Lorena Prieto Barriga nació en Bogotá en el año 1969. Desde muy pequeña sentía una gran atracción por los hombres, lo que la llevó a sufrir el rechazo de una sociedad altamente conservadora y machista. Fue rechazada por su familia cuando les confesó que quería ser una mujer transgénero (persona que se identifica y desea pertenecer al sexo opuesto pero todavía no se ha sometido a una reasignación de sexo). “Hubo discriminación por parte de ellos, duré mucho tiempo sin hablarles”, confiesa.
A diferencia de muchos otros niños de su edad, y debido a la discriminación familiar, tuvo que empezar a ganarse la vida a sus escasos once años, a esa edad abandonó su hogar y empezó a ejercer la prostitución en el centro de Bogotá. A pesar de haber sentido la exclusión apenas comenzaba su vida, Lorena aún no tenía la menor idea de los abusos de los cuales iba a ser víctima debido a su decisión. Según cuenta, el año de 1980 se convertiría en uno de los peores de su vida, sentir y conocer la verdadera discriminación. “Éramos perseguidas por la policía, nos garroteaban, nos azotaban y nos metían a la cárcel. Nos privaban de la libertad por el simple hecho de darnos a conocer como éramos”, afirma.
Con el pasar del tiempo, la situación para las personas trans era cada vez más preocupante, los abusos incrementaban y la discriminación estaba en todas partes. Recuerda el periodo correspondiente al mandato de Julio César Turbay (1978-1982), en el cual, se decretó una ley llamada “Prendas Femeninas” que establecía que todo hombre vestido de mujer sería arrestado. Cuando ejercía la prostitución salía a trabajar a las 6 de la tarde, a esa hora se empezaba a ver el camión de la batida corriendo a los travestis en la calle. “Era una persecución horrible, nos pegaban mucho, nos arrestaban, nos llevaban arriba al Chorro de Padilla, abusaban de nosotras, nos quitaban la ropa, la tiraban al pozo que había, nos lavaban. Ellos ya tenían sus baldes con agua, sus canecas, lo llevaban a uno junto con los habitantes de calle y eso era terrible, nos volvían una nada, una melodía”, nos dice.
La vida de las personas transgénero en los años 80 era sinónimo de discriminación y estigmatización, los miembros pertenecientes a esta comunidad eran rechazados constantemente. El día a día estaba marcado por los constantes abusos de la ley, de la fuerza pública y el rechazo de la sociedad. “No podíamos entrar a ningún sitio ni tener acceso a ningún servicio porque la gente era atrevida y nos echaba agua caliente, nos sacaba a escobazos porque supuestamente éramos hijos del demonio, degenerados, pervertidos y enfermos mentales”, asevera Barriga.
Una sociedad hipócrita
20 años después de haber experimentado los abusos más fuertes, Lorena asegura que hoy en día vivimos en una sociedad mucho peor para ella, una mucho más falsa, corrupta e hipócrita. “En ese tiempo al menos lo discriminaban a uno y pues chao, pero hoy por día a uno la tratan y por detrás la destruyen, es una sociedad más perversa en la que estamos viviendo”, agrega. Son los miembros de la sociedad alta, según ella, los que dicen trabajar por los derechos de la comunidad LGBTI, los que más discriminan a las personas transgénero. “Esta misma sociedad es la que nos busca por páginas, va a la calle, nos suben a los carros y tienen sexo con uno, pero al otro día nos están rechazando, nos están marginando e insultando, son los mismos los que al día siguiente se están lavando las manos como Pilato, es una sociedad falsa, retrógrada y con doble moral”, asegura rotundamente.
Según Lorena, los políticos y las instituciones pertenecen a ese sector de la población que utiliza a la comunidad LGBTI para sus intereses, con el fin de lograr lo que se proponen, les prometen mejores condiciones de vida, luchar contra la discriminación y garantizar la inclusión, sin embargo, una vez ya cumplen su cometido, se olvidan por completo de ellos, no cumplen y tras de todo discriminan. “Son muchas las organizaciones que nos cogen y nos manosean diciendo que van hacer por nosotras y luego nos tiran. Todo eso lo cogen para beneficio de ellos, para sus campañas, para sus logros, para sus oportunidades, y ya después que lograron lo de ellos, nos siguen discriminando”, denuncia Lorena.
Si bien es cierto que la comunidad LGBTI, desde la firma de la Constitución Política en 1991, empezó a tener mayor libertad al reconocer a sus integrantes como personas de especial protección, Lorena deja claro que aún falta mucho por trabajar, más aún en un país donde la sevicia y la crueldad se volvieron el diario vivir.
Lo más difícil, recordar
A raíz de la Constitución, Lorena empezó a reunir fuerzas, iba a los diferentes bares de la ciudad para buscar personas las cuales le brindaran el apoyo necesario, alguien que la escuchara. Posteriormente, se empezaron a programar las primeras marchas LGBTI. “Debido a las primeras marchas que se hicieron nos empezaron a escuchar y empezaron a tomarnos en cuenta ciertos derechos, a corregir ciertos abusos de autoridad que había, como era privarnos de la libertad y matarnos a garrote”, según cuenta. Sin embargo, alcanzar todo esto no ha sido nada fácil, el proceso fue y sigue siendo más complicado de lo esperado. Durante su camino ha tenido que sufrir muchos abusos, muchos maltratos y diferentes agresiones por parte de diferentes sectores de la sociedad. “Es la hora en que todavía no hemos podido superar todo eso […] estamos todavía tratando de superar barreras para poder tener más libertad, porque todavía existe la sociedad que discrimina, la sociedad machista”.
La tarea más difícil para Lorena es recordar ese tiempo donde fue maltratada, abusada y garroteada. “Créame que no es fácil recordar todo eso, yo me pongo a recordar y digo: ¡hombre! ni que yo hubiera matado a quién sabe quién para que hubiera tenido que pasar por todo eso y soportar tanta barbarie. Finalmente nosotros somos seres humanos, independientemente de lo que sea”, confiesa.
Actualmente, Lorena trabaja en la Secretaría de Integración Social de Bogotá en un proyecto piloto para mujeres transgénero, que tiene como principal propósito la inclusión social. Según Lorena, este proyecto tiene el objetivo de “darles a todas las oportunidades de un trabajo, una vivienda digna, educación y salud de calidad”. Asimismo, desde su papel como gestora, impulsa la realización de programas de redes de afecto y apoyo, espacios que tienen diferentes finalidades, como: la denuncia por abusos o discriminaciones, apoyo psicosocial y jurídico.