El violín y el lutier, de la mano para hacer música

Martes, 09 Noviembre 2021 15:53
Escrito por

A sus 19 años, Luis Felipe Perdomo, lutier y violinista en formación, relata cómo ha sido su trayectoria en el arte de la construcción, reparación y restauración de instrumentos. Comenta sus inicios, sus experiencias memorables y los obstáculos del oficio en Colombia.

 

Luis Felipe y su compañero en el proceso de creación de violín.|Luis Felipe y su maestro en el proceso de creación de violín.|Luis Felipe en el proceso de creación de violín.|Violín participante de concurso de la Fundación Salvi.|Luis Felipe en el medio con su maestro y compañeros en el taller.|El precio de los instrumentos hechos por lutieres  oscilan entre los 3 y 10 millones de pesos colombianos.|Trabajo en el taller.||| Luis Felipe y su compañero en el proceso de creación de violín.|Luis Felipe y su maestro en el proceso de creación de violín.|Luis Felipe en el proceso de creación de violín.|Violín participante de concurso de la Fundación Salvi.|Luis Felipe en el medio con su maestro y compañeros en el taller.|El precio de los instrumentos hechos por lutieres oscilan entre los 3 y 10 millones de pesos colombianos.|Trabajo en el taller.||| Luis Felipe Perdomo|Luis Felipe Perdomo|Luis Felipe Perdomo|Luis Felipe Perdomo|Luis Felipe Perdomo|Luis Felipe Perdomo|Luis Felipe Perdomo|||
1834

La lutería es poco conocida en Colombia. “La gente escucha lutería y piensa ‘¿Qué es eso, te ganaste la lotería o qué?’”. Y, si no fuera porque está en el medio musical, Luis Felipe tampoco la conocería. Un lutier es un artesano que se dedica a la construcción, reparación y restauración de instrumentos con el fin de prolongar la belleza y vida útil de los mismos. 

Los orígenes de este oficio se remontan a la antigua Arabia, donde, se presume, se crearon los primeros laúdes. Ya que el material principal de fabricación es la madera, los primeros creadores de instrumentos fueron los fabricantes de muebles. En la Edad Media, la música cobró más relevancia y exigió una maestría en la creación de instrumentos. Por lo tanto, hubo una separación de oficios y, posteriormente, una especialización más detallada que permitió el desarrollo del oficio como se conoce hoy en día.

Luis Felipe coincidió con la lutería mientras estudiaba en la Fundación Batuta, institución en donde toca violín desde hace seis años. Le interesó porque es un oficio que dos de sus pasiones personales a la perfección: la música y el trabajo manual. Actualmente, cuenta con una beca y se enfoca en el trabajo de cuerdas frotadas como el violín, la viola, el chelo y el contrabajo. Él está seguro que quiere dedicarse a esto por el resto de su vida.

¿Cómo empezó todo?

Yo empecé en el colegio. Y, aunque en un principio yo no quería, mi papá me invitó a probar. Me dijo ‘Si no te gusta, lo dejas. Pero dale una oportunidad’. Lo intenté y evolucioné muy rápido en esas clases. Tanto así, que me empezó a gustar en serio y le tenía un amor al violín. Luego de dos años, mi papá se dio cuenta de eso y entré a la fundación Batuta. Y desde entonces, estoy ahí. Es una formación orquestal. En primer lugar, evalúan el nivel que tenemos. Luego, entramos a la orquesta interna, y dependiendo de tu progreso, ingresamos a la orquesta representativa de cada centro musical.

¿Cómo fue la primera clase en el colegio?

Como era algo del colegio, era algo muy básico. Aunque estaba graduado de pedagogía musical, era un pianista dando clases de violín. Yo no tenía un violín entonces el colegio me prestó uno. Me lanzaron al agua. Uno al principio es torpe porque tocar el violín tiene una posición muy antinatural. Me dijeron que tocara notas largas para ir reconociendo el instrumento. Después, iniciamos con el Método Suzuki, un método con el que la mayoría de los músicos empiezan. Es un libro que requiere un certificado para enseñar y tiene varias canciones. Uno siempre empieza con Estrellita, ya después le ponen variaciones y todo toma forma.

¿Cómo le va ahora?

Ahorita me siento muy bien haciéndolo. De hecho, quiero estudiar música en la universidad. En el mundo de la música todos empiezan muy pequeños, cuatro o cinco años. Y yo empecé a los 12 años, algo tardío, se podría decir. Entiendo la música a mi manera. Me siento muy feliz con lo que hago y mis proyectos están relacionados con la música.

