"Soy Ayda, sanación y amor en la creación"

Jueves, 01 Noviembre 2018 21:01
Escrito por

Ayda Luz Valencia, canalizadora de energía vibracional y miembro del programa de televisión Ellos Están Aquí, cuenta su historia.

Ayda Luz Valencia en su consultorio||| Ayda Luz Valencia en su consultorio||| Maria Fernanda Agreda|||
30914

Existen misterios en el mundo que hasta el día de hoy y, desde la creación del universo, han sido inexplicables. Espectros, sombras y manifestaciones paranormales son percibidas a diario en todo el planeta Tierra. Muchas personas nacen con dones especiales, quienes desarrollan otra parte del cerebro. Como Ayda, existen muchas personas en el mundo que pueden percibir apariciones fantasmales y experiencias sensoriales. A través de la historia han existido casos que han permitido, según Ayda, que el cuerpo del individuo afectado, después de su muerte, vague en este plano, el plano terrenal, en el que todo es percibido y lo que no es visible es extraño ante los ojos de los seres humanos.

Ayda, una mujer amable y carismática, en su forma de vestir refleja libertad y autenticidad, utiliza pulseras que llenan sus muñecas y gargantillas que recorren su cuello. Su pelo corto con visos rosados la hace ver relajada. Tiene su estilo propio. A pesar de no conocerme me abre las puertas de su consultorio como si ya conociera de mí, haciéndome sentir cómoda y tranquila.

Ayda Luz Valencia es reconocida por su labor con los entes del más allá, nació en Sevilla, un pueblo que queda en la parte paisa del Valle, el 14 de junio de… “¡Uy el año no puedo mencionarlo!” Su voz no es ni rola, ni paisa, ni valluna, es una extraña mezcla de las tres. Vivió en su municipio natal hasta los 14 años y decidió emprender una nueva aventura hacia Bogotá, venía a estudiar a la capital.

Era una niña muy introvertida, era su método de protección, también tenía fama de malgeniada, era muy casera y callada. Desde muy pequeña estuvo rodeada de la muerte, “mis recuerdos son de muerte, de muertos, ahí empecé a compartir en ese mundo de muertos pensando que muchos estaban vivos”. Es allí, cuando desde sus seis años empezó a ver, según ella, gente muerta.

 

Más allá de la muerte

Ayda es canalizadora de energía vibracional, no le gusta que le digan médium, “en el programa donde trabajo, Ellos Están Aquí, esa es una de las cosas que yo siempre le peleo a Rafa [Taibo, parte del equipo del programa]. La definición espiritualista de médium suele ser aquel que es un intermediario entre el mundo llamado material y el mundo llamado espiritual. "Yo no soy médium. Yo tengo entendido que al médium y al espiritista se les meten, a mi nunca se me ha metido nadie, yo no cambio la voz, yo no me transformo, yo percibo y narro lo que veo”.

- ¿Cómo fue tu primer acercamiento con la muerte?

- El primer contacto es con la muerte del esposo de una tía y posteriormente de un hijo de ella. Yo tenía seis años, estaba muy pequeña. Vivía en una casa cerca a unos cafetales, por una extraña razón allí siempre aparecían hombres muertos, ahogados y picados, mi contacto con la muerte fue de forma trágica”.

Ayda pensaba que eran visiones, todas irreales. Cuando decidió contarle a su madre la regañó y le dijo: “no diga esas cosas, eso es pecado, cómo va decir eso si no se ve”. Asegura que a partir de las manifestaciones que ella percibía desarrolló su personalidad introvertida, pues nadie le creía. Al entender que las personas no aceptaban lo que ella percibía decidió escribir un diario, hasta el día de hoy guarda dicho cuaderno. Recuerda con gracia sus primeros escritos y todo lo que ocurría a su alrededor. Mientras crecía seguía comunicándose con sus “amigos imaginarios”, como ella misma los llama. “Aún tengo mis notas, de hecho cuando ocurrió todo lo del Nogal, que en esa misma época se desapareció un helicóptero con un ministro, yo tenía escrito todo seis meses antes. Yo escribí que veía un edificio explotando”.

Las visiones empezaron con su familia, “fue cuando yo llegué a donde mi mamá corriendo a contarle que había ocurrido un accidente, que un carro rojo había estrellado y asesinado a un señor, era un Jeep. Cuando yo llegué corriendo a contar esa historia todos salieron y no había nada. A la semana siguiente ocurrió el accidente. Así empezaron a ocurrir sucesos que desafortunadamente eran con familiares”. Los más cercanos empezaron poco a poco a involucrarse con sus visiones: “yo le decía a mi mamá que una tía se iba a morir y le narraba cómo y efectivamente mi tía aparecía muerta”.

