El día que Tumaco se liberó de la coca

Martes, 14 Noviembre 2017 19:38
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Durante tres años, la comunidad afro de Rescate Las Varas logró lo que hoy parece impensable: eliminar toda la coca de su territorio colectivo en Tumaco.

Los cultivos de coca fueron sustituyéndose paulatinamente por cultivos de pancoger. Foto: Alejandro Cock-Peláez / Flickr||| Los cultivos de coca fueron sustituyéndose paulatinamente por cultivos de pancoger. Foto: Alejandro Cock-Peláez / Flickr||| Foto: Alejandro Cock-Peláez / Flickr|||
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Sobrevolar hoy este rincón del departamento de Nariño permite ver dos océanos de colores distintos. A un lado el Pacífico, con su característico azul, y, al otro, el verde manto de coca, que con más de 23 mil hectáreas ubica a Tumaco en el primer puesto de territorios sembrados con cultivos ilícitos en Colombia.

Pero en 2010, los habitantes de la comunidad Afro de Rescate Las Varas —uno de los 15 consejos comunitarios de la Red de Consejos Comunitarios del Pacífico Sur —, ubicado a una hora en carro o por río del casco urbano de Tumaco, decidieron abandonar el cultivo ilícito y, respaldados por el programa. "Sí se puede" del entonces gobernador nariñense Antonio Navarro Wolff, cambiarla por cacao y otros cultivos.

Tras cuatro años de trabajo, las 15 veredas de Rescate Las Varas fueron declaradas territorio libre de coca. Sin embargo, las Farc, el ELN y las bandas criminales que controlaban el narcotráfico los asolaron e impidieron que el éxito se mantuviera en el tiempo. Siete líderes sociales fueron asesinados y muchos más amenazados. La presión de los grupos armados hizo que la coca volviera a llenar el consejo comunitario.

Plaza Capital conversó con uno de los líderes históricos de Rescate Las Varas, quienes prefiere ocultar su identidad por las repetidas amenazas que ha enfrentado, sobre su esfuerzo y las represalias que tomaron los grupos armados contra ellos por intentar vivir lejos de la coca.

¿Cómo empieza a cultivarse la coca en Tumaco?

Antes del 2000 en Tumaco no existía. De pronto había unos palos de coca, pero eso se desconocía. Los cultivos se inician entre 2000 y 2005, con todo el proceso de aspersión aérea que se hace en Putumayo y Caquetá para terminar con la coca, porque esa gente migra hacia Tumaco. Y no de forma voluntaria, sino que fueron llevados por las Farc.

Llegan al territorio de Alto Mira, Bajo Mira y otros consejos comunitarios y empiezan a hacer un proceso de culturización y persuasión con la gente sobre la coca. Porque ellos traían su vicio de ese cultivo en sus territorios. Empiezan a meter a la comunidad, a decirles “esto puede ser más productivo”.

Inicialmente llegaban, arrendaban una hectárea de tierra para cultivar, y luego se veía que el territorio ya estaba lleno de coca. Luego compraban, pero sin papeles, porque en esos territorios colectivos no se podía vender.

¿Cómo surgió la idea de sustituir la coca, teniendo en cuenta el contexto del municipio?

Entre 2005 y 2007 los tumaqueños vimos que la coca no era un producto ancestral y que, además, estaba llevando violencia a las comunidades. En 2007, cuando estábamos estudiando la decisión de salir de lo ilícito, hicieron una masacre, y esa fue la gota que rebosó la copa. Llegaron Los Rastrojos a la casa de una familia en territorio del consejo comunitario, y asesinaron a tres personas e hirieron a un defensor de derechos humanos y un niño.

Ya veníamos sufriendo atrocidades, no únicamente por parte de las Farc, sino también de los paramilitares y otros grupos al margen de la ley, que estaban presentes en nuestro territorio por los cultivos de coca.

A raíz de esa masacre la comunidad se armó de valor y sacó a esa banda del pueblo. Ese ataque permitió que la comunidad dijera “esto está sucediendo por la coca y tenemos que erradicar”.

Fuimos a hablar con el gobernador, que en ese entonces era Antonio Navarro Wolff. Él nos instaló una unidad técnica y nos habló del proyecto “Sí se puede” que se estaba implementando en Leiva y El Rosario y a nosotros nos pareció bien.

