Rojo y blanco: colores que llevo en mis venas

Miércoles, 28 Febrero 2018 18:41
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El 25 de febrero la hinchada del Club Independiente Santa Fe celebró el cumpleaños del equipo. El 28 de febrero cumplió 77 años de historia.

Fotos: Juliana Torres|||||||||||||||| Fotos: Juliana Torres|||||||||||||||| ||||||||||||||||
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77 años de historia, 77 años de alegría y frustración, 77 años de pasión, 77 años de gloria, 77 años y 16 copas, 77 años cultivando una hinchada fiel.

Llegó el domingo y en vísperas del cumpleaños del primer campeón de la liga colombiana, su hinchada se puso una cita en aquel lugar en el que hace poco más de siete décadas se fundó el equipo de sus amores.

Santiago se puso su casaca, se pintó la cara de rojo y blanco, alistó su bandera y salió de su casa sintiéndose orgulloso de ser hincha santafereño. No le importó el qué dirán, este día era especial, era un día para rendir homenaje al equipo cardenal. En el Transmilenio se encontró con varias personas que compartían su pasión, poco a poco se iba sintiendo el ambiente de fiesta y es que la hinchada santafereña es así, es como una familia.

Desde las 10 a.m., como cada año, la Plazoleta del Rosario fue el centro de reunión. Frente al Café Pasaje, anteriormente conocido como Café Rhin, la murga de La Guardia Albi-Roja Sur (LGARS) hizo sonar los bombos y las trompetas, recordando aquel 28 de febrero de 1941. En aquella ocasión, un grupo de aficionados por el fútbol, en su mayoría estudiantes del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, formalizaron el club deportivo conocido como Independiente Santa Fe, sin esperar que su pasión llegaría a millones.

Santiago tiene 23 años, es alto y con barba, diseñador gráfico de profesión y fiel asistente al estadio desde hace ocho años. En el camino a la Plazoleta lucía emocionado, no paraba de contar anécdotas de marchas pasadas, “el año pasado casi no vengo porque estaba que me moría de gripe, pero las ganas me ganaron. Preciso cayó severo aguacero y todos los de mi 'parche' íbamos debajo de una sombrilla, justo solo había una”. Miraba hacia la ventana del Transmilenio y parecía ansioso. Desde unas cuadras antes, comenzó a entonar algunos cantos de LGARS, seguía sin importarle el qué dirán. Al llegar, en sus ojos se notaba la emoción por estar allí, como si fuera la primera vez que viera aquel carnaval albi-rojo.

Santiago se reunió con su 'parche'. Pero allí esto ya no importaba, porque la hinchada de Santa Fe es una sola, todos eran amigos, todos se sonreían, todos se abrazaban como si se conocieran de siempre.

La estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada vestía una bufanda del equipo cardenal. Las tiendas de los alrededores estaban cerradas y sirvieron para izar los trapos y las banderas, el lugar estaba vestido, al igual que sus hinchas de rojo y blanco. El humo de los extintores, la publicidad política convertida en papel picado, las bengalas y la pólvora anunciaban que no era un día cualquiera, que no eran unos hinchas cualquieras. Muy pocos visitantes cerca al lugar, pero los pocos miraban con extrañeza y sonreían ante tal festejo, hasta la Policía fotografiaba los hechos.

La Plazoleta del Rosario también sirvió para realizar un pícnic, muchos tomaron fuerzas compartiendo alimentos, otros desde temprano se tomaron una 'pola' o el famoso vino en cartón. Así pues, los miles de hinchas se disponían a realizar la tradicional marcha anual, en la que toda la familia cardenal celebra el amor por el Albi-rojo. La edad no fue excusa, bebés, niños, jóvenes, adultos y ancianos se motivaron a caminar hasta el Nemesio Camacho El Campin.

El trapo principal de la barra, “La Guardia PTE”, guío el recorrido. Detrás de este y al ritmo de bombos, la hinchada cantaba. Los que no se sabían las letras tatareaban hasta aprenderse las estrofas que acompañan al equipo en los 90 minutos de cada partido que juega. Detrás de este no solo iba una hinchada, iba la santa fe de quienes no han perdido la esperanza.

Marcela, de unos 25 años y con cinco meses de embarazo, llevaba puesta la camiseta de Santa Fe, de quizás unas tres tallas más grandes de la que ella habitualmente usa. Se sabía cada canto que la murga tocaba, lo gritaba con emoción, agitaba su brazo derecho con fuerza y con la mano izquierda acariciaba su barriga. Junto a su familia, Marcela caminó todo el recorrido. Todos la miraban con sorpresa y muchos se acercaban a decirle que tuviera cuidado y que no se esforzará demasiado, a lo que ella decía “estoy bien, estoy feliz”. Durante el camino se detuvo unas cuatro veces a descansar y tomar aliento. Aquel bebé que lleva en su vientre tendrá claro lo que es el amor por un equipo.

En la tarde, durante la marcha, las 'polas' y el vino que varios comenzaron a consumir desde horas de la mañana empezaron a tener efecto. Ya se veía a varios sin camisetas, abrazados unos con otros para seguir en pie, ya los cantos no sonaban tan claros, se había perdido el ritmo en una mezcla de licor y marihuana. Las familias asistentes huían de los sectores en los que se respiraba el humo del cigarrillo y de las drogas. Ya era complicado no encontrarse con algún borracho, los niños ya no corrían libremente; todos ahora iban de la mano de sus padres.

Andrés es el ejemplo de la frase “el regalo de mi viejo”, que entona uno de los cantos más populares de la barra santafereña. Con tan solo cuatro años de edad, se agarraba su camiseta roja y saltaba alegremente. Observaba a su alrededor y sonreía, de vez en cuando imitaba a un león, causando sensación de ternura y demasiadas risas en su entorno. Estuvo muy activo en toda la marcha, aunque su padre varias ocasiones lo cargo en los hombros. Próximos a llegar al estadio, Andrés comenzó a cerrar sus ojos del cansancio, pero al ver tan gran monumento saltó de emoción. Esta no duró mucho, ya que su padre le dijo que, por ser aún tan pequeño, no podría ingresar.

El festejo continuaba alrededor de El Campín, donde se iba a jugar un partido contra Jaguares. Muchos revendían la boleta del partido para seguir comprando licor. La Policía perdía el control, ya eran cientos consumiendo drogas, se comenzaba a ver la presencia del ESMAD y de los Carabineros de la Policía. Las tiendas cerraban o no prestaban el servicio a los hinchas, en algunas cuadras se veían algunas riñas de no mucha importancia.

Todo aparentaba que las cosas concluirían con tranquilidad, hasta que se veía venir un grupo de hinchas corriendo y gritando por la entrada sur del estadio. Detrás de ellos, el ESMAD lanzando gases y atrapando fanáticos, tal cual como el gato corre tras el ratón. Este conflicto no duró mucho, la Policía se tomó las calles y los hinchas no tuvieron más opción que ingresar al estadio o tomar otro rumbo.

Quienes entraron, vivieron una fiesta en el estadio. 90 minutos más tarde, no solo estarían celebrando un cumpleaños más, sino también, una victoria de cuatro goles.