Decidió estudiar enfermería, pues desde niña le apasionaba todo lo que tenía que ver con la salud de las personas. Para su rotación en psiquiatría y medicina legal, empezó a experimentar momentos aterradores, hasta llegó a pensar que sufría de esquizofrenia. “Llegaba una persona a urgencias, por ejemplo con un tiro y yo la veía ya muerta, o sin que los médicos la hubieran mirado yo ya veía qué tenía”. Cuenta que cuando llegaba a realizar su trabajo en el pabellón de psiquiatría veía demonios del llamadobajo astral, una dimensión en la que se manifiestan las peores energías espirituales. Las entidades que vagan en este lugar fueron en su vida asesinos, genocidas, violadores, seres humanos sin moralidad.

Ahora puede hablar de esto con tranquilidad, pues describe dicha época con temor y angustia. “Me salvé”, dice jocosamente. Logró graduarse y se casó con un ginecólogo que conoció en su último semestre. Su pareja, antes de casarse, no sabía que ella tenía un don especial, algo que muchas personas no entienden, en especial la mayoría de los médicos, quienes apelan únicamente a la ciencia.

A sus 22 años acudió a tratamiento con un psiquiatra, la vida la llevó donde el médico que para ella la marcó como Ayda Valencia, “él me preguntó que qué es lo que me pasaba y yo le dije que yo veía gente que nadie más veía”. Ella creía firmemente que tenía esquizofrenia y quería que la medicaran. En ese instante, mientras hablaba con su doctor llegó una mujer a hablarle, un ser espiritual, “le narré la historia y le dije que era la abuela de él. Esa señora me dijo que en la mesa de noche de la mamá había un anillo caído que no lo habían visto, que lo buscaran”. A los ocho días llegó el psiquiatra y le mostró el anillo. El doctor, al darse cuenta de que Ayda no tenía ningún problema psiquiátrico, la remitió a un bioenergético que la empezó a ayudar, este le comentó que tenía una habilidad especial, una parte de su cerebro se había desarrollado más de lo normal. Ayda, después de aceptar su don se retiró de la parte clínica y se dedicó 10 años a estudiar.

 -¿Cómo empezó el desarrollo de tu don?

- Empecé a estudiar todo lo relacionado con constelaciones (libera a las personas de las tensiones que suelen venir de las generaciones pasadas), radiestesia (facultad de percibir radiaciones electromagnéticas), sanación pránica (utiliza energía para sanar dolencias físicas, emocionales y mentales), todo lo que me dijeran de cursos energéticos los hacía. Al primero que fui fue uno de radiestesia, de ese salí a unos seminarios que se llamaban “Caminos”. Seguí estudiando sobre regresiones, cristales, todo lo que fuera alternativo. También estudié mucha psicología para poder explicarle a la gente de una manera más lógica todo esto.

 - Qué pensó tu familia cuando les comentaste lo que estabas experimentando?

- Mi familia es de tradición campesina, tradición de pueblo, allá dicen que va llover porque pasó el pájaro negro, o se va a morir no se quien. Mi mamá empezó a creerme realmente creo cuando le avise de la muerte de una tía, no había forma, la llevaron hasta el hospital y yo la seguía viendo muerta. Ella se murió. Mi mamá, después de eso, me dijo que no le volviera a contar nada de eso.

 

“Soy una mujer de fe”

Ayda con firmeza asegura que al ser una fiel creyente de una energía superior, en ningún momento dudó de la tarea que venía a realizar al mundo, según ella no tenía escapatoria, pues es un don concedido para ayudar y servir a la humanidad. Concibe la existencia de Dios y asegura que lo estudió por medio del Hinduismo, Catolicismo, Cábala, entre otras doctrinas, con el fin de poder entender dicha energía superior y tener la certeza de que Dios existe. Inicialmente fue postulante en un convento, quería ser monja, pensaba que ese mundo era el ideal. Ella lo veía como un mundo mágico, las monjas para ella eran heroínas. Desde pequeña creció queriendo ayudar al prójimo. “Empecé a entender a Dios como una filosofía de vida, no como una religión. Ahí me enamoré más de él, lo conocí a través de Jesús, luego de Buda, Krishna y me enamoré de esa energía superior”. Ayda con absoluta seguridad dice que no es una pecadora, sabe que el infierno existe, pero no teme por irse a dicho lugar, pues asegura que Dios no es un ser castigador y que está acompañada de él todos los días de su vida. 

La canalizadora de energía fue contactada por una agencia de inteligencia de los Estados Unidos, una dependencia del FBI en Colombia, en la que ayuda a resolver casos de cuerpos desaparecidos, esto en compañía del Gaula, un grupo especializado de la Policía Nacional que se encarga de realizar los retratos y mapas, recursos que la ayudar a ubicar a estas personas. Además de prestar su don para resolver estos casos, Ayda a través de sus consultas puede percibir la muerte de las personas que se encuentran en peligro. Su compromiso es decirle la verdad a sus pacientes. “Me buscan mucho familiares de personas que están en coma, que no entienden nada, yo les digo si la persona va a vivir o no”.