Creamos un sinnúmero de propuestas, entre ellas una comisión técnica que se encargó de generar una iniciativa para las 1256 familias que conformaban el consejo comunitario. Buscamos plata y aliados, que nos permitieron generar en 2010 el Plan de Desarrollo Rural Alternativo para Las Varas (Peprin). Consistía, entre otras cosas, en dar un proyecto productivo para iniciar un proceso no de erradicación, como dice el Gobierno, sino de sustitución voluntaria de cultivos ilícitos.

¿Cómo eran los proyectos productivos?

Desde el consejo comunitario adjudicábamos los proyectos a las familias. La idea era reemplazar la coca por productos de pancoger. Para vincularse, se aceptaba que tuvieran siembras ilícitas en la finca, pero el compromiso era que –a término de un año– el terreno tenía que estar libre de coca.

¿Y cómo fue la acogida?

Fue un proyecto ambicioso, pero fue tan acogido que, para principios de 2010, el consejo comunitario de Las Varas fue declarado por las Naciones Unidas como el único territorio libre de cultivos ilícitos en Colombia. La experiencia fue tan significativa que la embajada norteamericana fue a ver nuestro proyecto al territorio. Luego, a principios de 2011, fuimos invitados por el Departamento de Estado para presentar la experiencia en los Estados Unidos. La idea de ese viaje era, además de la presentación, obtener más recursos para financiar el proyecto.

¿Por qué ve usted que funciona ese modelo?

Porque lo que se necesita es una intervención de Estado con proyectos productivos, una inversión que permita que estas comunidades puedan desarrollar toda su hegemonía agrícola. Eso permite que los cultivos desaparezcan. Sin balas, sin glifosato, todo desde la misma comunidad.

¿Es en esa época que empiezan a fortalecerse los liderazgos de los consejos comunitarios?

Sí, ahí empieza la lucha de los líderes. Ya teníamos el territorio plagado de coca y empieza la lucha de que nosotros somos territorios propios, de ver que son tierras que no se pueden vender ni embolatar. Surgieron nuevos liderazgos que quisieron retomar las iniciativas y liderar esos procesos sociales, del tema de derechos humanos, de recuperación de la gobernabilidad, de fortalecimiento organizativo.

Para ese momento Navarro Wolff estaba próximo a terminar su periodo. ¿Qué pasó con el cambio de gobernador?

Cuando sale Navarro nosotros hacemos un empalme con Raúl Delgado, el gobernador electo. Pero él no le apostó a la propuesta y los compromisos que se habían hecho a nivel nacional no tuvieron el respaldo en el territorio. Eso no permitió que se pudiera fortalecer ese proyecto “Sí se puede”.

Fue lamentable, porque detrás de nosotros iban otros consejos comunitarios que tenían coca y que empezaron el proceso. Por ejemplo, Gualajo y Rosario estuvieron cerca de estar certificados por las Naciones Unidas como territorio libre de coca.

¿Ahí comenzaron las amenazas?

Después de la visita a Estados Unidos, el consejo recibió una misiva de alias ‘El Doctor’, un comandante afro de las Farc. Nos ordenaba presentarnos a una reunión.

A la cita asistieron 15 representantes, uno de cada vereda. Lo que querían era que los consejos comunitarios nos convirtiéramos en juntas de acción comunal, pero eso se prestaba para que las Farc asumieran el control, como había pasado en otros sitios.

Hubo tensión con ese grupo hasta final de año. El 30 de diciembre de 2011 nos llamaron a otra reunión, pero ya no fue con papeles o llamadas. Llegaron hombres de las Farc camuflados, con armas, diciendo “la lancha está aquí y los necesitan para una reunión”.

Cuando llegamos eso estaba lleno de hombres armados. No solo nos habían llevado a los del consejo de Las Varas, sino que había gente de todos los consejos de Recompas, que es la Red de Consejos Comunitarios del Pacífico Sur.

Cuando salió ‘El Doctor’, después de arengar, remató diciéndonos que ahora nos tocaba dar una colaboración para la causa.

¿En qué consistía esa “colaboración”?

