La guerra vista con ojos de mujer: Afganistán, amor a primera vista

Jueves, 13 Mayo 2021 08:36
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Un simple viaje de trabajo a Afganistán le originó una insaciable curiosidad por conocerlo más de cerca. Vivió 8 años allí, conoció el amor y el desamor de comprender las caras de la sociedad afgana. Se convirtió en la vocera de las mujeres afganas en España con la ayuda de su fundación, Asociación por los Derechos Humanos en Afganistán (ASDHA).

Retrato a Mónica Bernabé||| Retrato a Mónica Bernabé||| Gervasio Sánchez|||
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Periodista y escritora española, Mónica Bernabé Fernández es apasionada por los temas sociales y el periodismo local, trasladó su oficina de Cataluña hacia el Medio Oriente. Su vida era la de  un trotamundos, tuvo la oportunidad de visitar Pakistán, Italia, Guatemala, Venezuela, República Democrática del Congo y Afganistán. En este último, decidió radicarse para hacer periodismo local y mostrar una faceta desconocida del país. Una mujer que vivió la violencia de los talibanes y las fuerzas armadas extranjeras, una mujer que afrontó situaciones riesgosas de violencia sexual para hacer un reportaje, una mujer que vivió atrapada en la depresión y una mujer que hoy en día tiene la capacidad de salir adelante.

¿Cómo fueron sus inicios en el periodismo? ¿Cómo descubrió que esa era su pasión?

Cuando empecé a estudiar periodismo no tenía muy claro que quería ser periodista. A mí me llamaba mucho la atención los países denominados “del tercer mundo”, es decir, para mí ver esas imágenes y esas fotografías pensaba “bueno, yo quiero ir allí para verlo con mis propios ojos para confirmar que eso es así”. Entonces yo sí que quería viajar y visitar esos países. Iba tan despistada que no sabía si estudiar turismo o periodismo “¡Imagínate!” y al final estudié por suerte, periodismo. Me licencié en la Universidad Autónoma de Barcelona, una universidad pública.

Mis inicios fueron en el periodismo local empecé trabajando en una emisora de radio, después en un semanario local y, después en un diario local. Estuve trabajando en ese diario local durante siete años casi, hasta que bueno, a mí me gustaba mucho el periodismo internacional y los veranos durante mis vacaciones siempre intentaba viajar a algún país. Vacaciones un poco peculiares porque aprovechaba esos viajes, no para ir a un hotel para entendernos. Aprovechaba esos viajes para hacer algún reportaje que publicaba en el diario local, hasta que surgió la oportunidad de viajar a Pakistán en el año 2000. Yo ya había hecho una entrevista a una activista afgana que había visitado Barcelona. Ella vivía en los campos de refugiados que existían entonces en Pakistán. Me invitó a ir en verano, fuimos tres personas y desde Pakistán viajamos a Afganistán en un momento en que los talibanes estaban en el poder. A mí ese viaje me impactó muchísimo porque, aunque yo ya había viajado a países pobres, es muy diferente ir un país pobre que a uno destruido por la guerra; entonces sabía que el viaje me impactaría muchísimo.

Al regreso de Afganistán hicimos una rueda de prensa en Madrid explicando lo que habíamos visto y eso tuvo un gran impacto mediático en España. Porque eran tres españolas que habían entrado en el Afganistán de los talibanes [...]. Un montón de gente se puso en contacto con nosotras porque querían ayudar a las mujeres afganas. Creamos una asociación de ayuda a las mujeres afganas para canalizar esas ayudas, esa asociación era algo que yo en mi tiempo libre me dedicaba. Pero continuaba trabajando como periodista en un periódico local. Lo que sí me hizo mantener es ese contacto constantemente con la gente de Afganistán. Me permitió estrechar vínculos y, además, cada año viajaba a Afganistán para supervisar esos proyectos de cooperación que hacíamos. 

¿Cómo fue esa repentina decisión de viajar a Afganistán en primer lugar? Teniendo en cuenta que es una mujer europea, que visita un país pobre inmerso dentro de un conflicto.

Bueno, el primer viaje en que estuve yo era joven. Entonces cuando eres joven, te lanzas a la aventura, creo yo. Íbamos acompañadas de esta activista afgana que ya había entrevistado en Barcelona, ella insistía en saber que los talibanes eran bastante tontos para decirlo de alguna manera y que no iban a controlar quién entraba, también que si nos poníamos un burka podíamos movernos por el país sin problemas. Pero el viaje fue bueno, en aquel momento confié en aquella chica que iba a ir bien. Un poco pues las ganas de ver Afganistán tal cual, y después la inconsciencia que te da la juventud, digo yo. 

Allá en Afganistán qué temas investigaba y qué tipo de reportajes hacía.

Me interesa el periodismo social y, claro, en un país en guerra y muy pobre allí de temas sociales tienes para “parar un tren” como decimos aquí en España. Lógicamente todo lo que eran temas sociales, pero también tenía que seguir la actualidad política, cómo actuaban las tropas internacionales porque cuando estuve en Afganistán habían desplegados hasta 150.000 militares extranjeros, tenía que ver qué hacían exactamente esos militares extranjeros. Pero no puedes estar hablando solo de muertos y heridos, también hay que mostrar todas las caras de una sociedad para que la gente pueda entender ese país. Entonces yo creo he hecho temas de absolutamente todo.

Por último, ¿cómo hacía para manejar los riesgos que conlleva su trabajo? Por ejemplo, un secuestro, un acto de violencia sexual, ¿cómo hacía para protegerse? Y sí llegó a tener una situación de ese tipo qué hizo.

Tenía dos temores. Como dices, el tema de la violencia sexual era un temor, sobre todo, cuando viajaba sola. Porque sé que en Afganistán se podía dar el caso de que iba a alguna ciudad, me alojaba en un hostal y yo era la única huésped mujer. El resto de los huéspedes eran hombres y todo el personal eran hombres. Es decir, podría ser la única mujer en ese edificio.

Yo tomaba precauciones en plan, como no dejarme ver mucho. Por ejemplo, por la tarde cuando regresaba de trabajar, pedía la cena y no bajaba al comedor a cenar, pedía que me la llevara la habitación, dejaba la bandeja afuera del pasillo y cuando se iban cogía la bandeja y cuando terminaba la sacaba. Era una manera de autoprotección [...]. En la manera de vestir, pues bueno, si has visto el documental habrás visto que yo siempre iba vestida de negro y con una especie de guardapolvo por encima negro. Este no me marcaba las formas, esa también era una forma de autoprotección.

Y después, bueno, ese temor también ocurría cuando acompañaba a las tropas internacionales, a mí también me ha ocurrido en muchas ocasiones de estar en una base militar en la que todos los militares son hombres, yo soy la única mujer. Soy consciente que estoy en una base militar en la que todos son hombres, todos están armados y hace meses que no han visto una mujer. Además, por la noche por razones de seguridad, para que la base militar no se convierte en un objetivo, todas las luces están apagadas, tenías que moverte con una linterna. Sí tenías que ir a la letrina de noche con la linterna, intentaba ir lo menos posible, lógicamente.

El otro temor que tenía era cuando acompañaba a las tropas internacionales. Ya no tanto morir porque yo pensaba, bueno, pues si me muero, mala suerte, pensaba así. Pero me daba miedo quedarme mutilada [...].