Ser un rappitendero venezolano en Bogotá

Viernes, 08 Marzo 2019 12:07
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Rappi es una aplicación que ofrece ganancias diarias a sus domiciliarios, algunos de origen venezolano, pero el costo de esta oportunidad laboral es grande pues no cuentan con seguridad social. 

||| ||| Juna Pablo Arcos Herazo|||
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Es usual encontrarse con un rappitendero (domiciliario de la aplicación Rappi) en las calles de Bogotá. Motociclistas o ciclistas con grandes mochilas naranjas a su espalda son un común denominador en la ciudad desde hace algunos años. Se trata muchas veces de hombres jóvenes que realizan entregas de comida, productos de mercado o, incluso, pago de facturas y entregas de dinero. Sin embargo, la realidad de estos domiciliarios permanece oculta bajo sus trajes impermeables, los cuales llevan estampado el bigote blanco sobre fondo naranja que caracteriza a esta aplicación de pedidos en línea. 

Rappi se consolidó el año pasado como un "unicornio", denominación usada por la Revista Dinero para nombrar a aquellas empresas nacientes que han superado los mil millones de dólares en capital. Lo más sorprendente es que se trata del emprendimiento de tres administradores colombianos, Simón Borrero, Felipe Villamarín y Sebastián Mejía, los cuales vieron en el mundo de los domicilios en línea una oportunidad de empresa. En el mes de febrero, el diario económico La República nombró a Borrero, director ejecutivo de esta app, como el empresario del año en Colombia. 

Pero, a medida que la aplicación naranja se expande por el mundo, llegando a ciudades como Santiago de Chile, Sao Paulo y Ciudad de México, también crecen las problemáticas de los rappitenderos. En Buenos Aires, donde Rappi hace presencia en el mundo virtual de domicilios, se creó el primer sindicato de rappitenderos. Estos se unieron a los también disgustados trabajadores de Uber (aplicación que transporta personas y funciona como servicio de taxis particulares) para crear la Asociación de Personal de Plataformas (APP). La organización tiene la finalidad de exigir mejores condiciones laborales y establecer diálogos entre los trabajadores de estas plataformas, las empresas y el Estado argentino. La propuesta se presentó, según el diario La República, frente a la Secretaría de Trabajo de la Nación Argentina. 

A diferencia del sur del continente, en Colombia no existe tal agremiación. Una de las únicas manifestaciones que se han realizado por cuenta de los rappitenderos ocurrió en octubre del 2018 a raíz de la disminución de la tarifa del domicilio, manifestación que fue registrada por el diario El Espectador. Los domiciliarios, además, protestaron porque a veces las largas distancias que deben recorrer para entregar los pedidos no se toman en cuenta en la tarifa, pues hay constantes fallas en el sistema. 

Por otra parte, la demanda de seguridad social y prestaciones para los rappitenderos ha sido un tema álgido. La aplicación naranja ha explicado, en entrevista con el diario El Tiempo, que la situación es producto de la desinformación. Para Rappi, los rappitenderos tan solo son usuarios de una aplicación, los cuales utilizan su tiempo para ganar dinero pero nunca están vinculados como trabajadores, por lo que no hay una firma de contrato laboral. Es por eso que el tema de prestaciones y seguridad social no entran en la dinámica de la aplicación.  

Hay que resaltar, además, que Rappi no solo ofrece una oportunidad laboral para estudiantes y guardias de seguridad con tiempo extra, tal cual apuntó Borrero para El Tiempo, pues también se encuentran en el sistema domiciliarios que ven en esta aplicación un trabajo de tiempo completo. Entre estas personas están los migrantes venezolanos, los cuales con frecuencia optan por la aplicación naranja para generar ingresos. No obstante, ¿a qué precio? 