‘El Doctor’ comenzó a nombrar todos nuestros proyectos y recursos, tenía toda la información contable del consejo. Nos dijo que teníamos que colaborarles con un dinero y que, además, eso tenía que hacerse en secreto o nos moríamos. Ahí entendimos por qué los compañeros de los otros consejos bajaban llorando después de hablar con él.

Tuvimos que explicarle que nosotros no manejábamos los dineros, que en eso firmaba gente de las Naciones Unidas, y que para mover cada peso había que convocar a toda la junta directiva. El hombre se desesperó, pero nos dijo que dejáramos así y nos permitieron irnos. Lo duro vino después.

¿Qué ocurrió tras esa reunión?

‘El Doctor’ se comunicó con el presidente del consejo de Las Varas y le reclamó de nuevo los recursos. Le dijo que si no le entregaban esa plata, nos moríamos. Cuando él intento explicarle otra vez que ese dinero no podía moverse sin la autorización de la junta directiva, ‘El Doctor’ le dijo que eso teníamos que hacerlo “calladitos”.

El 29 de enero de 2012, mientras yo reclamaba un cheque para pagarle a la unidad técnica, me entró una llamada al celular. Contesté y me dijeron: “Hijo de la gran puta madre, en este momento sos objetivo militar mío y de las Farc. Y yo no estoy puto por la plata, estoy puto es por el documento que ustedes mandaron a La Habana, hijueputas. Pero antes de morirme yo, se tienen que morir ustedes”.

¿A qué documento se refería ‘El Doctor’?

Eso fue lo que yo le pregunté. No sabía del tal documento y, antes de responderme, me colgó.

Yo duré un rato ahí, pasmado. Cuando reaccioné, cogí un mototaxi hacia la oficina. Al llegar vi al presidente del consejo con lágrimas a chorros. Supuse que también lo habían amenazado. Decidimos llamar al coordinador de proyecto y al abogado. Él llamó al secretario de Gobierno (de la Alcaldía de Tumaco) y le dijo que lo necesitábamos en la oficina, porque era una situación de vida o muerte. También comenzaron a llegar líderes del consejo comunitario y a llamar a sus familias para que fueran allá. A las cinco de la tarde estaban 53 personas ahí metidas.

Estando en la alcaldía, a eso de las 4:15 p.m., me entró una llamada nuevamente, y yo al mirar reconocí el número. Contesté y lo puse en altavoz. Era ‘El Doctor’. Duró como 15 minutos explicando lo que decía la tal carta que habíamos enviado a La Habana. Decía que si nos encontraba, hasta la propia sombra nos la picaba.

Lo que todavía no queda claro en el consejo de Las Varas es el origen del documento que mencionaba ‘El Doctor’ el día que tuvimos que salir de Tumaco.

Yo no entiendo es de dónde sacó que nosotros habíamos hecho eso, porque inclusive Human Rights Watch ya había sacado un informe de la situación en Tumaco, porque es que allá extorsionaban hasta a la señora que vende minutos.

¿Cuál fue la reacción del alcalde luego de escuchar eso?

El alcalde le dijo al secretario que nos tenían que sacar de Tumaco, pero que no nos podían mandar para Cali ni Popayán porque hasta allá llegaban los tentáculos de las Farc. El vuelo de la tarde ya había salido, entonces nos consiguieron pasajes para la mañana siguiente. Como a las 10 de la noche nos sacaron de la alcaldía y nos llevaron a un hotel.

¿Qué pasó con el proyecto de sustitución?

Pude regresar solo hasta finales de 2016, pero fue un viaje muy corto y no pude llegar hasta Las Varas.

Los proyectos por los cuales nosotros nos desgastamos, todos se fueron al piso. Se cayeron por el temor de los líderes que quisieron retomar el proceso que traíamos.

El temor y la presión que había por parte de grupos armados fue uno de los factores que no permitió que el proceso pudiera avanzar y se empezara a sembrar coca nuevamente. La contraparte (los colonos cocaleros) que hay en territorio, otro.

La última razón, que es la más importante, fue el abandono estatal, tanto regional como territorial. La cooperación internacional decidió no seguir con esa fuerza que traía con los procesos que se estaban adelantado. Teníamos unos recursos asegurados en papel, pero luego de lo que pasó muchas organizaciones decidieron desvincularse del proyecto. Ahí se acabó el sueño de ver a Tumaco sin coca.

