Una mirada a la mala semana para el aire en Bogotá

Jueves, 20 Febrero 2020 22:09
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El pasado lunes, luego de once días de alerta amarilla sostenida, el Distrito decidió levantarla. Esta situación reabrió el debate sobre la contaminación ambiental y la calidad del aire en la capital. 

El esmog en un atardecer de la capital||| El esmog en un atardecer de la capital||| Alejandro Pinilla /@alejo_foto_z|||
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En la mañana del 17 de febrero, la Secretaría de Ambiente informó, por medio de su cuenta oficial en Twitter, que se levantaba la alerta amarilla en cinco localidades del suroccidente de Bogotá: Bosa, Puente Aranda, Ciudad Bolívar, Kennedy y Fontibón. ¿La razón? Según se señalaba en el comunicado "la Red de Monitoreo de Calidad del Aire mostró una disminución de material particulado de un 28 % en la estación Carvajal – Sevillana y de un 47 % en toda la ciudad, desde el pasado jueves 6 de febrero".

La Red de Monitoreo de Calidad del Aire de Bogotá (RMCAB) cuenta con trece estaciones fijas de monitoreo de contaminantes y variables meteorológicas alrededor de la ciudad. La determinación de levantar una alerta amarilla se tomó después que la estación reportara una tendencia a la baja de concentración de material particulado por más de 48 horas.

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Según Carolina Urrutia, secretaria de Ambiente, los vientos y mejoramiento del clima contribuyeron a esta disminución. Durante los días en que se mantuvo la alerta amarilla, la inversión térmica se vivió con mayor intensidad, al tener heladas en la madrugada, incrementos de la temperatura en la tarde y baja nubosidad en la Sabana. La inversión térmica es un fenómeno que facilita la concentración del esmog. Además, la secretaria añadió que los incendios en la Orinoquía y el Sumapaz hicieron que este material se mantuviera en la capital.

La funcioaria también afirmó que las medidas preventivas que se efectuaron en estas localidades la semana pasada disminuyeron el material particulado.

 

 

Fuente: Secretaría de Ambiente y Cámara de Comercio de Bogotá

 

Las medidas preventivas que anunció el Distrito incluyeron la restricción de movilización de vehículos de transporte de carga con más de diez años de antigüedad y de industrias con emisión de contaminantes de fuente fija.

 

Estas propuestas fueron recibidas con protestas, especialmente de los conductores de volquetas, que alegaron haberse visto afectados en su derecho al trabajo por estas medidas.

Como expresó Jaime Vargas, presidente de la Asociación de Volqueteros de Bogotá y Cundinamarca, en una entrevista para RCN Radio, la restricción los perjudicaba, justamente, durante su horario laboral.

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El pasado viernes, 14 de febrero, los transportadores de agua potable se concentraron en la carrera 13 con calle 68 para protestar contra la medida, ya que aseguraron que transportan un elemento vital para los ciudadanos.

La Secretaría de Ambiente, por su parte, aseguró que entiende la situación y que está comprometida a "acompañar a los trabajadores en mesas de trabajo con el Gobierno Nacional que aseguren que tienen acceso a las herramientas que requieren para hacer la reconversión tecnológica que deben atravesar".

La administración de la alcaldesa Claudia López también ha hecho llamados a los gremios de transportadores para que implementen hagan esta transición. Asimismo, ha realizado el llamado a los industriales para que usen tecnologías más limpias. De todas maneras, el Distrito dice estar analizando cambios estructurales para contrarrestar el problema, ya que los niveles de material particulado podrían volver a subir en cualquier momento.

Carolina Urrutia afirmó que, de ser el caso, no se dudaría en volver a decretar alerta amarilla y tomar las medidas correspondientes, ya que “nuestra prioridad es la salud es y seguirá siendo la salud de los bogotanos y bogotanas".

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La Secretaría de Ambiente declaró la primera alerta el pasado 6 de febrero, explicando que, en la estación de medición de calidad del aire Sevillana-Carvajal, se registró un nivel de más de 5,5 microgramos por metro cúbico material particulado (PM) 2.5, que es “el contaminante más perjudicial para la salud de las personas”.

Según el Instituto para la Salud Geoambiental, el material particulado es una mezcla de partículas que se encuentran en el aire y hacen parte de la contaminación en el aire. En su Política para el Mejoramiento de la Calidad del Aire del 2018, el CONPES (Consejo Nacional de Política Económica y Social) especifica que “el polvo, humo, niebla y ceniza que pueden estar en estado líquido o sólido se conocen como material particulado”.

Estas partículas se clasifican de acuerdo con el tamaño de su diámetro, que puede ser inferior a 10 micras o inferior a 5 micras. Esta última medida es la que se conoce como PM2.5, que causó el decreto de la alerta amarilla.

¿Qué tiene que ver esta clasificación del diámetro con la alerta amarilla? Según explica Carlos Bonilla, especializado en Gestión Ambiental, entre más pequeñas sean las partículas, más probabilidades tienen de ingresar en el sistema respiratorio. Como el material particulado está estrechamente relacionado con los componentes contaminantes, su entrada al cuerpo humano podría afectar la salud. La alerta amarilla se decreta, entonces, cuando en el aire se detecta una mayor cantidad de estas partículas que la permitida por la OMS (Organización Mundial de la Salud).

Un vocero por el medioambiente

Juan Felipe Jaramillo, de 21 años, estudia Derecho en la Universidad Nacional y es activista ambiental. Desde hace aproximadamente un año comenzó a hacer campañas y organizar marchas para concientizar a las personas sobre la situación de contaminación y abuso de la naturaleza. Jaramillo indica que la alerta amarilla y la crisis por la calidad del aire en Bogotá revela que "por cada uno de nuestros sentidos, hay un problema ambiental atrás: así de cerca están los problemas del ambiente a los de nosotros".

Para él, aquí recae la urgencia de que se tomen medidas estructurales para frenar situaciones como la mala calidad del aire. La solución, explica, no es únicamente responsabilidad de las entidades gubernamentales, sino también del activismo del día a día. Aquí cobra especial importancia el rol de los jóvenes, ya que él considera que “tenemos la capacidad y las ganas de hacer activismo”.

Este activismo va especialmente en dos direcciones. La primera, al compartir la cultura ambiental en la casa y, la segunda, al hacerlo en las calles y en las redes sociales.