¿De qué forma entiende la música?

Mi vida va a ser la música, es un estilo de vida. Me ayuda a expresarme y a describirme. Con ella, no necesito palabras para que las personas entiendan lo que quiero decirles.

¿Se considera un buen músico?

Ser ‘buen músico’ es un concepto muy amplio. Tú no puedes definir qué es un buen músico. Por ejemplo, si nos gustan géneros diferentes o tocamos de formas diferentes no significa que alguien sea mejor o peor. De hecho, en la moral del músico está no juzgar a los otros. Obviamente, cuando uno conoce más del tema las apreciaciones cambian. Esa es otra conversación que he tenido con otros músicos y es ‘¿cómo disfrutas más la música, sabiendo de ella o no?’. Al ser músico, yo escucho algo y noto cosas que los demás no. Tengo ciertos conceptos en la cabeza y sé si alguien se desafina, pero, igual y lo disfruto. Porque he recorrido el mismo camino, he trabajado y, al final, yo también me puedo desafinar.

¿Cuáles han sido sus experiencias más memorables?

La primera fue algo pequeña, pero, como yo era menor, fue impactante para mí. En el colegio, a final de año, se hacía una pequeña presentación para mostrar lo que habíamos aprendido hasta el momento. Esa fue la primera vez que me vi en un escenario con personas que estaban ahí porque querían ver lo que estábamos haciendo. Cuando fui más grande y estuve en la orquesta representativa, nos presentamos en el León de Greiff. Es un teatro mucho más grande, más profesional, con más gente que compraba la boleta para vernos, con camerinos. Normalmente uno se viste formal y hay mucho protocolo. Recuerdo que el teatro estaba repleto porque las personas, de nuevo, querían ver lo que en conjunto se hace como orquesta. He tenido otras presentaciones en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo y en el Teatro Colón. Para mí todas son memorables.

En su fundación realizan residencias. Allí, músicos de diferentes partes del mundo se presentan con ustedes. ¿Cómo es esa experiencia?

Las residencias son muy chéveres. En la fundación hacen alianzas con orquestas de otros lugares. Una vez vino una orquesta mexicana y el repertorio era de música colombiana y mexicana. Los ensayos eran muy “parchados” porque, después del ensayo, nos poníamos a hablar y compartir sobre la cultura. En otra ocasión, hicimos un concierto pacífico sinfónico. Vino un grupo del Chocó y los chicos cantaban y tocaban. Es una buena experiencia, conocer personas que comparten tus mismos intereses y están ahí para eso. Además, en el mundo de la música todo el mundo se conoce con todo el mundo. Eso es importante porque, que tu nombre sea escuchado en varias personas representa que estás ganando campo.

Estuvo un tiempo en Cartagena. ¿Qué fue a hacer allá?

Yo estudio lutería en la Fundación Salvi, la cual es la creadora del festival de música de Cartagena y también fabrica arpas famosas acá en Colombia. Cuando el señor Salvi falleció, su esposa tomó el apellido, siguió con el negocio de las arpas y potenció la lutería en Colombia. Hay muy pocos lutieres en el país, puedes contarlos con los dedos de la mano.

En Cartagena no hay lutieres. Entonces, la fundación asiste al festival, se queda en un hotel y allí abre un taller para el público. Normalmente es para los músicos y las orquestas que se presentan en el festival. Yo fui como voluntario a principio de año. Junto con mi maestro y otras compañeras, tuvimos que arreglar muchos instrumentos de la Orquesta Sinfónica de Cartagena. Recuerdo que fueron como 20 violines, 20 violas y 10 chelos. Fue una experiencia muy bonita porque, al final de la jornada de trabajo y luego de arreglar los instrumentos, nos daban la oportunidad de ir a los conciertos.

¿Cómo llegó a la Fundación Salvi?

Fue muy curioso, yo fui un caso aparte. Vi que un amigo entró a la fundación, el me comentó que había una alianza entre fundaciones y que estaban ofreciendo una beca a diez estudiantes para estudiar lutería, pero, ya no había cupos. Aun así, yo le dije que por favor me informara si volvían a abrir convocatorias o si tenían un curso pago porque estaba muy interesado en el tema. Casualmente, a la semana un chico se retiró y quedó un cupo disponible. Muchos trámites después me citaron a una entrevista presencial. Esa fue la primera vez que visité el taller.