En Las Varas mataron a siete líderes por el proceso de sustitución. ¿Cómo fueron esas muertes?

Fueron ejecuciones por parte de los grupos ilegales. Querían que hiciéramos lo que ellos quisieran, conocían el territorio y sabían dónde estaban los líderes de ese entonces. Eso permitía que los grupos llegaran directamente a las viviendas de esos líderes que iban a asesinar.

En esta sociedad hay sectores a los que no les conviene que estos territorios estén en las condiciones que nosotros las queremos. Empiezan a corretearnos, o sea, a sacarnos de nuestro espacio, y desplazan a las juntas de Gobierno. Asesinan a líderes como Genaro García (el líder de Alto Mira que fue asesinado por las Farc a finales de 2015).

¿Qué esperanzas les trajo el Acuerdo de Paz en Tumaco, donde el ‘Sí’ gana con el 71 por ciento?

La gente en territorio tenía una expectativa alta de que se pudiera solucionar la situación y que la inversión social pudiera llegar. No una solución de gente armada que fuera a controlar, no, esa no era la expectativa, sino que, al salir las Farc, entrara el Gobierno a suplir las necesidades.

Pero nunca se esperaba que otra fuerza armada llegara al territorio a hacer lo mismo o peor que lo que las Farc. Porque lo que las bandas criminales están haciendo es amedrentar a las comunidades, intimidar a la gente. No se puede hablar del proceso, ni de paz, ni de Acuerdos, porque eso no está permitido. Realmente la comunidad no esperaba eso.

¿Qué rol esperan que cumplan las Farc luego de su desarme?

El papel que esperamos de las Farc es que todo el daño que hicieron –y no solo hablo de las muertes, sino también del daño que se hizo al territorio, al medio ambiente– puedan ayudar a recuperarlo.

Todas estas zonas que se gastaron para sembrar la coca, esperamos que se puedan recuperar con cultivos de pancoger. Que esas quebradas y ríos que fueron contaminados, nos puedan ayudar a recuperarlas.

Porque aunque la sociedad no lo quiera entender, las Farc, en su momento, tuvo como luz ayudar. Suplían lo que el Estado no hacía: ayudaban a hacer caminos, casas, puentes, y con eso uno diría que se podrían entablar conversaciones y poder hacer acciones conjuntas. Y que la misma comunidad les pueda dar la oportunidad de volver nuevamente a la vida civil.

En este momento hablo de ‘El Doctor’, que está inmerso en este proceso, que así como fue cabecilla de un grupo para hacer un mal al territorio, pues que en este momento pueda encabezar un proceso y que le pueda servir a la comunidad.

¿Ha vuelto a oír de ‘El Doctor’?

Hemos recibido un par de llamadas telefónicas en las que pide perdón. En una comunicación de la Fiscalía informaron que va a haber un acto de reconocimiento público de las Farc, porque ‘El Doctor’ se acogió al tema de justicia transicional.

¿Qué valor tendría para ustedes un acto de reconocimiento de responsabilidad de las Farc?

Más que el hecho de que el Gobierno dé un reconocimiento de unos recursos o indemnización, para nosotros es muy importante –y tiene mayor valor–, que la persona que hizo mal lo reconozca.

Ese reconocimiento para nosotros tiene un significado muy alto. Es como una sanación para nosotros el poder ver que el otro nos hizo un daño, un mal, y que está arrepentido por lo que hizo. Eso no tiene precio.

¿Cree que, para resolver el problema de la coca en Tumaco, hay que reconocer que muchos colonos están asentados en tierras afro?

En el reconocimiento de los colonos, el Gobierno tiene que remediar la situación. O sea, devolver esas tierras a los propietarios, a los dueños legítimos, porque es gente que viene del Putumayo y otros lados.

Pero no únicamente, porque no en todos los consejos comunitarios hay evidencias de colonos ni de liderazgos que ellos quieran tomar.

Aquí lo que hay que reconocer es el abandono del Estado para resolver el problema de la coca. El principal llamado de nosotros es la presencia del Estado, no con pie de fuerza armado, sino con proyectos de inversión social que permitan que el abandono pueda suplirse.

 

*Este artículo forma parte del Proyecto Coca de ¡Pacifista!. Para ver la publicación e ilustraciones originales, haga click aquí