Voz pausada. Pérdida de identidad. “Sé dónde están ellos… ¿sabrán que estoy viva?”. No hay fecha límite. “Estamos en la selva y estamos hacinados”. Dios y sus vacíos. La virgen María y sus favores. ¿Víctima o superviviente? Ingrid Betancourt, en su cuarta y última jornada en la Feria Internacional del Libro de Bogotá, Filbo, habló sobre lo que lo que implicó la fe y la sensación de dolor durante sus seis años de cautiverio a manos de la exguerrilla de las FARC.
Seis de la tarde. El público, extasiado después de un gran homenaje a la feminista Florence Thomas, espera con ansias el penúltimo evento del sábado del auditorio José Asunción Silva. Desde su liberación en la llamada 'Operación Jaque', su vida ha sido un ir y venir de situaciones que la han puesto en el ojo del huracán de la opinión pública. Pero aquí no se hablará de política, ni de la demanda que pretendió imputarle al Estado. Aquí es Ingrid Betancourt, la mujer sobreviviente, ante el público.
Compartir la experiencia emocional de un secuestro no es fácil. Está casi estática en la misma posición que al inicio del conversatorio. Su voz no tiene fuerza, aunque es esa misma la que años atrás se tomaba plazas y decía ante auditorios llenos que el Senado era “un nido de ratas” y que por eso renunciaba, para proclamar su candidatura presidencial. Quien haya vivido para el 2002, sabrá que la mujer de hoy nació el día que la secuestraron. Es irreconocible. El recuerdo de sus padres, su hermana y sus hijos la mantuvieron viva.
Pérdida de identidad
Se le despojó de quien era. Tuvo que convivir entre el machismo más puro, con la incertidumbre de saber si algún día llegará el final de la odisea, con miedo. “Estando en la selva uno ya no es nada, uno ya no es nadie”, aseguró Ingrid. La mujer que está hoy en día frente a casi mil personas es una que decide desnudar su alma y ser sincera: sintió envidia, odio, ganas de matar, soledad y tristeza.
Cuenta que pensó cada noche durante muchos meses cómo podría escapar, cómo podría seguir aguantando las humillaciones de ser llamada por un nombre que sus padres no le pusieron, qué elementos necesitaría para poder matar a los guardias (un machete, tendría que ser en la noche) y correr en búsqueda de su libertad. Libertad. “La verdadera libertad es el lujo infinito de ser lo que uno quiera ser”, afirmó.
¿Víctima o superviviente?
Víctima es la persona que tiene el peso de sí mismo, que carga con odio y dolor. Superviviente es quien vuelve a tomar las riendas de su destino, es quien tiene luz y energía para perdonar y emanar amor. En sus palabras: “ella es hija del amor”.
Perdió a su padre mientras estuvo en cautiverio, perdió seres queridos en la selva, perdió la capacidad de confiar en las personas, perdió a Cristina (un mico hembra que la acompañó durante el secuestro), se perdió a sí misma e, incluso, llegó a perder la fe. Pérdidas incontables. Todas las cuenta ahora sentada, tomando agua, con variada fuerza vocal, limitados movimientos en las manos y grandes vacíos de tiempo entre oraciones.
La fe
En momentos de dolor, solo podían tomarse de las manos. El silencio, según relata, pareció ser su mejor compañía. En la guerrilla los hacían sentir como “una carga”. Eran un objeto más y no podían pedir mucho. Es la pérdida de la humanidad en su máxima expresión. En cautiverio, el dolor es físico y emocional.
Su relación con Dios parecía estar en conflicto. Minimizada por sus secuestradores, llegó a pensar que él no existía. “No quiero creer más, ¿por qué a mí?”, pensaba. Con un claro tono melancólico y con un poco más de confianza ante el público, recuerda que fue el 'Mono Jojoy' el que le regaló una pequeña biblia en la que plasmó sus más profundos pensamientos. Hasta el día de hoy, la sigue conservando con cariño.
Su relación con la Virgen María, por su parte, mejoró notablemente. Como creía que Dios estaba muy ocupado para pensar en ella, empezó a creer que, si le rezaba a la virgen y le pedía cosas pequeñas, podría tener fuerza y sobrevivir. Con una sonrisa, recuerda que le pedía una crema Ponds Hidratante a la Virgen. “Que me falte todo, pero no la crema Ponds”. En el auditorio resuenan las risas del público. Después de una hora, por fin se escucha un ruido más allá del de la respiración de los espectadores y la voz de Betancourt.
El evento finalizó entre elogios y aplausos hacia una mujer que se dispuso a hablar ante cientos sobre sus emociones más profundas. Entre los asistentes al evento estuvieron su hija y Jhon Frank Pinchao, exsecuestrado que compartió cinco de los seis años que Íngrid estuvo en cautiverio. En el evento, Betancourt le agradeció por haberse fugado y por “no haber fracasado en el intento”, pues sin su información, la 'Operación Jaque' nunca hubiera tenido lugar.