La realidad de la situación 

Llegar a ser rappitendero es un proceso bastante sencillo, solo hace falta el tiempo, la moto o la bicicleta, según se elija, y asistir a una charla y una capacitación mínima donde los domiciliarios son puestos a prueba en exámenes de lógica y manejo de dinero. A parte de esto, se exigen para los motociclistas los documentos de la moto en regla y, para los domiciliarios venezolanos, el Permiso Especial de Permanencia (PEP) y el Pasaporte colombiano. Después de haber logrado superar estos requisitos, la aplicación naranja abre un puesto como rappitendero y un nuevo domiciliario entra en la dinámica de la aplicación. 

Pero ya dentro, los domiciliarios encuentran distintas dificultades. Un rappitendero de origen venezolano que fue entrevistado por Plaza Capital fue el primero en manifestar su inconformismo. “Estamos a la de Dios” expresó, al referirse a la aparente inexistencia de protección que le brinda la aplicación en caso de un accidente. “Si a nosotros nos ocurre algo eso va por cuenta nuestra. Rappi lo único que exige y le importa es que entreguemos el producto”.  

La aplicación es una de las pocas alternativas laborales que este venezolano ha conseguido en Colombia y la ha ejercido durante los últimos 5 meses. En esta, tal cual dijo, puede ganar desde 15 mil hasta 50 mil pesos diarios en los días más productivos. Eso quiere decir que al mes estaría ganando entre  420.000 pesos y $1.400.000 si trabaja los siete días de la semana durante unas doce horas al día. 

Antes de conocer la oportunidad laboral de Rappieste domiciliario hacía sombreros artesanales y su paga era bastante inestable, pues dependía enteramente de la disponibilidad de materiales de su jefe.  De esta manera , a pesar de la carencia de seguro social y la firma de un contrato físico, opta por ser rappitendero con tal de alimentar a su hija que se encuentra en el estado fronterizo de Táchira (Venezuela). 

En una situación similar se encuentra otro rappitendero venezolano que lleva 7 meses trabajando en la aplicación. Él no pasó por grandes necesidades en Venezuela, pero su madre es residente en Bogotá y por esa razón decidió migrar a la capital colombiana con la esperanza de conseguir mejores oportunidades laborales. 

En el pasado, este domiciliario llegó a trabajar como mesero en el barrio Patio Bonito y en la Avenida Cali, e, incluso, como vendedor de productos químicos. Sin embargo, se enteró de los ingresos que podría recibir a través de Rappi y decidió montarse en una bicicleta y repartir productos por toda la ciudad. Pero Rappi no es la única aplicación para la cual trabaja, pues su camiseta roja en la que se lee Domicilios.com en letras blancas dice algo diferente. 

Respecto a esto, el rappitendero acepta trabajar para las dos empresas, pero prefiere, sin duda alguna, Domicilios.com. "Ahí tienes tu contrato, tu EPS (Empresa Prestadora de Salud) y la aplicación es más responsable con los pagos". El único desacierto de Domicilios.com, según él, es que solo abarca domicilios de comida, no productos de mercado y otros servicios como lo hace Rappi, lo que incrementaría la demanda laboral. 

Hay que resaltar que en el mundo de los rappitenderos también se encuentran mujeres venezolanas. Plaza Capital entrevistó a una de ellas. Tiene 30 años y ha vivido en Bogotá durante unos 18 meses. Con su pareja venezolana migró de Valencia, ciudad del estado de Carabobo, y se asentó en la capital colombiana con la finalidad de superar la inestabilidad laboral que vivía en Venezuela. Allí trabajaba como analista de calidad en una empresa de embutidos, pero, como dijo, “la incertidumbre de pensar que no vas a tener futuro en un trabajo te obliga a salir del país”.  

Así, decidió instalarse con su pareja, un ingeniero electrónico, en Bogotá y afiliarse a Rappi con tal de generar ingresos. De dichos ingresos retira cierto porcentaje para ayudar a la familia que dejó en Venezuela. No obstante, en palabras de la domiciliaria, “la situación es cada vez peor. A pesar de que uno les envíe dinero, la plata no alcanza para nada allá porque la canasta básica está muy elevada”. 