¿Cómo describe esa primera vez?

El taller es una casa en mitad de Quinta Camacho, un barrio de Chapinero. No tiene fachada. Es una casa antigua adaptada para el oficio. Le pusieron mesones, herramientas y, en el patio, está la maquinaria pesada. Me hicieron la entrevista mientras yo hacía algo en la madera para evaluar mis habilidades manuales. Me preguntaron lo básico: qué haces, qué es la lutería, si estudiaba música, qué era la música para mí. Poco a poco, las preguntas se tornaron más personales. Querían conocerme a mí. Este oficio va más allá de la habilidad manual y se concentra en tu forma de ser. Llegué al taller y lo primero que hicimos fue afilar. Toda esa semana consistió en afilar las herramientas. Mis compañeros decían que era un paso fastidioso y, para mí, siendo nuevo, era difícil. Tenía los dedos vueltos nada. Me gané cortadas y cayos en una semana. Pero, gracias a que no me rendí y siempre busqué el paso siguiente, he entendido que los resultados vienen más adelante y que todo lo que se aprende en el oficio que requiere una preparación. Además, gané una familia. En el taller somos super unidos. Hablamos, escuchamos música y, a veces, nos ponemos a bailar.

¿Cuáles son los procesos del oficio?

Mi maestro aprendió el oficio de lutería en Italia, porque esa es la cuna del oficio. Él nos enseña de la misma forma que le enseñaron a él. Más allá de medidas y trabajo manual, vemos historia, idiomas y química. Todo orientado a la lutería. Es necesario conocer quiénes han sido los lutieres más reconocidos, cómo se llegó a la forma del violín actual, las técnicas italianas y cómo usar los barnices para los instrumentos. En el taller, mis compañeros y yo estamos haciendo un violín propio. Y, aunque todos partimos del mismo molde, tenemos instrumentos diferentes. Es un proceso muy personal y que va ligado a la forma de ser de cada uno y del oficio.

¿Por qué la forma de ser es tan importante?

Porque es un oficio muy envidioso y reservado. Hay muchos secretos y todo lo que aprendes es confidencial, nadie más puede saberlo. Es algo muy propio. Más aún porque en el taller trabajamos con archivos importantes y tenemos un funcionamiento muy único. Tú no puedes ir a decírselo a todo el mundo.

¿Por qué?

Entre los lutieres hay una competencia. Como ya sabrás, no hay muchos lutieres. Si alguien más conoce mis trucos y los imita, ya no tiene sentido. Todo se trata de la personalidad y sello que tú le des. Es confidencial para que la gente me reconozca. Es tu forma de decir ‘yo lo hago así’.

¿Cuáles son sus planes a futuro?

En un futuro cercano, quiero entrar a la universidad para estudiar música y hacer lutería en el taller. Pronto me gustaría ir a Italia para especializarme en lutería y después volver acá. Lutieres hay en todo lado en Italia, pero acá no. Por eso, me gustaría hacer lo que hizo mi maestro. Ir, aprender, volver y visitar otros lugares de Colombia para compartir el conocimiento con más personas.

¿Por qué cree que la lutería es tan poco conocida en Colombia?

El oficio es poco conocido en Colombia porque a los lutieres grandes sólo los conocen los violinistas profesionales. Las personas piensan que con la música es suficiente y no. El músico no es nada sin el lutier y el lutier no es nada sin el músico. A pesar de no practicar música, las personas deben saber quiénes son los lutieres y qué hacen.

Si nunca hubiese tocado un violín en su vida, ¿qué estaría haciendo ahora?

Tal vez estudiaría relacionado a las matemáticas. Pero, cosa curiosa, yo, antes del violín, no era bueno en las matemáticas. Gracias a la música, desarrollé mi parte matemática. Eso me ayudó a entenderla y que me gustara. No sé. Muy posiblemente sería algo acompañado del arte como Cine y TV. Aunque no estoy enfocado, todavía me gusta.

¿Algún mensaje para los aspirantes a lutier?

Me siento afortunado. La lutería es muy costosa, pero, gracias a la oportunidad de la beca y del convenio, pude conocer a la fundación y hacer lo que me gusta. En Colombia no hay muchos lutieres y, por eso, quiero aportar a que el oficio crezca en el país. Al principio no va a ser fácil. Pero, si encuentran la posibilidad, no duden en hacerlo.