La presentación de los Gaiteros en la pista de patinaje del barrio La Perseverancia encendió la tarde y animó a los asistentes del Festival de la Chicha, el maíz, la vida y la dicha. Un evento que lleva 21 años concientizando a los capitalinos de la importancia del maíz y recordándole a las nuevas generaciones algo de la tradición cundiboyacense.
La jornada del domingo inició con una eucaristía, donde la comunidad conmemoró la unión de los habitantes del barrio y le dio el aval a la celebración del Festival. Con música y un brindis de chicha iniciaron las actividades culturales. A eso de la 1 de la tarde, los asistentes pudieron apreciar la obra de teatro “La Perseverancia”, realizada por los estudiantes de quinto año de Artes Escénicas de la Universidad Distrital. La muestra artística fue una representación de la vida cotidiana de los habitantes de la Perseverancia hecha teatro. Con ella los asistentes rieron y gozaron por más de 60 minutos.
De manera alterna, en la calle 32 con carrera 4, se atendía a los comensales que querían degustar de la chicha y calmar el hambre de la tarde con uno de los platos típicos de la sabana. Allí se encontraban ubicadas cerca de 50 carpas donde se podían encontrar platos como: mazamorra, cuchuco con espinazo, gallina criolla, fritanga y puchero boyacense.
En el Festival participaron 50 mujeres cabeza de familias que durante varios años han elaborado la bebida ancestral en el barrio La Perseverancia. Doña Sara es una de ellas. A sus 82 años, sus manos experimentadas prepararon 55 galones de chicha. Las totumas fueron reemplazas por botellas plásticas de hasta 8 litros. Con precios que oscilaban entre los $700 hasta $8.000, fue posible degustar diferentes clases de chicha: la de durazno, arracacha, 7 granos y la de maíz. El secreto de esta bebida es el cariño que las mujeres le ponen a la elaboración. “Es una chicha hecha con amor”, afirmó Doña Sara.
Para quienes asistieron por primera vez al Festival, fue una sorpresa encontrar manifestaciones culturales como estas en la ciudad. Para Ramón Vargas, quien confesó no haber venido antes, “fue una experiencia muy bonita” y destacó el trato gentil y servicial de las personas.
Luis García, director de la Casa Cultural de La Perseverancia, y Luis Ruiz, de la Asociación Vikingos, preparan el festival cada año para recordar la época en la que en el sector se encontraban las fábricas más importantes de chicha. Cada esquina era una tienda de esta bebida y buena parte de la economía del barrio se movió alrededor de ella. Aunque en la actualidad son muy pocos los lugares donde se vende chicha, el Festival es la oportunidad para beber, según Ruiz, “la mejor chicha de Bogotá”.
Desde el 2004, el Concejo de Bogotá declaró al Festival como patrimonio cultural de Bogotá. Sin embargo, según lo comenta Ruiz, las entidades que deberían apoyar la iniciativa poco interés prestan al evento. Pese a ello, este año contó con la colaboración de la Casa Cultural de La Perseverancia, la Alcaldía local de Santafé y la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte.
Bogotá despidió el Festival de chicha con algo de lluvia, pero al ritmo de música tropical a cargo de la Orquesta Frescura. Con ella los asistentes bailaron y siguieron saboreando la chicha del barrio La Perseverancia de Bogotá.