Crónica de una despedida

Lunes, 16 Mayo 2016 19:14
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Hace 8 años Luis Manuel Seijas llegó lleno de expectativas y con una promisoria carrera por construir...

Despedida Seijas||||||| Despedida Seijas||||||| Foto: Manuel Beltrán|Foto: Manuel Beltrán|Foto: Manuel Beltrán|Foto: Manuel Beltrán|Foto: Manuel Beltrán|||
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Hace 8 años Luis Manuel Seijas llegó a Independiente Santa Fe, la camiseta le cubría la mitad de la pantaloneta y las mangas le llegaban a los codos. Desde hace 8 años asumió el número 20 con el sudor y las lágrimas que partido tras partido derramaba sobre la cancha. Hace 8 años le marcó un gol, el primero y único, al mítico Real Madrid, cuando la bandera de Bogotá atravesaba la camiseta por el escudo, cuando el compromiso por el equipo y la hinchada se volvió incondicional, cuando se selló una promesa de amor eterno con el primer campeón nacional.

Hace 8 años Luis Manuel Seijas llegó lleno de expectativas y con una promisoria carrera por construir. Sin embargo, este sábado 14 de mayo, lejos de lo que el joven venezolano pudo haber soñado, 35000 personas coreaban entre lágrimas su nombre sin cesar:

“Seijas,

Seijas querido,

esta hinchada

jamás te olvidará”

Su último partido con Santa Fe en Bogotá quedará en la memoria de los hinchas como el más emotivo en la historia del equipo. Nunca antes se había hecho una despedida de semejante magnitud a ningún ídolo cardenal, porque, la verdad, desde hace 8 años el equipo se volvió a llenar de la gloria que por tanto tiempo le fue esquiva.

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El rival era Fortaleza, el equipo emergente de Bogotá que se ha hecho famoso más por su estrategia satírica y burlona en las redes sociales que por su calidad futbolística. Desde la semana previa al compromiso promovían en Facebook la campaña #SantaFeEternaSoledad relativa a la baja afluencia de hinchas en el Campín.

A la par, miles de seguidores rojos coordinaban, también por Facebook, la despedida del jugador más importante de la institución. Se aspiraba a llenar las tribunas para que Seijas, el Seijas querido, sintiera el respaldo de la hinchada ante su inminente partida.

Esta historia, entonces, no se podía escribir desde occidental u oriental preferencial, porque la fiesta, el apoyo verdadero, el incondicional, el que nunca le falló, se encontraba en sur, donde los partidos se ven de pie, donde el fútbol se vive y se respira: y sí, huele a marihuana.

A las 5 de la tarde del sábado iniciaba el partido, pero al estadio ingresó gente hasta una hora después: nadie se quería perder el último momento con su ídolo. Cada minuto el Campín se veía más y más rojo, más y más lleno. La tribuna sur, la casa de la “Guardia”, temblaba y parecía caerse con cada salto que se daba mientras las cantos al unísono, que no cesaron por más de 90 minutos y que tenían la intensidad para desgarrar miles de gargantas, retumbaban por toda la 53 y a lo largo de la carrera 30: Santa Fe estaba de fiesta, y toda la ciudad tenía que saberlo.

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Ese día, por iniciativa de Omar Pérez, Seijas vistió el número 10 y llevó la cintilla de capitán; Omar por su parte usó el eterno 20 del venezolano. Todo fue euforia y explosión de alegría cuando el equipo salió a la cancha, Seijas lo hizo llevando a su pequeña hija entre sus brazos. En toda la zona oriental del estadio levantaban carteles con la imagen del jugador y otros con mensajes de cariño. Justo en la mitad se leía en letras gigantes “Gracias Seijas”, acompañado de una fotografía desgarradora y muy presente en toda la memoria cardenal: Seijas llorando desconsolado, recostado ante una valla, con una rústica cobija sobre el hombro y sosteniendo una bolsa de suero que estaba inyectada a su brazo izquierdo. Era 2010, la semifinal de la liga ante el Tolima y en donde el empate clasificaba a Santa Fe. Antes de que se acabara el primer tiempo Seijas sufrió una fractura en una costilla. El dolor lo hizo quebrarse en lágrimas, pero aún más fuerte que eso, Seijas lloraba por no poder jugar, lloraba impotente porque tuvo que abandonar la cancha mientras el equipo, su equipo, quedaba eliminado en los últimos minutos.

“Luis Manuel, Luis Manuel, muchas gracias Luis Manuel” se cantaba en todo el estadio.

