Body art: más que tinta, dolor y tabú

Viernes, 15 Octubre 2010 08:43
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El oficio del tatuador siempre se ha visto relegado a escenarios de música fuerte y personas vestidas de negro que se dedican a teñir la piel propia y ajena. El tabú, el dolor y el arte siempre han estado presentes cuando se toca el tema, sin embargo, poco se sabe realmente sobre los negocios de Body art, negocios que para muchas personas son el medio para mantener una familia.

Los requerimientos se la Secretaría Distrital de Salud son muy estrictos, entre ellos, la utilización de guantes de látex para todos los procedimientos.||| Los requerimientos se la Secretaría Distrital de Salud son muy estrictos, entre ellos, la utilización de guantes de látex para todos los procedimientos.||| Foto: Daina Jurksaitis/Plaza Capital|||
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Es poco usual que un lugar donde se perfora el cuerpo y se pinta de por vida la piel pudiera ser un negocio familiar, ese es el caso de Dermographic. Fernando Fonseca fue uno de los pioneros del ‘Body art’ en Colombia, y por extraño que pueda sonar hizo de este negocio un negocio familiar muy sólido que lleva ya más de 14 años funcionando. Este hombre les enseñó a sus cuatro hijos a perforar y a tatuar, enseñanza que caló profundamente en ellos, pues aunque su padre ya no los acompaña, es precisamente al oficio de tatuar al que se han dedicado los cuatro hermanos.

Hoy en día Daniel Fonseca es uno de los tatuadores más reconocidos de la ciudad, título que no es gratis, pues está metido de lleno en este mundo desde los 13 años. La imagen que se viene a la cabeza de Daniel es de alguien de pelo largo, vestido siempre de negro y con tatuajes de calaveras, sin embargo, por el hecho de que esta forma de vida es una herencia de su padre y no una moda para él, no encaja para nada en los estereotipos sobre estas personas: “La mayoría de tatuadores son solteros, locos, entonces todo es rumba y trago. Para nosotros no, nosotros tenemos una familia, tenemos un hijo, tenemos otras prioridades”, afirma Viviana, su esposa y administradora del local.

Siempre se ha asociado el Body art con lo negativo, con las drogas, con una moda de personas excéntricas. Pero cuando una persona llega a Dermographic y ve a Juan José, de 4 años, pintando con los colores del local, a Viviana cuidándolo y a Daniel trabajando se da cuenta de que no es así. “La mayoría de gente asocia el tattoo con lo oscuro, yo de oscura no tengo nada, no me gusta el metal, no me gusta nada de ese cuento. Mi esposo menos, el es lo mas Winnie Pooh que puedas ver, es una ternura, no le gusta hacer calaveras, les dice a los clientes ¿Por qué quieres una calavera con sangre? Ven mejor te hago un hada. Esto no es de locos ni de marihuaneros ni de ex convictos, ya todo se maneja de una manera más bonita, más artística”.

Viviana Manrique es la única mujer del lugar, ella se dedica a manejar las finanzas y a administrar el negocio. Cuenta que en toda su experiencia profesional no había manejado algo tan estable, aunque también afirma que no es fácil, pues no funciona como una empresa común y corriente donde el empleado siempre va a recibir el mismo dinero mes tras mes: “acá tenemos días muy buenos, pero enloquézcase, gástese la plata y verá que no paga nada. Hay que manejar todo muy rigurosamente. Los instrumentos son muy costosos y se acaban muy rápido, por ejemplo el kit de 40 pigmentos vale dos millones y aquí se gasta un pigmento semanal”.

