El sótano de los sonidos alternativos

Lunes, 13 Marzo 2023 10:32
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El Anónimo un icónico bar que desde sus inicios ha creído en los artistas emergentes y en la música fuera de lo convencional, debe cerrar y despedirse de su habitual espacio en Bogotá. 

Presentación en festival de músicas híbridas|Escenario de El Anónimo|Mario Galeano, integrante de Frente Cumbiero en El Anónimo||| Presentación en festival de músicas híbridas|Escenario de El Anónimo|Mario Galeano, integrante de Frente Cumbiero en El Anónimo||| el_anonimo_bar|Gabriela Barreiro|el_anonimo_bar|||
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Música, libertad y resistencia es lo que se puede sentir en El Anónimo. Al entrar te encuentras una mezcla entre luces rojas y azules, que le dan el toque perfecto para el ambiente nocturno donde retumban los sonidos alternativos. Desde hace 20 años, este atípico bar se encuentra ubicado en el centro comercial Puente Largo en el norte de Bogotá. En sus alrededores, no hay tumulto de personas, ni el típico ambiente de fiesta de viernes por la noche, donde la gente se reúne con sus mejores pintas para darle inicio al fin de semana. Lo que se ve a su alrededor, es la paz y el silencio de un barrio residencial, con hermosos parques y el tumulto más cercano al de la zona rosa, es el de los vecinos que sacan a sus mascotas a dar una vuelta por la rotonda.  

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Lo que hace a El Anónimo un lugar especial, es precisamente su singularidad. En la ciudad no existe algo parecido a esto. Más que un bar, se ha establecido como un espacio para pasar un buen rato con amigos, donde, en especial los melómanos y amantes del rock, house, salsa, electro cumbia entre otros, se reúnen para compartir algo que tienen en común, el amor por la música. La forma exponencial en la que ha crecido el bar en su trayectoria, da muestra de la fidelidad de aquellos que van por curiosidad y encuentran en El Anónimo, un espacio diferente y ameno para compartir. 

Entre cervezas, Converse, chaquetas de cuero y camisas de cuadros, el ambiente del bar es todo un viaje al "pasado". Es una mezcla entre lo viejo y lo nuevo. Desde las sillas de cine rojas, con cuerina y apoyabrazos en madera, donde los visitantes se sientan a disfrutar de la música, hasta los modernos bafles e instrumentos de la tarima central, que recogen en el lugar historias y anécdotas únicas. 

Al llegar a la entrada, las personas se reúnen en la terraza a hablar y en su mayoría los amantes del cigarrillo, entre humo, risas y charlas, disfrutan de las luces cálidas que cuelgan de extremo a extremo. Al ingresar, la primera planta es atraída para aquellos que quieren pasar un buen momento disfrutando de la barra y la preparación de las bebidas que acompañarán la noche. Al adentrarse, y bajando las oscuras escaleras, es como el recorrido del piano que va del Do menor al Do mayor. La intensidad del beat resuena cada vez más fuerte entre más cerca te encuentres de la planta baja. 

En cada esquina del lugar se siente la música que incita a abrir la pista de baile en cualquier momento. Siendo las 10:52 una pareja, la primera de la noche, se para a bailar. Entre risas y el guaguancó de una canción de salsa que suena de fondo da la sensación de estar dentro de una escena de una película romántica. Ella se toca el pelo y lo acomoda de tal forma que, al girar por el espacio, nada ni nadie la detenga. Él, sin pena y con toda la seguridad, deja su chaqueta amarilla en el piso y empieza a bailar. En medio del punta tacón, giros y pasos sorprendentes, hasta la mesera se mueve al son de la música. Los demás visitantes también se dejan llevar por el ritmo y mientras disfrutan de sus bebidas, de la buena charla y del ambiente único del Anónimo, cada uno se mueve y siente la música en su cuerpo. 

