En los primeros meses de 2019, las autoridades tuvieron que implementar la 'alerta amarilla' por los graves niveles de contaminación del aire en Bogotá. Eso significa que el aire estaba “regular” por el incremento de las llamadas PM 2,5, partículas respirables como polvo, cenizas, hollín, metales, cemento y polen. El deterioro del medio ambiente ha venido en aumentado y las acciones para la protección de los humedales, los mayores aliados de la calidad del aire de la ciudad, son insuficientes.
Los humedales capturan el dióxido de carbono y generan oxígeno. La mayoría de estos ecosistemas tienen bosques que realizan esa purificación del aire. Además, el cuerpo de agua, con sus plantas acuáticas, también soporta esa producción de oxígeno. Por eso, su ubicación en el espacio urbano es estratégica para la mejora de la calidad del aire, explica Jorge Escobar, director de la Fundación de Humedales de Bogotá.
Los humedales son “ecosistemas de transición entre el medio acuático y terrestre que han sido conocidos como chucuas, lagunas o pantanos”, según el Jardín Botánico de Bogotá. También son el hábitat de diversas especies de animales y plantas, “regulan el ciclo hídrico, mitigan las inundaciones y los efectos del cambio climático”. Se componen principalmente por tres formaciones, un medio acuático, menor a seis metros, una parte semiacuática, conocida como “ronda hidráulica”, y una parte terrestre llamada “zona de manejo y preservación ambiental.
Juan David Amaya-Espinel, profesor de la Universidad Javeriana y asesor del Instituto de Investigaciones de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt (IAvH), destaca la capacidad de los humedales para transformar partículas ambientales y cambiar la calidad del aire. “Son ecosistemas que ayudan a mantener una red trófica [relación de las cadenas alimenticias entre plantas y animales]”.
Bogotá cuenta con 15 humedales reconocidos por el Distrito, el más grande de ellos es el Humedal Juan Amarillo con 222.58 hectáreas (ha), en Suba; seguido por el Humedal Jaboque con 151.9 ha, en Engativá, y el Humedal Torca con 79.93 ha, en Usaquén. Sin embargo, la Fundación de Humedales de Bogotá explica que hay otros 20 cuerpos de agua no reconocidos por la Alcaldía, como el Humedal Chorrillos, en Suba Rural; el Humedal Chicú, en Chapinero; y el Humedal Laguna Encantada, en Ciudad Bolívar.
En el recuento realizado por la fundación, se pudo reconocer aproximadamente 3.000 hectáreas de estos ecosistemas en la capital. “Si se contrasta con la cifra que daba Thomas Van Der Hammen a principios del siglo XX que eran unas 50.000 hectáreas de humedal, podemos decir que se ha perdido un 98%”, según Jorge Escobar
Calidad del aire
La contaminación del aire en Bogotá también se relaciona con la falta de espacios verdes, y es más crítica en la zona sur que en la zona norte, según en el mapa de calidad de aire de la Secretaría Distrital de Ambiente. La mayor polución también es fruto de la dirección de las corrientes de aire, que circulan hacia el sur, afirma el director de la Fundación de Humedales.
Mapa de calidad de aire de Bogotá. PM2.5. Imagen: Secretaria Distrital de Ambiente
El aire de la capital ha superado los límites aprobados por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. En relación a la PM 2,5, lo aceptable serían 37 miligramos por metro cúbico en una exposición de 24 horas. Bogotá ha registrado índices que llegan a los 130 miligramos por metro cúbico en Kennedy y La Sevillana, los lugares más contaminados. Los datos consideran una medición del pasado 9 de septiembre en las estaciones del sur de la capital, y están disponibles en The World Air Quality Index (El índice mundial de calidad de aire), un proyecto que promueve la conciencia sobre la contaminación del aire en más de 88 países.
Niveles de PM2,5 en Bogotá. Imágenes: Aqicn.or
Esa medición, sin embargo, puede revelar solo parte del problema. Daniel Bernal, ingeniero eléctrico y monitor de calidad de aire, afirma que “los actos para generar más contaminación son diarios, mientras que los actos para mantener sanos los humedales son pocos y escasos”. Las causas de la polución son distintas, como el obsoleto sistema de los buses, los incendios en los cerros y la quema de basuras, plásticos y llantas.
El sistema de transporte público tiene un gran papel en la contaminación. “He tomado medidas en las estaciones de Transmilenio, en carros particulares, en bicicleta, caminando, en buses híbridos y en SITP. La conclusión es que lo más contaminado es el Transmilenio, tanto en buses como en estaciones. He llegado a obtener valores de 300 miligramos por metro cúbico, son picos muy altos.”, afirma el ingeniero. La razón de esta concentración de polución se debe a que ni los buses ni las estaciones ayudan a que el aire logre salir.
La polución se asocia con enfermedades de tipo respiratorio, como bronquitis, y en los últimos años se han estudiado los efectos sobre enfermedades cardiovasculares. Estas partículas pueden estar relacionadas con el aumento de la mortalidad en la población y con el desarrollo de asma y alergias en los niños, según indican Cristina Linares y Julio Díaz en un estudio publicado por la revista científica El Ecologista.
