Defensora de los derechos humanos, comprometida y leal. Así es Cristie Isabel Paternina, una mujer de 47 años de los cuales 25 los ha dedicado a la labor del trabajo social y el trato con comunidades. Es egresada de la Universidad de Cartagena y se ha desempeñado como tallerista y formadora en proyectos de construcción de memoria colectiva.
Sin embargo, no fue fácil para ella; Su infancia y adolescencia estuvieron acompañadas de muchas dificultades y limitaciones económicas, tanto así que de cinco hijos solo ella logró ser profesional. “Asistí a un colegio público y a una universidad pública. Soy la tercera de cinco hermanos y de ellos fui la única que tuvo la posibilidad de estudiar en la universidad”.
Para continuar con sus estudios universitarios, Cristie Isabel se tuvo que rebuscar para el transporte y los materiales que requería en sus estudios. Por eso se dedicó a asesorar trabajos investigativos y a transcribir textos de sus compañeros de la universidad. “Si hacía trabajo de transcripción sin meterle lógica y metodología tenía un valor, pero si ya le metía la parte investigativa, pues ahí si tenía otro valor, tú elegías”, recuerda riendo.
Después de mucho esfuerzo y tiempo, finalmente recibió su título universitario en trabajo social. Sus primeros años laborales los enfocó en el área de gestión de algunas empresas. No obstante, en 2003 dejó de lado a las organizaciones y aceptó la propuesta de trabajar en un proyecto conocido al principio como Laboratorio de Paz. La iniciativa tuvo trascendencia y más adelante terminó por adoptar el nombre de Nuevos Territorios de Paz.
Allí trabajó con víctimas del conflicto armado, elaboró agendas de ayudas psicosociales y construyó proyectos en pro de la reconstrucción de memoria y reparación de las personas damnificadas en el marco de la guerra. Su labor duró siete años y en 2010, justo cuando empezó el proceso de la firma del Acuerdo de Paz, el programa fue interrumpido por el comienzo del posconflicto.
Siete años más tarde, la vida de Cristie Isabel dio un giro inesperado: Por primera vez en su existencia experimentó en carne propia lo que es vivir como discapacitada, al depender de alguien más, en su caso de su esposo William. También supo lo que es el rechazo laboral y sus implicaciones.
Actualmente ejerce su carrera con la Fundación Oleoductos de Colombia en el área de responsabilidad social con comunidades. Allí su labor es fortalecer las juntas de acciones comunales y organizaciones ya establecidas en la elaboración de proyectos y los acompaña hasta su implementación.
¿Qué fue lo más difícil de trabajar con víctimas?
No caer en ese hilo delgado de la revictimización, porque es ese sentido de abrir esa herida y después tu irte y dejarla ahí abierta y viene otro y otra vez la abre y así sucesivamente. Es intentar cambiar ese aspecto de revictimizar a la gente en el proceso de resiliencia. ¿Cómo hacer que esa persona pase de víctima a ser una persona resiliente gracias a ese proceso y a esa historia que vivió[RP1] ?
¿Cómo evitaba revictimizar a las personas?
Tener claro qué es lo que se quiere hacer en acciones de mejora con esa víctima. Es decir, cómo sacarla de ese punto en donde está para que avance en procesos de resiliencia. Esto es importante tenerlo claro para no perder el horizonte. Porque a veces te puedes meter en esa historia, puedes asumir esa historia como propia y te pierdes. Entonces, en lugar de ser tú quien tú ser el que lidera el proceso, la víctima puede tomar el papel de liderazgo y tú eres quien el que te sometes con ella. Hay que saber identificar cuál es tu rol y papel en esa conversación.
¿No sintió miedo al trabajar con víctimas?
Claro, sentí mucho miedo en el momento cuando tuve que hacer una cartografía de tierras, sobre todo, en focos neurálgicos de población donde fueron desplazados. Entonces, ¿cómo hacer esa cartografía donde la propia comunidad tenía miedo de hacer el trabajo contigo? ¿Cómo lograr que esas personas que tenían miedo -y tú con más miedo quizás- hicieran esa cartografía? Nunca se me va a olvidar.
¿Qué la ayudó a sobrellevarlo?
La pasión que sentía por lo que estaba haciendo. Además no quería dejar el trabajo a medias, había que seguirlo. Entonces, a veces esa pasión que tienes por terminar eso, por dar un resultado y por decir: ‘si yo me voy a ahora esto va a quedar inconcluso y no se va a terminar y falta eso’ fue lo que me motivó.
¿Cree que su trabajo tiene estereotipos?
Claro, generalmente se siente que toda persona que es defensora de los derechos humanos es comunista o izquierdista, se tiende a pensar eso, pero no, no lo somos. Por lo menos yo no soy ni comunista ni izquierdista. [...] Siento que la población de víctimas ha ganado muchos espacios, pero todavía ser víctima del conflicto es algo que a veces acompleja a la misma víctima. Entonces, decir que se trabaja con población víctima tiene también su estigma.
¿Cuál ha sido el momento más difícil de su vida?
Fue exactamente un 29 de noviembre de 2017, me dio un infarto ocular por un coágulo que se fue al quiasma óptico y eso presionó el nervio óptico. Debido a ese infarto ocular fui perdiendo la vista gradualmente hasta que finalmente me quedé ciega. [...] Estar ciego, perder todo tu ritmo de vida, de trabajo, laboral, ser independiente y pasar a ser una persona dependiente. Cuando ya has vivido la discapacidad comienzas a entender muchas cosas. Eso me afectó todo.
¿Por qué sufrió un infarto ocular?
Por pasar estudiando, leyendo, metida en el computador. Por abusar y yo antes era miope también.
¿Cómo lo manejó su familia?
Para él [en referencia a su esposo] no fue fácil asumir toda la carga emocional, la carga de los compromisos, asumir deudas. Son costos que todavía seguimos pagando a causa de mi incapacidad. [...] Nunca sentí de parte de ellos la soledad, siempre tuve su respaldo, estuve con mi manada ahí. Él me cuidó todo ese tiempo. Ya cuando las cosas se complicaron y quedé ciega él me llevaba a donde mi mamá y me hacía el seguimiento, pero siempre estuvo ahí.
¿Cómo le afectó eso a nivel laboral?
Al perder un sentido tan importante sientes el rechazo laboral, en la empresa en la que trabajaba -un Operador de ICBF- me dijeron: “No somos filántropos”. Básicamente me dijeron “si usted está ciega renuncie que no nos sirve”.
Ahora, ¿qué le gustaría hacer en un futuro?
Siempre he soñado con la oportunidad de formarme académicamente en Europa. Cuando tuve la oportunidad de obtener una beca estaba muy chiquita y no me dejaron ir, y cuando tuve la oportunidad de trabajar con la Unión Europea estuve cerca. Me gustaría ir a España, estudiar y trabajar para recibir toda esa información que ellos tienen y devolverme a Colombia y aplicarla.