca que “no todos los habitantes de calle son recicladores, ni todos los recicladores son habitantes de calle. No todos son consumidores. No es una característica que nos define”.

De hecho, la trabajadora social Sandra Soto sostiene que la situación de los recicladores y de los habitantes de calle son distantes. Según Soto, “la mayoría de los recicladores están organizados en cooperativas o trabajan de forma independiente, mientras que las personas censadas como habitantes de calle, ni siquiera cuentan con identificación”. Además, sin una cédula es imposible acceder a un seguro social.

De igual forma, Soto afirma que “muchos de los habitantes de calle prefieren gastarse lo que recogieron en consumo y no ahorran para poder cedularse”. No obstante, por su condición de seres humanos, en caso de alguna contrariedad, los centros médicos del Estado están en la obligación de atenderlos. A pesar de esto, Álvarez asegura que “cuando los habitantes de calle no están censados y tienen accidentes, es un problema al atenderlos en el centro hospitalario”.

Por otro lado, los recicladores de CENHIS también han sido víctimas del señalamiento social. Por ejemplo, en los conjuntos residenciales suelen tirarles platos de comida o verlos como adictos. Lucía asegura que “el problema es que ven al reciclador y creen que está en un estupendo negocio que da un montón de plata, pero que es un vicioso. La gente cree que vale más la botella vacía que llena”.

Camilo Cardona, un reciclador de 40 años proveniente de Cúcuta, afirma que “es bravo que a veces las autoridades arremeten contra nosotros por el simple hecho de vernos sucios y con una carreta llena de basura. Pero no saben que detrás de nosotros hay familias, que nuestro sustento depende de esta actividad. Yo por ejemplo he sacado adelante a seis hijos y me siento orgulloso”.

 

Abandono estatal

Debido a que la remuneración de los recicladores depende exclusivamente de la cantidad de material que recolectan y venden a las bodegas, está categorizado dentro del empleo informal. Durante el trimestre de enero a marzo de 2019, el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) registró una tasa de informalidad del 47,0%, en 23 ciudades y áreas metropolitanas.

Aunque Bogotá es la ciudad con menor índice de trabajadores informales, con una cifra del 39,0%, el 73,3% de los recicladores del país están en Bogotá, según el Ministerio de Vivienda. No obstante, las políticas públicas en defensa de la vulnerabilidad de esta población son ineficientes.

En la sentencia T-724 de 2003, emitida por la Corte Constitucional, se establece que deben adoptarse medidas o acciones a favor de los recicladores, que se han caracterizado por pertenecer a grupos históricamente marginados o discriminados. De hecho, según Álvarez, “el 90% de las personas que se dedican al reciclaje lo hacen por necesidad”.

Sin embargo, de acuerdo con Iván Jaramillo, Coordinador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, “esta población no está amparada por el Sistema de Riesgos Laborales, porque no están afiliados al Sistema Integral de Seguridad Social”, de modo que las situaciones de riesgo no están protegidas por ninguna unidad estatal.

 

Importancia del reciclador

Bogotá es una ciudad con alrededor de 8 millones de habitantes, que según el Estudio de Monitoreo de la Economía Informal (EMEI) produce 7,535 toneladas diarias de residuos, arrojados en el Relleno Sanitario Doña Juana. El total de residuos está compuesto por un 60% de material no aprovechable, es decir que no puede ser vinculado nuevamente a la actividad productiva, y un 40% de material que es susceptible de aprovechamiento.

Sin embargo, cuando el material reciclable es vertido en el botadero, su aprovechamiento es nulo, puesto que está contaminado con residuos que pueden resultar tóxicos e infecciosos. El Relleno Sanitario de Doña Juana, por ahora, tiene su vida útil hasta el 2022. Según la Asamblea Sur de Doña Juana, 1,8 millones de toneladas de residuos llegaron en el 2017, 15 toneladas de municipios cercanos y 103,103 toneladas se recogieron de barrido, es decir, se recolectaron a través de los recorridos que realizan las empresas de aseo en Bogotá. También, se pudo evidenciar 800 viajes de camiones de basura al lugar. De hecho, según la Revista Ambiental Catorce6, se estima que en los últimos 47 años en el mundo se ha producido más basura que en toda la historia del hombre.

Por lo tanto, la importancia de los recicladores radica en que estos contribuyen a disminuir los impactos que genera la actividad humana, de modo que mejoran la calidad de vida en lo relacionado con volúmenes de basura, conservación de los recursos naturales y el medio ambiente, y en materia de desarrollo económico, industrial, productivo y social. Más de 15 millones de personas en el mundo viven de este oficio y han tratado de garantizar sus derechos laborales y que reconozcan su trabajo como vital.

En ese sentido, la intervención estatal dentro del círculo de recicladores de Bogotá es fundamental para garantizar los derechos laborales de quienes recolectan, seleccionan, recuperan y comercializan residuos sólidos aprovechables. El abandono estatal hacia un gremio de alrededor de 22 mil personas provoca mayores porcentajes de exclusión y discriminación hacia una población vulnerable, conformada principalmente por personas de la tercera edad, habitantes de calle e individuos con baja escolaridad, por lo general, en condiciones de pobreza.