Los requerimientos se la Secretaría Distrital de Salud son muy estrictos, entre ellos, la utilización de guantes de látex para todos los procedimientos. Foto: Daina Jurksaitis/Plaza CapitalUn establecimiento de este tipo exige un alto mantenimiento, pues todos los implementos son importados y de costos muy elevados “Las máquinas van desde $120.000 hasta cinco millones de pesos, como la Neuma, que es una máquina que trabaja con aire”, afirma Viviana. La dinámica de trabajo dentro de estos lugares funciona de distintas maneras, depende de la preferencia y capacidad del artista. Cuando a un empleado se le dan todos los implementos mas el lugar de trabajo, este se lleva el 40% de las ganancias y el local el 60%, y cuando el tatuador lleva sus propios instrumentos se dividen las ganancias por mitades.

A la hora de dar el precio a los clientes entran a jugar muchos factores, como el tamaño y la cantidad de detalles del tatuaje, además del tiempo que tome realizarlo. El dueño del local trabaja la mayoría de las veces ligado al tiempo, cobra entre $100.000 y $120.000 la hora, pero también se trabaja dependiendo si el diseño es propio o del cliente. Los precios más elevados son los de los rostros, debido al cuidado y exigencia que estos diseños demandan. La exclusividad es algo que tiene un gran valor al interior de este gremio, si bien hay épocas en las que dicho modelo tiene un auge, los tatuadores prefieren no hacer lo mismo a todas las personas, pues es algo que se va a llevar por siempre en el cuerpo, por lo tanto debería ser muy personal, al fin y al cabo termina convirtiéndose en una marca propia. “Acá a mi no me gusta hacer la misma estrellita mil veces, por eso tenemos muchos catálogos donde hay el número de estrellas que quieras, lo mismo con las alas, las hadas y todas esas cosas que son las que más buscan las personas”, explica Daniel.

Controles de ley

Hoy en día parece haber mucho más control sobre estos establecimientos, “tu antes veías en las calles, en las ferias artesanales estos chuzos donde se hacían perforaciones y tattoo debajo de un toldo y cualquiera tatuaba, todavía hay, pero ya son menos y son muy clandestinos”, afirma Viviana, mientras muestra todos los requisitos que les exige la Secretaria Distrital de Salud. Entre los requerimientos concernientes a la salubridad del local se exige que todo lo utilizado sea desechable, que los tatuadores anualmente se realicen el examen del VIH y se apliquen las vacunas de fiebre amarilla y tétano, y que cada dos años realicen cursos de bioseguridad y primeros auxilios en el Sena y en la Cruz roja.

“La Secretaría Distrital de Salud manda dos veces al año un funcionario a una visita, revisan todo de palmo a palmo, si falta algo nos lo pasan por escrito y nosotros tenemos un mes para hacer los cambios, si en la segunda visita no se cumple lo que ellos piden sellan el lugar”, indica la administradora.

También hay mucha regulación en cuanto a los trabajos con menores de edad, no se tatúan ni se perforan menores de edad bajo ninguna circunstancia, la única forma de que esto sea posible es que el niño visite el establecimiento con sus padres, “si no tiene cédula tiene que venir con los papás, y ambos deben firmar un formato donde dicen que autorizaron a su hijo o hija a hacerse el procedimiento, tienen que traer también la fotocopia de las cédulas y la tarjeta de identidad del menor”, explica Viviana. Entre los requisitos para que el estudio pueda funcionar legalmente también está la obligación de advertirle al cliente todo lo que podría pasar, que cuidados tener; como no ingerir licor ni comer nada irritante en los 15 días posteriores al procedimiento. Si la persona tiene alguna cicatriz, alergia o problema cutáneo debe llevar un certificado de un dermatólogo que afirme que el paciente sí se puede realizar el procedimiento.

Aunque las personas de Dermographic afirman que en el país se ha avanzado algo respecto a la aceptación de las personas tatuadas, también dicen que todavía hay un gran retraso cultural, “¿Cómo es posible que tú no puedas ser soldado porque tienes un tatuaje? Un tatuaje no te quita ni te pone nada, en países como España todo el mundo está tatuado, desde el gerente hasta el mensajero y no hay ningún estigma porque están mucho más avanzados que nosotros, aquí lamentablemente no hay cultura de mente abierta, aquí el que está tatuado es porque estuvo en la cárcel”, expresa Viviana. Uno de los escenarios que se ha creado precisamente para formar una cultura de tolerancia hacia este arte y las personas que lo ejercen es la Convención Internacional de Tatuadores, que se lleva a cabo en Bogotá.

