La popularidad de Betty fue tan monumental que llegó hasta las caricaturas con Betty Toons en el 2002. Dibujo: Manuel García.
Una que otra gota de agua caía del cielo, mi plan seguía en marcha. Parecía que se avecinaba una tormenta, pero la pereza de dirigirme al teatro Cafam de Bellas Artes se desvanecía. Era el momento de apreciar una obra de teatro -¡Dios, ya quería llegar a mi destino!-. El latido del corazón se aceleraba y tenía el rostro iluminado de felicidad. ¡Es que la mismísima Betty volverá a aparecer después de veinte años!, y no desde la pantalla chica, ¡será en carne y hueso!, ¿valdrá la pena esperar tanto tiempo para volverla a ver?
En mis recuerdos, una cosa que marcó mi infancia fue sentarme junto a mis hermanos y mis papás a ver televisión, pero de la buena. Esa que hacía explotar la imaginación del televidente, la que podía extraernos de la realidad y devolvernos a ella con algo de ilusión. Con programas caricaturescos las sonrisas eran infinitas, uno era parte de los personajes. A finales de los 90 y principios de los 2000, levantarse a las 7 de la mañana un fin de semana para ver programas como “El Club 10” y los “Cuentos de los Hermanos Grimm” era uno de esos planes que uno siempre quisiera recordar.
Para los mayores, el horario del noticiero era respetable, algo casi sagrado, –no se podía ni respirar–. Los acontecimientos de del fin de los años 90 estaban llenos de violencia, estar informado era una necesidad. Para esos días, todos los males se desvanecían a las 8 de la noche, al comenzar la novela Yo soy Betty, la fea.
Unas gafas inmensas, una maraña de cabello mal arreglado, ese capul estático que parecía estar fijado con toneladas de gel, esos dientes cubiertos de unos gigantescos artefactos de metal, ropa sacada del asalto a algún closet de la abuela, y esa risa que retumbaba la cabeza escondían a una mujer bien bella, que con su forma de ser llegó a impactar de la mejor manera a las familias colombianas.
La identidad de cada uno de los personajes generó una conexión inmediata con la audiencia, había de todo: la mujer que no tenía dinero, la madre cabeza de hogar, la que come todo el tiempo, la coqueta, la que le quitaron el marido, el padre psicorrígido, el ejecutivo prepotente, el mujeriego, el buen amigo y la que se siente fea. Era como si cada uno estuviera hecho a la medida de los televidentes y era la primera vez que un “moscorrofio”, como le decía otro personaje, era protagonista de una telenovela. Casi siempre los que resaltan en televisión son individuos considerados estéticamente perfectos y fue precisamente esa burla a la superficialidad la que enamoró gran parte del público.
Por otro lado, actividades como coger un bus en Bogotá en horas pico o dirigirse al ‘corrientazo’ para ahorrar el dinero del mes, fueron una de las mejores partes de la serie televisiva, ya que reflejaban algunas de las cotidianidades que viven millones de colombianos. Dichas faenas manejadas con humor me dieron a entender que, en realidad, son preocupaciones tontas que le dan sazón a la vida, y que tener dinero no es sinónimo de felicidad. Personajes como Freddy Contreras, que vivían con el salario básico, parecían más alegres que los altos ejecutivos.
Para muchas personas, el televisor es su mayor compañía, por lo que no puede faltar en casa. Indudablemente en ‘el país del sagrado corazón’ y de las telenovelas, Betty tomó lo que somos como cultura y lo puso en pantalla, logrando que las personas se identificaran con los personajes junto con sus dichos, historias, jergas y situaciones. Por eso, invadió los hogares.
Patricia Fernández, secretaria de presidencia e íntima amiga de Marcela Valencia. Dibujo: Manuel García.
Esta telenovela ha sido todo un ‘boom’ y más ahora que se está volviendo a transmitir por el Canal RCN a las 9:00 de la noche, lo cual permite a niños y jóvenes sumarse al disfrute de Yo soy Betty, la fea y reírse a borbotones. Es increíble la acogida de la gente y la forma en que la novela se ha mantenido tanto en los corazones como en los recuerdos de los colombianos. Puedes escuchar hablar del elenco en varios lugares, de hecho, se volvió todo un tema de conversación. Que día en el Transmilenio escuché a un grupo de señoras hablando de la novela con bastante emoción. Una de las frases que más recuerdo es “¡pobre Betty, don Armando ni bolas le para!”
Es muy raro que alguien no sepa quién es “Beatriz Aurora”, porque al igual que el café, es un producto de exportación. Éste es el nombre completo de la protagonista noble y sencilla que hace todo por amor en la más famosa producción nacional. Ha traspasado fronteras llegando a adquirir fama a nivel mundial, tan es así que se le han hecho varias adaptaciones en otros países bajo sus propias concepciones de belleza y respectivas culturas. Ugly Betty –americana–, La fea más bella –mexicana–, The ugly Laura –británica– son algunos de los ejemplos.
