El Liberal que derrumbaron

Viernes, 25 Mayo 2018 08:30
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Recorrido histórico de uno de los referentes más importantes de las artes escénicas en Colombia, el Teatro Jorge Eliécer Gaitán.

Teatro Jorge Eliécer Gaitán||| Teatro Jorge Eliécer Gaitán||| Proimágenes Colombia|||
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¿Quién en su sano juicio creería que el movimiento teatral comercial de Colombia comenzaría en el antiguo local de una escuela? Así es, nació en la escuela Santa Clara, ubicada entre las carreras séptima y octava y las calles octava y novena, y fue el espacio cedido para la construcción de un teatro que perteneciera a Santafé de Bogotá.

Hace ya 80 años que comenzó el sueño de significar la vida teatral en un espacio destinado al disfrute de los bogotanos. El 20 de junio de 1940 fue inaugurado el Teatro Municipal que, según una entrevista al periodista, escritor e historiador colombiano Arturo Abella, es “la disidencia del Colón”.

Mientras que el Teatro Colón se fundó en 1791 y por entre dos y tres décadas el Municipal intentó “cogerle el ritmo”, este último terminó desligándose del europeísmo y del teatro de carácter privado. Con su rumbo propio se encargó de acercar tanto a los dramaturgos, como al público nacional.

El Teatro Municipal acogió a todos los artistas y escritores que no encontraron refugio en el Colón, a todos aquellos que no se identificaban con la evocación de la elegancia de la alta sociedad bogotana. Se empezaron a consolidar las obras que interpretaban un sentimiento popular.

Rodrigo Sánchez, director del Teatro La Mama, dice que el teatro y demás artes del espectáculo difícilmente se consideraban profesiones, eran más bien oficios sin mucha importancia social. “Ser actor no era bien visto, éramos considerados vagos”, recuerda.

En la búsqueda de sus propios referentes culturales, da las pautas para los inicios del teatro para las clases populares. Se adaptó un lenguaje sencillo y cotidiano, escrito en prosa y de temas con los que el público se sentía identificado como: problemas económicos, la familia y el amor conyugal.

En 1924 Luís Enrique Osorio fundó la Compañía Bogotana de Comedias con el Teatro Municipal como sede. Con un tinte humorístico obras como El doctor Manzanillo, Adentro los de Corrosca, Manzanillo al poder, entre otras, duraron largos periodos en cartelera, hasta se revendían al doble de la original.

Andrés Murcia, un simpatizante del teatro, comenta que era común ver la programación en la agenda cultural de los periódicos, “ya no recuerdo cuánto valía, sí me acuerdo que vi varias veces Manzanillo al poder y ese señor sí que se volvió corrupto”, recuerda a propósito de la obra que narra el ascenso de la vida política del personaje César Manzanillo.

Este espacio se convirtió en uno de los escenarios políticos más importantes en la vida del país, además de ser consagrado para espectáculos de música, danza y artes escénicas. El recinto íntimo y cerrado de esta sala de teatro Jorge Eliécer Gaitán exclamó sus discursos pendencieros en los “Viernes culturales”.

Carlina Mora recuerda que en esas jornadas “mi esposo iba al Teatro Municipal los viernes y se unía a las manifestaciones que se hacían, no era más que el caudillo hablara y enardecía a la gente. Yo sí no iba porque eso era más para hombres”.

Así es que surgen nuevas expresiones culturales que llaman la atención de intelectuales, invitándolos a las veladas nocturnas y tertulias que generaban debates y duelos poéticos. En estos se expresaban sobre las inquietudes morales y filosóficas de su época.

El libretista, guionista e investigador Carlos José Reyes afirma que no era arbitrario ligar al teatro con una ideología política. Siempre se presentaban a los mismos públicos para crear una relación de complicidad en donde “la caricatura simple y la payasada lograban ganar el favor fácil de los espectadores”.

Se dio ese lazo único entre públicos y actores que solo las artes pueden permitir, como reforzador de la política e impulsor de las colectividades. Todas las manifestaciones realizadas invitaban al intercambio y la creatividad.

Muchos actores nacionales nacieron y se formaron en ese escenario. Hugo Pérez recuerda a Doroteo Martí como un actor llorón y melodramático que hacía radionovelas, pero antes de terminarlas presentaba el argumento final en una obra en el Teatro Municipal, que para él, como para el público, eran todo un éxito.

Este teatro logró lo que muchos solo sueñan: hizo que el público se sintiera vinculado, y aún más importante marcó la historia y la memoria de los bogotanos. Es por esto que después de la muerte de Gaitán, y con un cambio de gerencia Liberal a Conservadora, el alcalde Trujillo Gómez propone eliminar del mapa esta edificación.

Las causas de la demolición nunca estuvieron claras y habiendo pasado solo cinco décadas, cuando la esperanza de vida de un teatro es de aproximadamente 100 años, fue una decisión tomada porque correspondía a un Plan de Remodelación y Construcción.

Es casi obvio que querían borrar la memoria y las huellas que dejó Gaitán, incluyendo una de las representaciones más claras del Liberalismo: su teatro.

El escenario en el periodo entre abril de 1948 y mayo de 1952 cerró toda actividad política y cultural, fue una ruptura en el desarrollo de su historia. Hasta enero de 1971 se decide remodelar un inmueble para la reconstrucción del teatro.

El Teatro Colombia fue el lugar escogido, una sala de cine convertida en teatro. Aun después de muchos cambios estructurales no cumplía con las necesidades para ser un espacio de artes escénicas, necesitaba la compra de lotes adyacentes y mejoras en las condiciones técnicas.

Sánchez dice que no había conexión, “se llenaba por temporadas, como las playas de turistas en vacaciones”. No formó identidad en su público y quedó el gran vacío del Teatro Municipal. En la recta final del siglo XX, el 26 de noviembre de 1995, se firmó la intervención más ambiciosa de la que hoy se disfruta en el teatro.

Inaugurado con el nombre de Teatro Jorge Eliécer Gaitán entre 1996 y 1997, Construcciones Acústicas Ltda. se encargó del proyecto dirigido por arquitectos como Gonzalo Durán Ariza, Juan Sánchez y Juan Carlos Bolaños.

Se intervinieron apoyos para el escenario, los camerinos, el foso para la orquesta, la platea, el lobby y el acceso posterior al teatro, además de reformas en los cinco pisos, todo supervisado por el Instituto Distrital de Cultura y Turismo. Fue la resurrección de una sala de cine ahora versátil que solucionó los problemas de acústica, visuales, escénicos, técnicos y en las zonas complementarias.

Diferentes voces recopiladas a las afueras del teatro coinciden en que es un espacio perfecto para fomentar la cultura y que brinda experiencias inolvidables. Cuando se les pregunta a quienes salen de sus salas si lo recomendarían, la respuesta unánime es un sí del que no hay duda.