Con gracia asegura que su vida familiar es como cualquier otra. Sin embargo, al tener su don, el cual también se caracteriza por la videncia, sus hijas no han podido mentirle más de dos horas. Su casa es un portal, sus niñas crecieron sintiendo y viendo seres del otro plano desde pequeñas. “Mis hijas caminan por una casa con la luz apagada y no hay ningún problema”. Ayda dice que su hija mayor en su infancia tuvo experiencias traumáticas, fue agredida fuertemente por entidades desconocidas. Ayda ha visto cómo su vida corre peligro, antes de sufrir accidentes ha visto lo que ocurrirá, “me han dejado ver eso un año antes y me ha servido para prepararme”.

Ayda asegura que los seres del otro plano hacen parte de esta tierra y se encuentran en todos los lugares que habitan los seres humanos, como iglesias y restaurantes, “ellos hacen parte de nosotros”. Jocosamente y con una gran sonrisa en su rostro afirma que nunca le han podido dar una sorpresa, su familia le pide que se haga la sorprendida en sus cumpleaños, pues todo lo descubre antes de tiempo.

Ella se define a sí misma como una mujer llena de fe, que cree en las segundas, terceras, cuartas y quintas oportunidades, una mujer que cree en el ser humano. Está segura que vino a este plano terrenal a “completar un proceso”. Sus mayores cualidades son la incondicionalidad y, según ella, “salir del hueco que sea, ¿cómo? No sé, con fe, mi mayor habilidad es tener fe, soy una mujer de fe”. 

 - ¿Cuál es tu mayor miedo?

- Le tuve mucho tiempo miedo a la muerte por muchos años, por no entenderla. Cuando la viví físicamente aprendí a amarla, esto a través de mis experiencias, empezando con mis familiares. No tengo miedo de perder a mis hijas porque tengo confianza de lo que hay más allá, entonces estoy tranquila.

 

Ellos están aquí

La experiencia más terrorífica que ha tenido en su vida se dio en la grabación en el Salto del Tequendama con el grupo de Ellos Están Aquí, este es un programa del canal RCN que pone en evidencia fenómenos paranormales ocurridos en diferentes partes del país. Según ella esta experiencia no tiene comparación. “Dios a mi siempre me protege, yo creo muchísimo en él. Mi vida estaba en riesgo y a parte estaba viendo el dolor de todas esas personas que se habían muerto allí”. Nunca se ha sentido atormentada por algún ente, en el momento en el que deja el lugar donde están ocurriendo los hechos se desconecta totalmente.

-Cómo ha sido la experiencia de trabajar en Ellos Están Aquí?

- ¡Ha sido una locura! Yo creo que esta experiencia ha sido de las más locas de mi vida. Este es el sueño de muchos, a ti te pagan por llevarte a los lugares donde de verdad existen cosas muy raras. Yo vivía con los muertos normales, suena raro, los del consultorio, pero irme a buscar un lugar donde ocurren cosas demoníacas fue otro cuento. El programa ha tenido mucho éxito. La tercera temporada ya se grabó y sale en enero del 2019. Esta temporada es más fuerte que las anteriores, pasaron cosas muy fuertes, salí en una ambulancia de un cementerio, fue duro.

En temporadas anteriores, hubo otros eventos que, por ser considerados muy fuertes, no salieron al aire, como las escenas ocurridas en Zipaquirá, en las minas de sal. Cuenta ella que les abrieron unos túneles que no estaban disponibles para el público. Mientras ella narraba, Rafa Taibo, el presentador, dijo que apagaran las luces. Quedaron con una cámara infrarroja. Cuando todo se apagó, le empezaron a escuchar un rugido a Mónica, a una de sus compañeras se le había metido, según ella, un demonio. Dichas escenas fueron vetadas y el capítulo entero fue prohibido en Zipaquirá.

 

La protección de Ayda

La clarividente no consume alcohol, no toma medicamentos, no consume carnes rojas, enlatados ni lácteos. En su rutina diaria no falta la meditación, “medito a las tres de la mañana y en la tarde”. Tiene una vida sana, evita al máximo frecuentar lugares donde se maneje energía pesada, con droga y alcohol. “Tengo unos parámetros de vida desde pequeña muy psicorrígidos”.

Por otro lado, utiliza kuntis de tulasi, una gargantilla que da tres vueltas en su cuello, las cuales están presentes en todos los cuadros de los Budas. Esto, dice ella, le da un rango y protección especial, también cree en la energía de los cuarzos. Más que una protección material y un objeto en específico, Ayda dice que su escudo es Dios y que siempre la acompaña.

Ayda quiere que después de su muerte la recuerden con una de sus frases célebres: “yo soy Ayda que soy sanación y amor en la creación”. Quiere que las personas siempre la tengan en su memoria como una mujer que sana y que vino al mundo a ayudar, una mujer que no le temen ni a lo terrenal, ni a lo sobrenatural. A pesar de ser firme en sus convicciones su actitud es dulce, tranquila y serena. Ella es Ayda, una mujer capaz de enfrentar retos, los cuales asume sin dudar porque ve, por encima de ella y de todo, una fuerza mayor que le atribuye a Dios.