15 años del Festival de Teatro de Bogotá

Miércoles, 30 Octubre 2019 18:08
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Cada año, durante dos semanas de fiesta teatral, las agrupaciones de teatro bogotanas cuentan con escenarios para presentar sus obras al público. 

Obra El Ensayo, de la agrupación La Congregación||| Obra El Ensayo, de la agrupación La Congregación||| Daniela Arango Pulgarin|||
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Sentado frente al telón se encontraba el público expectante, todos perfectamente acomodados en hileras por la disposición de la sala. Más de trescientas personas disfrutaban del cierre del Festival de Teatro de la ciudad, ni una sola silla estaba disponible, boletería agotada, filas extensas de un público emocionado por lo que prometía la noche. La obra mejor puntuada del Festival, “El Ensayo”, con la dirección de Johan Velandia, finalizaba la celebración de 15 años ininterrumpidos de fiesta teatral, donde agrupaciones bogotanas y el público de la ciudad han sido partícipes de un evento que fortalece la esfera del teatro local.

Las luces se apagaron. En medio del silencio que generaba la expectativa del telón subiendo, una voz se escuchó por los parlantes. “Bienvenidos al teatro nacional donde todos los días pasan cosas buenas, la función está a punto de iniciar”. Después de algunas advertencias y agradecimientos, comenzaba la función.

Subía la telilla y las luces iluminaban a los tres personajes, que en medio de una sala se acomodaban para bailar al ritmo de la cumbia, marcado por un intenso sonido del clarinete. Movimientos coordinados, los tres con las manos en la cintura paseaban en círculos alrededor del centro del escenario. Atrás, un cuadro de grandes proporciones de la virgen de los sicarios. Se llevaba a cabo el ensayo de baile del grupo de señoras del barrio Santo Domingo.

—Estoy en mi casa, le acabo de abrir a este par que acaban de entrar. Este es un barrio popular, en una ciudad muy popular, un país muy popular, es que véame la cara, yo soy del campo, montañera como yo sola y me encanta. Aunque a mí no me gusta vivir en esta ciudad llena de motos y disparos. 

Ésta fue la primera intervención de una de las señoras, a cargo del actor Rafael Zea, que compartía escenario con Santiago Alarcón y César Álvarez. Personajes que cobraban vida detrás de una sudadera rosa con gris, unas balacas azules de tela y un par de gafas. Aquellos actores en el escenario se transformaban en ancianas paisas. Caminando con torpeza y cansancio, debajo del reflector encarnaban una historia en la punta de una montaña en Medellín.

 

Un retorno al pasado y los retos del presente…

El Festival de Teatro es un evento que se realiza con el apoyo de la Alcaldía de Bogotá a través del Instituto Distrital de Artes (Idartes), en conjunto con la Asociación de Salas Concertadas. Su presidente, Orlando Parra, explica que el festival comenzó gracias a las salas de teatro independiente de Bogotá. “Quienes se reunieron en un gesto político sin precedentes para crear en ese entonces un festival llamado A las Salas Alas, un festival que reafirmaba que el teatro bogotano existía, existe y existirá”, afirma. 

La idea de las salas de teatro independiente era que se disponían estos espacios para la realización del festival, y evolucionó hasta ser una apuesta de la Asociación Nacional de Salas Concertadas de Bogotá. Al inicio, no contaban con apoyo oficial, trabajaban de forma colaborativa para organizar encuentros de la ciudadanía con el arte dramático. Luego, cuando se crea Idartes, en 2011, se establece la alianza con la Alcaldía de Bogotá. “Ahí empieza a crecer, se abren más cupos, formas de financiación y se sigue generando como un espacio netamente de circulación de los grupos artísticos bogotanos en las salas de la ciudad” aclara Maira Salamanca, productora general del festival.

Una vez al año, se ponen de gala, terciopelo y utilería los mejores teatros de la capital colombiana. Un evento que cuenta con la acogida, espera y emoción de más de 8 mil espectadores. Este año con 45 funciones, seleccionadas de las 185 postuladas, que se presentaron en 24 salas de teatro de la ciudad entre el 9 y el 24 de octubre.

Las obras fueron seleccionadas por medio de una convocatoria pública, que eligió a los mejores a través de criterios como trayectoria, puesta en escena y dramaturgia, para que los ciudadanos lograran, por medio de un incentivo de $5.000 mil pesos (precio que se ha pagado por la entrada, desde el inicio del festival), experimentar lo mejor que tiene el teatro distrital. Este año, el festival hizo un homenaje especial a las salas que lo empezaron: Acto Latino, Libélula Dorada, Teatro Quimera, Hilos Mágicos, entre otras, que tuvieron un cupo directo para la participación en el evento.