Dermographic ha asistido a sus tres versiones y planea asistir a la próxima que se llevará a cabo los días 5, 6 y 7 de junio. Afirman que todavía no existe la costumbre de estos eventos -pues la convención solo lleva cuatro años realizándose- por ende siempre hay cierto desorden, pero también aplauden el hecho de que se realice, ya que además de que ha conseguido reunir muy buenos artistas y mostrar su trabajo, va logrando poco a poco borrar ese estigma de ‘locos’ que tienen los artistas del Body art.

“La cuarta versión va a ser en Corferias, eso le da muchísima más categoría, promete mucho porque ya no va a ser en un bar, además tiene muy buena publicidad”, dice Viviana. Resalta de las convenciones el hecho de que impulse el gremio, de que dé a conocer a los distintos artistas ya que esto tiene sus efectos económicos a corto y largo plazo: “en la convención ganemos o no premio es un lugar donde tú conoces mucha clientela, amigos, distribuidores, gente con quien trabajar, de todo. Además que sales en los medios, la gente viene buscando no sólo lo que vieron en la convención sino también en televisión”, afirma la administradora de Dermographic.

La convención ha tenido espacios en la revista Rolling Stones, fue primera plana del diario El Tiempo y fue catalogada por CNN como uno de los mejores eventos de Latinoamérica. Foto: Cortesía 4 Convención Internacional de Tatuadores.

La Convención

El creador de esta convención es Alejandro Páez, tatuador hace 16 años y desde su adolescencia se ha dedicado a este arte. Afirma que este evento empezó como una iniciativa propia, por el amor al arte y a la patria: “Todas las grandes capitales del mundo se enorgullecen de organizar una convención internacional de tatuadores, nuestro país no podía ser la excepción ¿Por qué Colombia no?”, explica ‘Pluma blanca’, como es conocido en el gremio.

EL principal objetivo de la convención fue impulsar al gremio de tatuadores del país, darle un status al oficio, que se lograra reconocer al tatuador como un artista y como un profesional. Impulsar el tatuaje como movimiento artístico, que se reconozca la profesión, unir el gremio, que según Alejandro, está muy fragmentado, fueron objetivos que se han venido logrando a lo de cuatro años atrás.

Aunque afirma que la Convención ha dado frutos también dice que no ha sido fácil, que poco a poco ha logrado ser reconocida dentro y fuera del gremio, donde las relaciones personales han sido la clave, la confianza que generaba en las personas fue crucial a la hora de realizar la primera convención: “La credibilidad como persona dentro del gremio fue lo principal para crear un nombre, la primera convención la organicé con las uñas, invitando a las personas que conocía por estar ya 16 años dentro de este negocio”, relata Páez.

Las primeras convenciones se ofrecieron en bares del centro de la ciudad, lo que hizo un poco difícil la tarea de darle una mayor categoría al evento: “La primera fue en un bar que se llamaba La Farra del centro, habían 35 stands, la segunda y la tercera tenían 56 stands y fueron en el Down Town Magestic. Esta que viene va a tener 89 stands y va a ser en Corferias. El lugar le da estatus, le da más seguridad a la gente, da más confianza porque ahí no cualquiera puede hacer un evento”, expone el creador de la Convención.

Relata que el evento también ha servido para borrar la estigmatización que rodea al oficio: “Todo el mundo se imagina que va a haber una cantidad de gente despelucada y enloquecida y no es así, es totalmente lo contrario, van esposos, familias, niños, curiosos, va de todo”, dice Alejandro desde su posición de tatuador y organizador. El hecho de mostrar un evento organizado que tiene ya una trayectoria le ha dado una categoría al trabajo de los tatuadores: “Ya los números pesan, ya cuando tienes un cuatro en el afiche es otra cosa”, dice mostrando el panfleto de la próxima convención.

