El desempleo en Colombia es un fenómeno que aqueja a toda la población, especialmente al 9,4% de los colombianos que no tienen una situación estable. Plaza Capital investigó acerca de los distintos factores que causan la deserción universitaria y las implicaciones de esta en el mercado laboral colombiano.
Según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), el total de desocupados en Colombia es de 2.313.957 personas. En donde 132.547 (5,73% de la población) poseen un título universitario y 2.080.976 (89,9% de la población) no. A simple vista es una cifra alarmante, pues nos encontramos en una sociedad dependiente de la economía. Lo anterior, nos hace cuestionarnos sobre las verdaderas razones por las cuales existe un abandono académico en un punto crucial como lo es la Universidad.
El libro Deserción estudiantil en la educación superior colombiana: metodología de seguimiento, diagnóstico y elementos para su prevención, publicado por el Ministerio de Educación revela las razones de la deserción universitaria giran en torno a 2 ejes. El primero de ellos radica en las condiciones académicas. Este factor puede llegar a ser determinante incluso antes de que el estudiante ingrese a la Universidad, debido a que, en Colombia, el examen de Estado para ingreso a la educación superior (Prueba Saber 11°) evalúa las capacidades de los jóvenes y los considera “aptos” para estudiar en una Universidad. Sin embargo, cuando el alumno logra pasar ese filtro y comenzar su carrera, se ve envuelto en una serie de altibajos que alteran su rendimiento, y, en el peor de los casos, lo llevan a abandonar sus estudios. Según Marta Caicedo, orientadora vocacional y profesora escolar, muchos de sus estudiantes deciden no estudiar por el hecho de no ingresar a la universidad que desean. “Casi siempre pasa cuando se presentan a la Universidad Nacional. Una vez, una estudiante mía, renuncio a su sueño de ser ingeniera porque no la aceptaron y ahora anda en malos pasos; se la pasa saliendo de fiesta y era una de las más inteligentes”, sostiene la docente.
En segundo lugar, encontramos las condiciones socioeconómicas, las cuales tienden a variar según los ingresos de la familia. Los estudiantes de familias con ganancias mayores a nueve salarios mínimos alcanzan una deserción del 42%, mientras que, aquéllos que provienen de familias de menores ingresos llegan a niveles cercanos al 50%. En ocasiones, es el mismo estudiante el encargado de pagar sus estudios y, por ende, se encuentra en un nivel superior de probabilidad de abandono a su carrera. Diana Aguilar, ex estudiante de la Universidad de los Andes, tuvo que desertar de sus estudios, cuando cursaba sexto semestre de derecho, por una difícil situación económica que atravesaba su familia. “Yo tenia muchas ganas de segur estudiando, pero el dinero no alcanzaba para tanto y la única solución fue empezar a trabajar… y ahí me quede, rebuscándome para al menos darme mis gustos” afirma Diana.
Según Wilfer Orlando Valero, Subdirector de Desarrollo Sectorial de la Educación, del Ministerio de Educación, en el último estudio realizado, “la deserción anual en el 2016 fue de 9,03%, correspondiente a 81 mil estudiantes que desertaron. Este dato fue cerca de 0,3% menor a la deserción en 2015 (que fue de 9,3%), lo que significó que más de 2 mil estudiantes dejaron de desertar de la educación superior en comparación al año anterior”.
Sin embargo, el Servicio Público de Empleo (SPE) les da la oportunidad a las personas sin título universitario (bachilleres) de acceder a un trabajo por medio de una solicitud. Actualmente, “hay más de 49 mil vacantes disponibles en el sistema”, afirma Alicia Vargas, jefe de prensa del portal de búsqueda laboral. Entre las ocupaciones más demandadas para bachilleres del histórico se encuentran: vendedores, empleados de trato directo con el público, personal doméstico y conductores de vehículos.