Los retos para erradicar la mutilación genital femenina en las mujeres indígenas Emberá

Jueves, 19 Noviembre 2020 18:27
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El pueblo indígena Emberá, ubicado en zonas de la región pacifica colombiana,  es el único grupo conocido que actualmente practica la mutilación genital femenina en América Latina. Así lo evidenció el mapa global de casos, emitido por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en su informe Estado de la Población Mundial 2020.

La cuchilla es el instrumento más común con el que se realiza el corte parcial o total del clítoris femenino.||| La cuchilla es el instrumento más común con el que se realiza el corte parcial o total del clítoris femenino.||| Vivian Reyes|||
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“La mutilación genital femenina (MGF) son todos aquellos procedimientos que consisten en la resección parcial o total de los genitales externos femeninos, así como otras lesiones de los órganos genitales femeninos, ya sea por motivos culturales u otros motivos no médicos”, explica el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), organismo encargado de la salud sexual y reproductiva a nivel mundial. En pocas palabras, consiste en el corte o resección ya sea del clítoris, los labios mayores o menores.

En Colombia, las indígenas de la comunidad Emberá lo llaman ´Curación’ o ‘Corte del callo’, y consiste en la ablación o quema del clítoris. “Se toma una puntilla grande y se pone en el fogón y cuando está rojita entonces colocamos sobre la ‘cosita’ y la quemamos”, explicó una indígena Emberá Chamí en una conversación con Víctor Zuluaga, documentada en el artículo La Ablación del clítoris, una Herencia Africana. Otros métodos consisten en removerlo con artículos filosos como cuchillas o tijeras. A pesar de que el Fondo de Población de las Naciones Unidas logró hacer pública la ablación femenina y la comunidad indígena reconoció su existencia, a la fecha no hay cifras o registros confiables que demuestren la magnitud de esta práctica en Colombia.

“Hay mucho silencio al respecto. Se hacía de manera muy secreta y las mujeres que los practicaban eran muy precavidas con ello: apenas nace la niña, se la llevan e inmediatamente realizan la práctica. Incluso, ni los esposos, ni las personas de la comunidad se enteraban”, explica Claudia Arbeláez, antropóloga con maestría en política social para el desarrollo, en entrevista con Plaza Capital.

La Organización Nacional de Indígenas de Colombia (ONIC) resalta, mediante un comunicado titulado Sumar esfuerzos y actuar: la clave para poner fin a la mutilación genital femenina en Colombia, que los pocos casos registrados son de mujeres que han alzado su voz y de niñas que llegan a centros hospitalarios con graves infecciones, hemorragias o fallecidas en el peor de los casos. Sin embargo, la ONIC estima que a dos de cada tres niñas Emberá se les realiza dicha práctica.

En entrevista con Plaza Capital, Arelis Cortes Vitonco, lideresa indígena y consejera de mujer, familia y adulto mayor de la Organización Regional Indígena del Valle del Cauca (ORIVAC), narra cómo salió a la luz el primer caso de ablación femenina en el departamento: “En el año 2014 una niña fue atendida en el hospital del municipio de Ansermanuevo. Cuando los médicos la revisaron, notaron hemorragia e infección en su parte intima. La niña murió y su causa fue la ablación de su clítoris”.

Creencias detrás de la MGF

Por cuestiones geográficas, culturales y falta de planeación e inclusión gubernamental, muy pocas indígenas Emberá tienen acceso a servicios de salud sexual y reproductiva. Por ende, son vulnerables a prácticas nocivas como la mutilación genital femenina. Así lo hace ver el UNFPA en un artículo titulado En Colombia, esfuerzos para poner fin a la mutilación genital femenina están empoderando a las mujeres para ser líderes. Esta práctica catalogada por la institución como “nociva”, aunque no es tradicionalmente indígena, fue apropiada por la etnia Emberá hace décadas. “El corte fue apropiado por la comunidad Emberá cuando entró en contacto con los africanos esclavizados de la tribu Mandinga”, asegura el historiador Víctor Zuluaga.

Detrás de este corte en los genitales, existe una serie de significados y creencias de la comunidad. Por ejemplo, “se piensa que si a una mujer no se le realiza la ‘curación’, su clítoris eventualmente llegará a crecer hasta convertirse en un pene y no va a poder tener pareja o ser una buena esposa”, afirma Arbelaéz. La médica especialista en ginecología y cirugía endoscópica ginecológica, Silvia Plata, explica que “Aunque hay mujeres que pueden presentar hipertrofia del clítoris, es decir que tiene un clítoris más grande de lo normal, nunca llegará a ser un pene”.

Otra creencia relacionada con la MGF dice que, al cortar el clítoris la mujer tendrá completa disposición a tener un solo esposo y le será fiel. “Le cortaban esa cosita porque después de cortada, ya no tiene nada de arrecha. Y un solo marido se puede tener”, explica Irene Guasiruma, del resguardo Wasiruma, en Mujeres Emberá: del silencio a la palabra, video emitido por el UNFPA. Pero más que alcanzar la absoluta fidelidad, al cortar su clítoris la mujer pierde la sensación de placer originada por el sexo. “El clítoris tiene alrededor de 8000 terminaciones nerviosas que lo que hacen es producir la sensación de placer en las mujeres al tener relaciones sexuales. Su función es completamente sensitiva, es la zona más erógena del cuerpo y su única función es producir placer a las mujeres”, explica la médica Silvia Plata.

