El Mevibo está ubicado en el barrio La Maria en la localidad de San Cristóbal en el sur de la ciudad. El camino a la llegada del museo es en realidad el antiguo camino hacia San Cristóbal. Al pasar varios metros a la derecha se impone La Eneida, una casa al estilo republicano que recoge varias historias, pues muchos locales e historiadores coinciden en afirmar que se construyó en la segunda mitad del siglo XIX.
La Eneida fue utilizada inicialmente como hacienda, pero con el pasar de los años sería el centro de refugio de la actividad más representativa de la localidad: la utilización del vidrio para obras artísticas.
Según la guía del museo, el Mevibo es la única galería sobre vidrio en Suramérica. Las más cercanas quedan en Guatemala y México. En Colombia, la financiación del Museo es comunitaria, pues los fondos para su sostenimiento se derivan de las entradas y las donaciones que algunos artistas hacen. Este lleva abierto al público cinco años.
En lo profundo del Museo
El Museo del Vidrio cuenta con pisos de madera antigua que, con el caminar de los visitantes, rechinan por el paso del tiempo. Las paredes, hechas en adobe, relatan por sí mismas el estilo que se utilizaba en la Bogotá colonial.
En la distribución de la casa se encuentran varios salones. En uno de ellos se aprecian todas las creaciones maestras de muchos de los artistas vidrieros. Entre ellas un majestuoso caballo parado en dos patas elaboradas en vidrio y que cuenta con una apariencia cristalina.
A su lado, un trabajo abstracto: Este cuenta con su propia historia. En el día a día del trabajo del vidriero, uno de los artistas realizaba una pieza con caballos, carrozas y flores, pero al fundirse las partes se unieron y formaron una figura circular. El vidriero añadió unos retoques en pintura de oro y color blanco marfil, con tal de que no se perdiera. “Un error puede proveer una gran obra”, se lee en el título.
En la habitación siguiente hay artículos que fueron parte en un momento de La Eneida: placas en ladrillo con el escudo de Bogotá y un león con una nariguera y colmillos desafiantes.
En esta sala se evidencia la historia arquitectónica y cultural de La Eneida.
En una de las paredes hay una poceta marrón algo añeja y polvorosa. También hay, dentro de la exposición, ladrillos naranjas con tintes blancos y negros. Por último, se aprecian tuberías de color negro con pedazos de ladrillo y cemento. Estas últimas eran parte de la estructura de la casa, pero fueron reemplazadas porque no soportaban la cantidad de desperdicios. En su lugar se colocaron tubos de PVC.
También, hay un cuadro en óleo que revela parte de la historia del lugar. Con una forma ovalada, refleja las técnicas artísticas que se utilizaban en la segunda mitad del siglo XIX, incluyendo la representación de una mesa puesta con dos tazas para compartir té y ponqué, al lado de flores rosadas, verdes y amarillas. Al lado, se ve pintada en la pared, en color verde, la palabra “Eneida”, sobre un vidrio artificial elaborado en cuarzo.
El Museo también posee un espacio para los recuerdos. En la pared hay imágenes de las últimas presentaciones artísticas que se han practicado allí.
Las exhibiciones se realizan en su mayoría los fines de semana para que el público conozca y observe en vivo el desarrollo de piezas por parte de los vidrieros. Adicional, si alguno de los asistentes desea puede intentar las técnicas que estas personas utilizan al momento de maniobrar el vidrio.
En el piso superior, hay vestigios de la arquitectura original, con ladrillos de color rojizo y marcas de los distintos materiales con que se construyó.
En un pequeño espacio de cuatro ventanas se aprecia una vista privilegiada de Bogotá, pues se puede detallar los distintos sectores de la ciudad, así como una vista de 360 grados. La naturaleza, que en su mayoría se perdió con la construcción masiva de edificios en San Cristóbal, está presente en los alrededores de La Eneida, varias flores de distintos colores se ven desde las ventanas del lugar.
Rastros y tácticas cristalinas
La labor del vidriero en un inicio no fue sencilla, debido a que no tenían recursos suficientes para tecnificar o usar máquinas que los ayudaran a manejar este material. Este oficio fue desempeñado por los artistas desde muy pequeños, de acuerdo con la información del museo. Algunos de ellos, según cuentan los relatos a la edad de 14 años ya creaban piezas muy detalladas de forma artesanal, como caballos, vasijas, copas, helicópteros y dragones. Es por esto que dentro de las dos técnicas que se exponen en el museo son a partir de elementos comunes. Estas técnicas son el soplado a caña y el soplete.
El primer método consiste en calentar arena en un horno para ablandarla, recoger el material con la caña y soplarlo para darle forma, usando la intuición para decidir los tiempos de exposición al calor. Con esta técnica se pudieron crear piezas para los laboratorios de química, como las probetas.
El segundo método perfeccionó los resultados, porque el fuego se aplica directamente al material. El calor y las llamas ardientes han acompañado a los vidrieros en su rutina, desde el horno lleno de madera hasta el soplete, liderado por las manos del vidriero, que le dan la forma.
Memoria y rastros del arte vidriero
El Museo, según cuenta la guía que hace su recorrido, tiene la función de preservar el trabajo de los vidrieros con la materia prima, ya que la historia y el esfuerzo que estas primeras personas tuvieron al trabajar arduamente con el vidrio y de manera artesanal se ha dejado en el olvido. Por otro lado, el museo quiere dar a conocer los métodos empleados por los vidrieros y la agilidad que tuvieron y aún tienen creando distintos productos.
Cada día, sin embargo, la labor del vidriero se extingue. De los ocho hornos que se encontraban en Bogotá para la modelación del vidrio, solo queda uno a cargo de la familia Pachón, ubicado en el barrio Cartagena, en la localidad de San Cristóbal.
Es por esto que el museo intenta acercar esta tarea e invita al público a conocer en detalle sobre el valor histórico que tiene para la ciudad.
Además de las obras provenientes del vidrio recién elaborado, el museo también posee piezas realizadas por medio del reciclaje del vidrio, como un árbol de botellas verdes y marrones que se encuentra a la entrada del museo.
Para el desarrollo de cada pieza de ese tipo, los artistas moldean cada fisura, parte y abolladura del vidrio para crear algo completamente distinto, como se ve en las presentaciones en vivo de los fines de semana.
El Museo cuenta también con un recorrido externo para llamar el interés de la población. El trayecto muestra la ruta que hacían los pobladores para la creación del vidrio. Este pasa por el río Fucha, en el que se sacaba la materia prima para los productos.
Más que un espacio para conocer obras de arte realizadas en el material transparente, el Museo del Vidrio es un homenaje a la memoria de las técnicas tradicionales y al oficio del vidriero.