No hubo que esperar demasiado para que la fiesta iniciara. A los 12 minutos Seijas recibió un balón en la parte occidental del campo contrario, con tranquilidad y categoría hizo un pase a ras de piso para Yeison Gordillo quien remató desde fuera del área y marcó el primer gol de la tarde. Cuando vio el balón al fondo de la red, Seijas saltó como un niño, miró al cielo y levanto sus brazos en agradecimiento, luego salió a celebrar con sus compañeros.

A los 20 minutos de juego todo el estadio se puso en pie, aplaudió un minuto completo sin parar, levantaron de nuevo los carteles y los cantos se hicieron más intensos: todas las tribunas coreaban al tiempo su nombre, ese que tanto se ha escrito aquí, y que por lo pronto no se dejará de escribir, ni en los textos de periodismo ni en la historia del fútbol internacional.

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A principios de abril se conoció la noticia de que el ídolo cardenal había sido vendido al histórico Internacional de Porto Alegre. Su traspaso, empero, ocurre en un momento complejo para Santa Fe: la polémica salida del director técnico Gerardo Pelusso, los resultados irregulares que se han conseguido bajo el mando de Alexis García, la ausencia de refuerzos de calidad, la eliminación en la fase de grupos de la Copa Libertadores… y todo esto sumado a los múltiples compromisos internacionales que le esperan y a los cuales definitivamente no está preparado para enfrentar.

A pesar de la situación del club, Seijas ha logrado destacarse significativamente en todos los partidos disputados hasta el momento, convirtiéndose en el bastión bajo el cual todo el equipo y la hinchada se ha refugiado. Y es que los títulos regresaron a Santa Fe con su llegada y, más tarde, con la de Omar. Desde la Copa Postobón del 2009, pasando por la octava estrella en el 2014, la Supercopa del 2015 y finalmente la Sudamericana del mismo año, fue con Seijas que celebramos y que recobramos la fe, la Santa Fe.

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Al minuto 38 hubo un tiro de esquina que cobró el venezolano, quien pateó prácticamente todo lo que se tuvo que cobrar en el partido. El centro lo cabeceó Yerri Mina, estrellando el balón en el travesaño, dejando así un remate que Omar aprovechó y que definió con una magistral media bolea, una de esas jugadas que sólo un crack como él puede hacer, uno de esos momentos de lucidez que rememoran sus mejores épocas y que reconfirman el apoyo de toda la hinchada, una anotación que llegó para romper una serie de malas rachas: era su primer gol en la liga este año.

Pasó el receso y un buen tramo del segundo tiempo para que se completara la mágica noche para el ídolo cardenal. De cara a la tribuna sur, al minuto 70, Dairon Mosquera hizo un centro que fue recibido al otro extremo por Jhonatan Gómez, quien volvió a tirarla para que Antony Otero, sin dejar que se fuera a la línea final, pasó a Seijas, que dominó la pelota con el pecho, y sin dejarla caer, ejecutó un tiro perfecto que hizo estallar la algarabía en el Campín.

Con las manos se cubrió el rostro mientras corría a la gradería oriental; sus compañeros llegaron y se le abalanzaron encima para celebrar. Las lágrimas cayeron en la grama y en las tribunas, los gritos de júbilo pronunciaban su nombre y a lo lejos, incluso, se lograba divisar pólvora de algún evento simultáneo. Era Dios o el destino o el karma que tantas veces lo vieron llorar de dolor y tristeza, pero que esta vez le daban una razón distinta para romper en llanto. Pero eso era lo más necesario, lo inevitable, lo reprimido, no sólo por él sino por una hinchada que había esperado tanto tiempo para alzar una copa, por una hinchada que seguía rememorando las glorias del pasado para mantener la esperanza de un futuro mejor, un futuro que se manifestó en un ídolo que llenó con honor y con coraje la camiseta cardenal. Esa noche Seijas lloró, por última vez, con la camiseta de Santa Fe.

“Seijas,

Seijas querido,

esta hinchada

jamás te olvidará”

El partido terminó 4 a 0 con un golazo de fuera del área de Gómez. Al minuto 79 Seijas salió del campo, con una sonrisa gigante y con el corazón hinchado de alegría. El partido terminó, pero nadie se movía de sus puestos. El estadio alentaba sin parar y sólo esperaba que su ídolo regresara a la cancha. Después de unos minutos todo el equipo se reunió en la mitad del campo y levantó al venezolano una y otra vez antes de que se despidiera por última vez. Con un buzo negro y aún con la pantaloneta y los guayos puestos, Seijas recorrió todo el estadio saludando al público. Luego le alcanzaron un micrófono para que su voz llenara ese recinto que tantos gritos de gloria le habían escuchado: agradeció en unas cortas palabras, pero además prometió regresar al equipo en un futuro, posiblemente a terminar lo que inició hace 8 años, cuando la camiseta le cubría la mitad de la pantaloneta y las mangas le llegaban a los codos.