Consecuencias Físicas y Psicológicas

Tanto física como psicológicamente, los daños que la MGF genera en las niñas y mujeres son evidentes. A corto plazo, puede causar infecciones y hemorragia en el cuerpo; mientras que en la mente, causará pesadillas, ataques de pánico y desconfianza por sus cuidadores. En cuanto a la mujer del mañana, problemas como quistes e infecundidad, relaciones sexuales dolorosas, fistula obstétrica, complicaciones durante el parto, depresión y trauma serán las secuelas corporales. Así lo explica el UNFPA en su apartado web sobre dicha práctica.

“Hay distintos tipos de consecuencias. Primero, si la técnica no se hace de manera adecuada, puede infectarse o generar un sangrado profuso, ya que hay muchas terminaciones de vasos sanguíneos. A largo plazo, puede tener otro tipo de consecuencias como deformidad estética y alteración en la sensación de placer en las mujeres”, afirma Silvia Plata.

La ORIVAC considera esta práctica como una problemática de salud. Así lo hace ver su funcionaria Arelis Cortes, al informar las secuelas significativas que esta práctica deja a  nivel físico y emocional: “las mujeres que han sobrevivido  y nos contaron su relato, afirman que tuvieron problemas en su primera menstruación, cuando dieron a luz y sufren constantemente de infecciones urinarias y vaginales”. Dicha lideresa indígena también cataloga a la MGF como una problemática que vulnera los derechos humanos, puesto que atenta contra de la vida de las niñas indígenas Emberá. Bajo el lema indígena “Las mujeres indígenas somos como la madre tierra, dadoras de vida y no de muerte”, afirma que las mujeres son las encargadas de salvaguardar y proteger los derechos de las niñas indígenas.

“No podemos atentar sobre los derechos de nuestras niñas, más por la importancia de las mujeres en esta sociedad indígena: somos las primeras educadoras de nuestros hijos, le enseñamos nuestro dialecto, nuestras costumbres, nuestras tradiciones y el deber de proteger a nuestra madre tierra”, resalta Cortes.

Prevenir para eventualmente erradicar

En 2007, el departamento de Risaralda registró la muerte de dos niñas Emberá por mutilación de sus genitales. Desde esta fecha, la práctica se hizo pública y organizaciones como el UNFPA, la ONIC y la Secretaria Distrital de la Mujer (SDM) se comprometieron en la lucha por la erradicación de la MGF.

Estos organismos adelantaron campañas con hospitales y organizaciones indígenas para promover la detección y el reporte temprano de casos, así como la concientización de los procesos de MGF y temas de género relacionados. Así lo afirmó el UNFPA en un boletín de prensa. “La cultura debe generar vida y no muerte”, es el emblema bajo el cual las comunidades Emberá han expresado públicamente su compromiso para erradicar la MGF. Además, iniciativas como el proyecto Emberá-Wera nacieron para promover el fortalecimiento comunitario y de las mujeres, la comunicación educativa e intercultural y el puente de dialogo entre las instituciones y la comunidad indígena.

La lideresa de la ONIVAC expone el empoderamiento de las mujeres indígenas al tomar acciones propias desde su pensar femenino, para erradicar dicha práctica. “Nosotras llevamos temas de derechos humanos, de salud sexual  y reproductiva a las demás Emberá, para que reconozcan el derecho que tenemos sobre nuestro cuerpo y que nosotras somos las únicas que decidimos que queremos hacer con él”, recalca. Colombia, al ser miembro de las Naciones Unidas, adoptó la agenda 2030 para el desarrollo sostenible: un plan de acción a favor de las personas, el planeta y la prosperidad. Este proyecto plantea cumplir, para el año 2030, 17 Objetivos con 169 metas que abarcan las esferas económica, social y ambiental. Y la erradicación de la mutilación genital femenina hace parte de este listado.

Dificultad en la acción

Lo que si es cierto, es que el camino para erradicar la mutilación genital femenina es “largo y culebrero” como dice un adagio popular. La geografía en la que varios asentamientos Emberá están localizados es un factor crucial cuando se habla del acceso de asistencia humanitaria. “Hay partes en el Valle del Cauca que son muy lejanas y de muy difícil acceso, como el Valle de las Garrapatas. A estos lugares, es muy difícil que lleguen programas o cualquier oferta de apoyo”, explica Arbeláez.

“Erradicarlo es difícil, porque como cualquier proceso cultural, toma tiempo, toma una transformación de imaginarios, requiere que la comunidad interiorice el daño que esta práctica le ocasiona a sus niñas. Además, como toda practica humana, cuando hay algo tan arraigado es muy complejo transformarlo si no se hace un trabajo acompañado y constante”, concluye Claudia Arbeláez.

Entre tanto, la OMS describe cuatro tipos de MGF: clitoridectomía, que consiste en la resección del clítoris; escisión, en la que se lesiona el clítoris y los labios menores; infibulación, que corta y recoloca los labios menores y/o los labios mayores para estrechar la abertura vaginal y crear un sello que cubre la vagina; y la mutilación tipo IV, que generaliza y abarca todo procedimiento lesivo con fines no médicos, como la perforación, la incisión, el raspado o la cauterización. La forma en la que se corte y la cantidad de tejido que se extirpe varía dependiendo de la comunidad que la practique.