Nicolás Mora, el incondicional mejor amigo de Betty. Dibujo por: Manuel García.
Cuando llegué al teatro me topé con personas de todas las edades, desde niños de 6 años hasta señores y señoras de la tercera edad. Algunos con su pareja, otros con sus amigos o familiares. Todos reunidos allí a la espera de algo épico, pues la obra prometía ser un episodio de la novela nunca jamás emitido. El boleto costó cuarenta mil pesos porque era “gallinero”, pero el que quiere la mejor ubicación, debe pagar noventa y nueve mil pesos.
Cinco minutos antes de dar inicio, se escuchó la cómica y representativa voz de “Betty” a través de los altoparlantes del teatro, que avisa a los atentos espectadores que la función está por comenzar. En la tan esperada hora, las cinco y media de la tarde, se encendió una luz que apuntó a una puerta de donde salió don Hermes Pinzón, padre de Beatriz, quien dijo: “Los sucesos que ustedes verán a continuación no habían sido revelados hasta este momento porque fue algo que nadie en Ecomoda quiere volver a recordar…”. Este es el nombre de la empresa de ropa en la cual se enfoca la telenovela.
Se abrió el telón y uno por uno comenzaron a aparecer los tan esperados personajes que entrelazaban la historia. Entretanto, el público se encontraba conmocionado aplaudiendo sin parar y diciendo ¡wuuuu! ¡wuuu!. Mirando a mi alrededor, logro identificar 4 tipos de asistentes: el que vive muerto de la risa con cada apunte –como la señora que me tocó al lado–, el que comenta con alguien cada escena del show, el que pone todos sus sentidos y se concentra en la obra y el que, como yo, prefiere analizar todas las cosas que suceden en el ambiente.
Tal comedia teatral narra las peripecias que los trabajadores de Ecomoda tienen que hacer para salvar a la empresa de una quiebra lamentable. Hay un nuevo personaje, un inversionista de origen italiano –interpretado por Manuel José Chaves–, que es conocido de un amigo de Nicolás Mora –Microláx–; el mejor amigo de “Betty”. Aquel italiano, aparte de robarse el corazón de más de una en Ecomoda, destina una gran suma de dinero a esta industria de la moda para salvar la empresa. La mayoría del tiempo, pensaba en lo hermoso que era escuchar una vez más frases icónicas como: “flu flu de aquí, voló”, “el diablo es puerco”, “estudié seis semestres de finanzas en la San Marino” o “perdóname, pero discúlpame”.
Algo principal es que se vio a una Betty moderna. Durante la obra se tomaron selfies con smartphones, hablaron de casos actuales como el de las coimas de la contratación de Odebrecht, en par ocasiones se mandaron mensajes por Whatsapp y cosas que hace veinte años no se veían. Por otro lado, la obra no contó con la participación de los actores que interpretan a: Mariana, Inesita, la mamá de Betty, Daniel Valencia, Mario Calderón, entre otros. Tampoco participaron Mario Duarte, quien interpretaba al auténtico Nicolás Mora, ni Julián Arango, quien hacía de Hugo Lombardi. Fueron reemplazados por otros actores.
La música y la originalidad del proyecto teatral hizo que durante cien minutos grandes y chicos se rieran y alabaran la presencia de cada uno de los personajes. El respeto y cariño que se les tienen a los actores se vieron representados por la saturación de aplausos y los gritos de agradecimiento que retumbaban la acústica del lugar, por ver revivir a la serie que en una época fue un escape de la violencia. El cierre fue épico, todos los actores se agarraron de las manos e inclinaron un poco la cabeza como símbolo de agradecimiento para con el público.
Unos fueron a verla por su contenido cómico, otros obligados por su ambiente social. El punto es que la audiencia quedó atónita y de seguro querrá atesorar este buen e inolvidable momento en su vida. En todas las generaciones Betty dejó alguna enseñanza o moraleja, por ejemplo: que tanto la inteligencia es más importante a como una persona luce por fuera, que no hay necesidad de ser “bonita” para triunfar y ser exitosa, la importancia de rodearse de buenas amigas como “el cuartel de feas” y que, a pesar de los problemas, siempre hay que sonreír.
Ojalá nuestra cara visible ante el mundo fuera menos narcotráfico, conflicto armado, prostitución y violencia, y más la inocencia, la cotidianidad y los valores de Betty. El personaje, además, no está solo en el panteón de ídolos nacionales exportables. A su lado están: en la música Grupo Niche, Discos Fuentes, Joe Arroyo y El Cholo Valderrama. En el deporte: Nairo Quintana, Mariana Pajón, Caterine Ibargüen, Esteban Chaves y la selección de fútbol tanto femenina como masculina. En la literatura, García Márquez y Andrés Caicedo. Por último, productos nacionales como el aguacate, flores, café y el Chocorramo.
Lo anterior permite que las personas interesadas en Colombia, tengan la oportunidad de elegir qué es lo que nos representa como país.