Pasar de salas con un aforo máximo de 100 personas, a lugares como el Jorge Eliecer Gaitán, inaugurando el festival con 1705 asistentes, el Teatro Nacional Fanny Mikey con aforo para 371 personas y La Casa del Teatro Nacional con 135, es un cambio positivo para los organizadores. “Ya empezamos a apostarle a salas más grandes, sin el miedo a que las personas no lleguen”, añade la productora.

Mucho ha cambiado desde el inicio del festival. Lo primero es la creencia del público, que durante años lo confundió con el Festival Iberoamericano de Teatro. “Ahora las personas tienen una marca clara de que éste es el festival de Bogotá”, cuenta Salamanca. Asimismo, la creencia de las agrupaciones de teatro en el festival, porque hay mayor presencia para la participación en el evento. Hace 10 años, como explica Maira. “Llegaban 45 propuestas para 35 cupos que tenía el festival, este año llevaron 185 propuestas”. Crece la actividad teatral y el festival es un espacio que apoya dicho crecimiento. Además de ser un evento que permite identificar las falencias existentes. “Este año nos generó mucha inquietud que no se presentó nadie de teatro de calle, entonces se empieza a notar que está teniendo problemas de creación, problemas de circulación, por la misma coyuntura del trabajo en el espacio público”, añade la productora general.

Un evento que da cuenta del panorama de la comunidad teatral, con las infinitas formas de hacer teatro. “Somos una joven tradición en consolidación y lo lograremos. Todos juntos, y gracias a ustedes, el público, porque ustedes dignifican nuestro oficio”, añade el Parra, presidente de la Asociación. El público reía al unísono con todo lo que pasaba en relación con los personajes. Las señoras, todas con un hijo llamado Juan Carlos, revelaban sus secretos e intenciones en aquella reunión.

 

De regreso a la sala… 

Una profunda trama se iba desarrollando en el escenario. Dos de las ancianas resultaron ser las madres y cómplices del asesinato del hijo de la tercera. Una serie de eventos promovidos y llevados a cabo por la rabia y la tristeza de una madre solitaria que reclamaba justicia para su amado, a quien le dispararon por meter un autogol en un partido del barrio. 

—Yo solo quería saber cuál de ellas dos era la mamá del sicario que me quitó a mi muchacho. Quería preguntarles por qué no lo corrigió, por qué no hizo nada. Yo quería enseñarles a ser madres.

Mientras tanto, al otro lado del escenario la tensión aumentaba al escuchar las dolorosas palabras de la madre al describir cada una de las escenas del asesinato de su hijo. Daban vida a fuertes aplausos en los momentos menos esperados e icónicos de la obra. Esta es la razón por la que el teatro sigue vivo, actores, actrices, directores, directoras y el equipo detrás de este festival, concuerdan en que el público es la razón por la que el festival se ha podido consolidar como un evento de carácter metropolitano.

El evento surgió de la necesidad de crear espacios en red para la circulación de las obras. “Porque los espacios estaban, las salas y las obras también, pero era necesario unirnos y hacer un trabajo colectivo para que eso tuviera la suficiente difusión y que realmente llegara al público”, explica Maira Salamanca. Además, “el festival sin duda es uno de los escenarios de sensibilización más importantes de la oferta teatral de la ciudad, eso implica que año a año beneficia a los artistas, a las agrupaciones, a las salas y finalmente a la ciudadanía” afirma Eva Díaz, representante de la gerencia de arte dramático de Idartes.

Drama, comedia y tragedia fue lo que se vivió esa noche en aquella sala del Teatro Nacional, actores que le dieron vida a una de las realidades de nuestro país. En medio de casi cuatro minutos de aplausos luego de cerrado el telón, pasa Johan Velandia, el director de la obra y dice. “Esta es una necesidad que tiene el festival, formar, en un país como el nuestro. Al frente de una triste temporada de angustia frente a la situación del país, Latinoamérica y el mundo”.

Un cierre de broche de oro fue la recompensa de semanas de trabajo para el montaje de todo un festival que quería lograr una reflexión, un mensaje y una crítica. “Creo que este espacio, en el que nos podemos congregar a disfrutar, es un espacio que no permite la guerra”, añadió el director en sus palabras finales. Las agrupaciones y organizadores trabajan para que el festival siga creciendo y que, como explica la productora general, “resista y continúe, así como en estos 15 años”.

La obra llegaba a su final, dos de los personajes caminaban alrededor del sillón donde yacía la madre del joven asesinado. Erguidos se dirigían al fondo del escenario y decían:

—Cada cual cogió por su lado, al tiempo, como si lo hubiéramos ensayado, como si estuviéramos en el teatro, como si llegara el momento, de terminar.