La aplicación de domicilios ha sido una gran oportunidad laboral para esta migrante venezolana, con la cual se sustentan ella y su familia. No obstante, es consciente de los riesgos que existen en su oficio como domiciliaria al no contar con ningún seguro por parte de la aplicación naranja. “Tú no estás cubierto por nada. En la aplicación hay una opción para reportar un accidente o el robo de la cicla, pero no van a hacer nada. Tú pagas tu seguro, ellos no te lo dan” dijo la rappitendera. 

A su vez se encuentra un cuarto rappitendero originario del estado de Bolívar, fronterizo con Brasil, que habló con Plaza Capital respecto a las condiciones de trabajo a las que se enfrenta. Hace 8 meses trabaja para Rappi pero está optando por declinar dada la precaria situación de la aplicación en cuanto a la seguridad del domiciliario. “Nosotros no somos empleados, según la empresa nosotros somos nuestro propio jefe. Pero ya deberían ellos, como en el caso de Domicilios.com, crear una plataforma para obtener el ARL (Administradora de riesgos laborales) y la EPS, que sería descontada de lo que uno genera. Uno está arriesgando bastante en bici o en moto, pues aquí no hay consciencia de manejo con los motorizados ni los ciclistas”. 

La EPS, entonces, es un tema a parte para la aplicación naranja, por lo que el servicio de salud de los rappitenderos se paga individualmente. El domiciliario dijo, en cuanto a esto, que está optando por pasarse a Domicilios.com, donde puede obtener un beneficio de salud con la venta de una afiliación a EPS por parte de la empresa y el otorgamiento de una ARL. “Por independiente una EPS sale muy costosa. En mi caso, que tengo mi esposa y mis dos hijos, son $225.000 pesos mensuales en la EPS Sura”. 

Asimismo, el rappitendero opinó que para él, las pólizas de seguro que ofrece la aplicación en caso de robo de cicla o moto, no valen la pena. Este seguro lo ofrece Rappi por un costo de $3.450 pesos a la semana para bicicletas y $5.850 pesos para motos, por lo que en un mes un ciclista estaría pagando $13.800 pesos y un motociclista $23.400 pesos, además del cobro por activación del seguro que se encuentra en $30.000 pesos.  

La respuesta de la aplicación 

Respecto al cubrimiento de salud que poseen los domiciliarios de Rappi, Wendy Pozo, auxiliar de pagos de la aplicación, dejó en claro que dichos beneficios dependen enteramente de los mismos domiciliarios. Así, las pólizas de seguro son pagadas por ellos mismos y el único beneficio que les brinda la aplicación es el de una ARL  que está destinada a cubrir accidentes laborales. Asimismo, Pozo afirmó que para Rappi “los rappitenderos son usuarios de una aplicación, no trabajadores”, por lo que todo el concepto de derechos laborales no aplica en la empresa.  

Como beneficio, Pozo dijo que los horarios flexibles serían la principal característica por la cual Rappi es amigable con el rappitendero. “Ellos tienen la libertad de conectarse y desconectarse de la aplicación. Es como entrar a Facebook, no pasa nada si duras 8 días sin entrar”. Así, desmintió el mito de que al rappitendero se lo desconecta si permanece unos días inactivo, pues esto solo sucede si los servidores de la aplicación califican de manera constante y negativa al rappitendero. 

De esta manera, la promesa laboral de Rappi conserva siempre la misma dificultad: la ausencia de un seguro para el rappitendero. Mientras que la empresa afirma ofrecer una ARL y una póliza para cualquier accidente laboral que se presente, los rappitenderos tienden a creer que no están cubiertos por ningún tipo de seguro, por lo que se pone en juego la efectividad de dichos seguros ofrecidos. Esta dificultad es afrontada por trabajadores vulnerables como lo son los migrantes venezolanos, que día a día luchan por conseguir un sustento por fuera de su país natal.