Después de un mes, en el que tomé fotos desde tres departamentos, La Guajira, Magdalena y Cundinamarca, reflexiono sobre cómo este movimiento más que pararnos o detenernos, nos está despertando como colombianos. Esta ola nace de una esperanza de cambio y una indignación por los abusos de quienes nos deberían proteger. El deseo de una vida digna y sin violencias para todos y todas, mueve a personas de todas la edades a salir en plena pandemia a decir, “el pueblo se respeta, carajo”. Somos millones los que queremos purificar nuestros ríos de la sangre de tantos muertos y construir desde el arte, la memoria, la educación y la unión, una Colombia en la que se pueda soñar, estudiar, protestar y cambiar.