Un mal presagio
Era viernes, 6 de marzo de 2020, cuando se confirmó el primer caso de coronavirus en Colombia. Ocho días después, un viernes 13 de marzo, la gran mayoría de los estudiantes de Colombia, sino es que todos, salimos de clases rumbo a nuestro típico, habitual y rutinario fin de semana. O eso creíamos. Era un viernes casi ordinario. Los bares estaban a reventar y la gente hacia fila para entrar. Incluso, algunas de las pocas personas que tienen empleo formal en Colombia, acababan de recibir su sueldo; por aquello que quincena caía un domingo.
De hecho, lo único particular de ese viernes era que, era viernes 13 y como en Colombia somos hipócritamente supersticiosos, había que, como dijo una señora que se sube regularmente al Transmilenio a gritar con un megáfono, “andarse con cuidado”; porque según el agüero: los viernes 13 ocurren cosas malas. Y en efecto, ocurrieron. Y nada tenían que ver con que fuera viernes 13, porque lo que estaba pasando en Colombia había empezado ocho días antes. Pues, ese viernes el ministerio de salud confirmo 7 casos nuevos de contagios por coronavirus; llegando así, a los 16 casos y casi duplicando en un día el número de contagios.
Llegó el fin de semana y ese domingo 15 de marzo, que cerró el día con 45 casos de contagios confirmados, el presidente Iván Duque decretó que todos los colegios públicos y privados suspenderían clases presenciales hasta nuevo aviso, para evitar un mayor numero de contagios y un colapso en el sistema de salud. Varias universidades del país también optaron por aplicar esta medida; algunas incluso ya lo habían hecho. La noticia, aunque se esperaba, irrumpió drásticamente la comodidad de nuestra cotidianidad. Además, enviar a un sector tan grande, como lo es el educativo, a sus casas trae un impacto inmediatamente visible en la economía. Pues los estudiantes, son consumidores notables del sector formal e informal del comercio. Pero para entonces, eso solo era el comienzo.
El lunes siguiente, efectivamente pagaron quincena. Y el resto de días de esa semana transcurrieron llenos de intriga; en Bogotá y Cundinamarca se iba a realizar un simulacro de aislamiento. Y así fue, el día viernes 20 de marzo se puso en práctica el ‘simulacro por la vida’ que permitió ver las primeras señales del desastre que se avecinaba. Porque el miércoles 25 de marzo Colombia entró en cuarentena obligatoria, decretada por el presidente Duque. Y así como no todos los estudiantes pudieron estudiar de manera virtual. La gran mayoría de colombianos tampoco pudo ‘teletrabajar’.
“Las salvavidas”
La familia de Zoraida Beltrán esta conformada por ella, su esposo, dos hijos y una nieta. Zoraida ha sido ama de casa durante toda su vida y su esposo e hijos son empleados de la informalidad. Alberto, el esposo, pinta coloridos y llamativos escaparates para las tiendas de barrio, su taller es la azotea de su casa. Los hijos, Kiko y Carlos, tienen 30 y 33 años respectivamente; el primero, es maestro de obra y el segundo, conduce una camioneta en la que transporta “lo que sea”. Además, Carlos es padre soltero de una niña de 5 años.
Tres días después de decretada la cuarentena, a Kiko le dijeron que le iban a pagar los días que había trabajado en el mes; pues no había ningún contrato que liquidar. A Carlos, el trabajo se le redujo más de la mitad, ya no hay mucho que transportar. Y a Alberto, en todo el confinamiento únicamente le han encargado un letrero; uno no muy grande, apenas le ganó 40.000 pesos. Por otra parte, a la familia no le ha sido posible saber qué deben hacer para acogerse a los beneficios que da el gobierno. Entonces, esta familia solo tiene dos entradas para su alimentación: un pequeño mercado que entrega el jardín infantil donde tomaba clases la menor de la familia y las exitosas empanadas de Zoraida.
A estas empanadas la familia las llama sus “salvavidas”, pues de la venta de ellas están sobreviviendo. En un principio solo las hacía los sábados y domingo, y su clientela se reducía a unos pocos vecinos de la cuadra que ya las habían probado en alguna ocasión; sin embargo, como comentó la propia Zoraida: “daban al menos para la leche del desayuno”. Pero ahora las empanadas son un éxito en el barrio. Ya no se preparan únicamente los sábados y domingos; ahora hay empanadas de domingo a domingo, todos los días entre 8am y 8pm. “Todos los días las llevan. Al desayuno y a la comida es cuando más vienen por ellas” dice Zoraida con una sonrisa en su rostro. Sin duda, está feliz de que sus empanadas gusten. Y su esposo también, el les hace propaganda voz a voz en todas partes. ¿Y cuánto cuestan?. “Mil doscientos, no más”, responde Alberto a todo quien le pregunta.
Formal o informal, ya da igual
Pero el caso de la Familia de Zoraida Beltrán no es la acepción en Colombia, de hecho, se puede decir que es el común denominador en estos de tiempos crisis económicas y sociales. Pues, según las cifras que presento el DANE a finales del año pasado, el empleo informal en Colombia es el 47% de todas las personas que laboran en el país que, según esta misma entidad, son 12 millones. Es decir, en todo Colombia hay 5,6 millones que están en sus casas guardando cuarentena sin tener el respaldo de un salario al que puedan acudir durante la crisis. De hecho, la cifra es más alta, porque tan pronto inicio la cuarentena, los despidos en los denominados trabajos formales han aumentado notoriamente.
En un informe más reciente, del 02 de mayo de 2020, el DANE ha dado a conocer que la tasa de desempleo en Colombia, entre el mes de enero y marzo del 2020, aumento alcanzando los 12,7 puntos. Esto quiere decir que en Colombia hay 2,9 millones de personas desempleadas. Y si a la cifra anterior le sumamos la de los que no han podido realizar sus labores de manera informal, son 8,5 millones de personas sin empleo y sin la capacidad de salir “al rebusque”.
Según Fedesarrollo, si las medidas se levantaran a finales de este mes, la economía decaería hacia un -2,7% y la tasa de desempleo podría llegar a 16,3 puntos. ¿Se levantarán las medidas contra el virus a finales de este mes? No parece. ¿Y a comienzos del siguiente? Tampoco. En Colombia, a diferencia de otros países que están reabriendo el comercio, no hemos llegado al pico más alto de contagios, las medidas de prevención lo han postergado.
Entonces, en este momento el panorama es muy similar al de aquel domingo 15 de marzo; porque en efecto, esto es solo el comienzo. Aunque también se parece mucho al del viernes 13 marzo, pues la gran mayoría aún seguimos ignorando los grandes retos y cambios, actuales y futuros, que nos dejará la crisis por el coronavirus. Al parecer, la señora con megáfono en la estación de Transmilenio tenía razón, “andémonos con cuidado” porque el coronavirus no es ningún mal agüero. De hecho, es peor.