Para realizar la convención se necesita un permiso que lo otorga la Secretaría Distrital de Salud, que antes de la apertura hace una revisión de los stands, verificando que las condiciones sean óptimas para realizar los procedimientos invasivos que se harán en el lugar. “La bioseguridad la maneja la convención, no cada stand, antes de la inauguración hacemos un taller de introducción de salubridad, todo se maneja como si se estuviera en la tienda, se saca un permiso ante la Secretaría Distrital de Salud”, explica el organizador.

Afirma también que lo que lo impulsó a llevar a cabo ese evento no fueron los fines económicos, pues según sus propias palabras “se pasa raspando, no es nada barato”. El objetivo fue poner a Colombia en el mapa, ya que según él en el país hay mucho talento por mostrar y explotar. Aunque dice que ha tenido muchos tropiezos acepta que el interés se la empresa privada por patrocinar el evento los dos últimos años ha sido una gran ayuda, para la próxima convención la firma deportiva Converse firmó exclusividad, entonces será el único patrocinador en esta ocasión.

Alejandro dice que si bien ha habido un avance cultural en Colombia respecto al tema de los tatuajes, que ha aumentado la aceptación de las personas hacia lo distinto, hacia esta forma de exteriorizar la personalidad, que se respeta la libertad de expresión más que hace 5 o 10 años, aun hay un largo trecho por recorrer: “la gente te ve en la calle y piensan no este man es un vago, pero no se imaginan que tengo un negocio, que hablo tres idiomas, que soy traductor de inglés también, que organizo un evento que ya es un mega evento catalogado como uno de los mejores en Suramérica, estamos generando empleo, estamos trayendo turismo al país, y muchos no ven eso”.

Según cifras del DANE hace tres años había 278 establecimientos de tatuaje, piercing y body art en Bogotá, Alejandro calcula que con el auge de esta práctica ya debe haber bastantes más de 300. El éxito de estos negocios radica en tres cosas puntuales: el talento de los artistas, la calidad de los implementos y el respeto del cliente con las condiciones de salubridad del lugar. “Si no inviertes en buenos implementos no tienes buenos resultados”, puntualiza Páez, también tatuador en Acid Ink. Sin embargo, rescata que tal vez lo más importante es tener vocación, no ver en el arte una oportunidad de lucrarse fácil y rápidamente, sino verlo como un estilo de vida: “No se debe pensar en cuestión de plata, no es un negocio sino una vocación. Esto te da para vivir, si eres bueno vives bien, como todo. Además que hay que resaltar que detrás del tatuaje se mueve una industria muy grande, somos muchas personas las que vivimos de esto”, expone Páez.

En general, todos los tatuadores resaltan que se debe dejar el estereotipo a un lado, que el ambiente es distinto al que se cree, que el arte del tattoo no es algo traído de los cabellos, que es algo que está contribuyendo a la economía del país. El tatuaje debe reconocerse como una forma de expresión, una forma de auto reconocerse: “El tatuaje sirve para muchas cosas, para definirse como persona, para saber desde joven que quiere uno, para plasmar momentos de la vida que uno superó, para exteriorizar muchas cosas personales”, afirma Alejandro, mostrando sus propios tatuajes que lleva en el brazo.

Con negocios familiares como Dermographic y eventos organizados como la Convención Internacional de Tatuadores de Bogotá, este gremio y oficio se va posicionando, luchando contra los estigmas y defendiendo la libre expresión por encima de todo. Escenarios como estos demuestran lo fuertes que son los estereotipos, y lo perjudicial y erróneo que puede ser dejarse llevar por los mismos. Definitivamente, el body art es mucho más que el tabú que muchos creen, va más allá del dolor, más que la técnica y la tinta, es un estilo de vida.