El 5 de diciembre del 2003, nació en el norte de Bogotá esta propuesta alternativa, que desde sus inicios le apostó a la cultura, a los sonidos diferentes y a lo que nadie creía posible. Gracias a la idea de dos amigos de la infancia, Mauricio Espitia y Santiago Gardeazabal, El Anónimo pasó de ser una simple ilusión para convertirse en una realidad. Aquella, que ya lleva veinte años y va por más. Lo que hace especial al Anónimo es toda su historia y como ha sobrevivido a diversos retos, pero lamentablemente, hay uno contra el que no pudieron luchar y el 30 de junio del 2023, el espacio donde se encuentra El Anónimo será cerrado para siempre.  

¿Por qué es importante El Anónimo?

Las anécdotas que se pueden contar de este lugar son infinitas. Muchos encontraron el amor de sus vidas, otros vieron a sus bandas favoritas tocar por primera vez. El Anónimo ha visto crecer a artistas por los que nadie en su momento apostaba. Este emblemático lugar, fue el primer espacio que vio en concierto a la famosa banda Los PetitFellas. Rondaba el año 2012. Y Nicolai Fella, Juan Quiroz y Cristian Quevedo, estaban parados en la entrada del bar cobrando 7 mil pesos para ver a la que ahora es una de las bandas más representativas de la música alternativa en Colombia. 

Instalar el bar en un espacio donde no hay una oferta cultural importante, ha tomado gran significado para los vecinos del sector. Sin embargo, tal como menciona Quevedo, encargado del lugar desde hace 12 años, aún falta mucho para que alguien defienda al sector cultural de forma debida. El espació que ahora funciona para dar luz a aquellos proyectos alternativos que están en el anonimato y que se quieren dar a conocer, se convertirá en un montón de cemento y ladrillo que dejará enterrado lo que fue y es El Anónimo.  

“Lo único cierto es que no se va a morir y va a seguir emitiendo sonido... no sé de qué forma, pero va a seguir promoviendo sonidos emergentes y música de calidad” resaltó Cristian Quevedo, quien ha vivido junto al bar momentos únicos para la música colombiana.  

Los sonidos de Bomba estéreo, en sus inicios hicieron vibrar El Anónimo. Era el año 2007 y la banda llenó el lugar, no cabía una sola alma más. En medio del espectáculo, el lugar quedó completamente a oscuras, la luz se había ido, pero eso no fue impedimento. Los asistentes, emocionados por el performance de la banda, empezaron a apoyar la percusión con la ayuda de las mesas, que sin necesidad de amplificadores y parlantes, esparcieron el sonido por todo el lugar.  

Personajes emblemáticos como Marc Ribot, representante del jazz en el mundo, resultó como se dice coloquialmente “rematando” en El Anónimo. Luego del cierre de Jazz al parque del 2016, el artista fue a tocar en el bar, dejando una huella imborrable en los que lo reconocieron aquella noche. 

Estás y muchas más historias, son las que han construido y mantenido al Anónimo vivo. La música es la fuente principal para conectar a cada uno de los asistentes que cada fin de semana esperan por ir a relajarse con un par de cervezas y buena música en su lugar de confianza.  

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El anónimo le apuesta a lo nuevo sin dejar de lado lo “antiguo”. La colección de vinilos es incontable, pues la mayoría de los sonidos que se escuchan durante la noche provienen del tocadiscos. Es una apuesta por un sonido de calidad, sin dejar de lado lo digital. Rescatar el vinilo y ser un espacio para que Dj especializados en este tipo de formatos como, Luis Daniel Vega, Las chicas de los rulos, entre otros, expongan una forma distinta de disfrutar la música.  

El sótano de lo alternativo ha demostrado que es posible pasar una noche diferente, con sonidos y formatos diversos. La terquedad de crear algo que nadie creía posible ha ayudado a llevar la cultura y la escena alternativa a lo más alto. No solo es el cierre de un ciclo de grandes historias y de un lugar, que puede ser uno más en la ciudad, es el cierre de la puerta que ha abierto un espacio a nuevos artistas. Bogotá no es Bogotá sin El Anónimo y El Anónimo no es lo mismo sin Bogotá. Es por eso las paredes que retumbaron durante todos estos años se llevarán consigo las historias cotidianas de lo que ocurrió allí y solo los que vivieron la experiencia de estar y vivir una noche en El Anónimo sabrán lo que se entierra en el lugar.