Políticas Públicas
La falta de políticas públicas específicas de protección de los humedales y sus cuerpos de agua, fauna, flora y territorio, disminuyen la posibilidad de sobrevivencia de estos ecosistemas, según un estudio del Instituto de Estudios Ambientales de la Universidad Nacional. La transformación de la ciudad a través de los años ha impactado la constitución de los humedales. “En la década de los cincuenta gran parte de la ciudad era representada por estos ecosistemas, que, debido al crecimiento urbano, fueron perdiendo su área hasta el punto de casi desaparecer”, afirma un artículo de la investigadora Lorena Andrea Cortés en la Revista Colombiana de Geografía.
Los habitantes extraían agua de ese ecosistema, que también era utilizado como receptor de aguas residuales y de basura, de acuerdo con dicho estudio, denominado “Aproximación al paisaje de los humedales urbanos de Bogotá dentro de la estructura ecológica principal de la ciudad”.
La investigadora también señala en el documento que el desplazamiento generado por el conflicto armado en el siglo XX causó el asentamiento irregular de nuevos habitantes en los humedales, en regiones como Bosa, Fontibón, Engativá, Usaquén y Usme. Por eso, fue necesaria la construcción de carreteras y la llegada de servicios públicos, que también afectaron el espacio.
En el 2004, los humedales fueron reconocidos como “estructuras ecológicas principales”, en los artículos 95 y 96 del Decreto 190 del distrito. Se establece además un régimen en el que se especifica los usos condicionados para las zonas, que pueden ser tratadas como “centros de recepción, educación e información ambiental para los visitantes del parque; senderos ecológicos, peatonales y para bicicletas”. Además, recomienda no fragmentar la fauna y flora nativa, ni propiciar alta concentración de personas.
También determina que “los senderos para bicicletas y peatonales sólo podrán ubicarse en el perímetro del parque”, respetando la zona de manejo y preservación ambiental sin exceder un ancho de 1,5 metros. Los senderos ecológicos y observatorios solo pueden ser de materiales permeables, con máximo 1 metro de ancho. El uso agrícola y agropecuario está prohibido en cualquier área que haga parte de los humedales.
Años después, en 2007, el decreto distrital 624, estipulaba como deber de la política hacer de los humedales una red natural para la ciudadanía. Un patrimonio natural y cultural colectivo necesario para la biodiversidad y la calidad de la vida. Un año más tarde, salió el decreto 386, donde también se planteaba recuperar, proteger y preservar los humedales, pero ya no como un patrimonio o una red, sino como una zona hidráulica.
La transformación de la figura de los humedales en los decretos culmina en el año 2017, cuando pasaron a ser considerados también zonas de “recreación modificable”. Con base en ese cambio, el alcalde Enrique Peñalosa propuso realizar obras de construcción como ciclorrutas y un sendero en el humedal Juan Amarillo, lo que fue rechazado por la Corte Suprema de Justicia con base al decreto de 2007.
Siembra de un árbol. Fotos: Daniela Flórez Silva
La Alcaldía, entonces, decidió realizar una modificación al decreto 624 de 2007. Es aquí donde se dio el punto de quiebre para algunos de los humedales: dejaron de ser considerados legalmente patrimonio natural y zonas de preservación, y pasaron a denominarse zonas de recreación pasiva.
Lo que realizó el alcalde, según Olga González trabajadora de la Fundación Humedales de Bogotá, fue “modificar las cartas a su favor para lograr entrar a los humedales, llenarlos de cemento y decir que fue legal”. Según González, la pelea está dada entre la estética y utilidad de la naturaleza y el fanatismo para lograr objetivos de construcción dentro de estos humedales.
“Los humedales se ven viables para emprender proyectos urbanísticos, más por intereses individuales, de acuerdo a la Alcaldía de turno, entonces le construyen una vía encima, un centro comercial o una pista de BMX”, añade Escobar, director de la Fundación de Humedales. Los bogotanos, afirma, se quedan con los pequeños parques de bolsillo y los jardines, sin darse cuenta de la gran pelea que están dando los humedales para sobrevivir.
El ingeniero Daniel Bernal explica que hay un problema de fondo, ya que son las constructoras legales y con permisos ambientales las que construyen sobre humedales reconocidos por el Distrito, lo que evade la ley. “Esta ley ha mutado con los años y con cada gobernante, hasta llegar a ser lo que es hoy… una ley para paisajistas”.
Forma de sembrar un árbol.
Para mitigar los avances del deterioro de los humedales, organizaciones han trabajado en pro de su preservación. Esas acciones, aunque insuficientes ante la contaminación, intentan restaurar parte del daño.
Éste es el caso de las jornadas de siembra de la Fundación de Humedales de Bogotá. El pasado primero de septiembre, se plantaron 130 árboles en la vereda Márquez, en La Calera, municipio en las afueras de la capital. Estos retoños serán los futuros descontaminantes del aire y hogar de muchas especies.
A esta acción se vincularon 122 personas interesadas en la mejora ambiental de la ciudad, un proceso que requiere de educación y de hábitos adecuados. El objetivo de la fundación es realizar acciones que, a mediano plazo, permitan mejorar las condiciones ambientales y concientizar sobre el papel del Distrito y de los habitantes en la protección de esos ecosistemas.