‘Amar lo que hacen, ponerle amor a todo lo que decidan emprender: sea un trabajo, una pintura o una meta’, explica Martha Indira Venegas, docente de Artes Plásticas

Miércoles, 08 Abril 2020 17:20
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Para hablar de seres humanos integrales es preciso referirnos a las Artes Plásticas y a los salones de clase. “Valores como la tolerancia, el respeto a la diversidad y la responsabilidad son predominantes en este espacio”, afirma Martha Indira Venegas, licenciada en el área. 

La docente en la exposición didáctica del Museo del Prado en el Parque de la 93, septiembre de 2018.|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE||| La docente en la exposición didáctica del Museo del Prado en el Parque de la 93, septiembre de 2018.|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE|EXPO-ARTE||| Foto de la galería de Martha Indira Venegas.|Foto por Martha Indira Venegas|Foto por Martha Indira Venegas|Foto por Martha Indira Venegas|Foto por Martha Indira Venegas|Foto por Martha Indira Venegas|Foto por Martha Indira Venegas|Foto por Martha Indira V
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Martha Indira Venegas lleva veintisiete años como docente en Artes Plásticas y dibuja desde que tiene memoria. Su madre, Beatriz González, fue su primera guía y le enseño la manera en la que el arte es, además de palitos y rayitas, una forma de expresión. Como bachiller normalista pudo perfeccionar sus aptitudes artísticas, lo que tiempo después resultó con ella haciendo un pregrado en Licenciatura en Artes Plásticas, en la Universidad de la Sabana. Su larga trayectoria la lleva a afirmar la importancia de espacios en donde predomine el arte. En la actualidad, es docente en esta misma área en una institución educativa del municipio de Facatativá. Este colegio -que pertenece al sector oficial- es reconocido por los habitantes del sector como un espacio que promueve el arte, precisamente por el trabajo de la docente.  

La profesora Martha Indira Venegas ha tenido a su cargo múltiples grupos de preescolar, primaria y ahora bachillerato. Ella reconoce las diversas ventajas y desventajas de cada grupo según la edad. Sin embargo, afirma que su filosofía de enseñanza se mantiene:

“El hecho de trabajar arte se basa en formar a un ser humano integral. Un chico que ame lo que hace, que valore lo poco o mucho que tenga. Que cada cosa que haga sea con amor. Eso es primordial. Yo les repito mucho que no pretendo formar artistas, pues mi intención principal es que valoren cada una de las cosas que decidan hacer, por sencilla que parezca. Creo que, si le pones amor a todo lo que haces, va a ser lo mejor del mundo. Eso es lo que me permite el arte: enseñarles que valoren su esfuerzo y su trabajo”.

 A la pregunta qué es lo que más te enorgullece de tu trabajo nos responde del siguiente modo:

‘Soy docente en una institución en donde los contextos de los estudiantes son difíciles. Estoy hablando de situaciones económicas muy limitadas y problemáticas familiares. No obstante, hemos logrado trabajar con ellos y lidiar con los distintos inconvenientes que se pueden presentar. Somos recursivos con los materiales: cosas no tan costosas, pero con las que podemos desarrollar la clase. Los estudiantes pueden materializar sus sentimientos y sus pensamientos y encuentran en la clase de Arte un lugar seguro en el cual -además de planes lectores, historia del arte y técnicas artísticas- pueden expresarse libremente. Yo valoro lo que hacen, su esfuerzo. Al final, son ellos mismos quienes aprenden a valorar su trabajo y a descubrir sus talentos y falencias’.

La docente enfatiza mucho en lo difícil que es la situación al empezar clases. Generalmente, los padres se preguntan si en realidad es útil la materia y si vale la pena invertir dinero en esos materiales. Sin embargo, Martha Indira Venegas les presenta una opción muy llamativa que se lleva a cabo en septiembre y se llama “EXPO-ARTE”. Este es un espacio que se crea dentro de las aulas y tiene entrada libre para el público: “Los estudiantes exponen su trabajo y la gente puede comprarlo. Los chicos ven que un cuadro en el que invirtieron un montón de esfuerzo y alrededor de diez mil pesos, se puede vender perfectamente en ochenta mil pesos. Eso es increíble”.

Se sonríe cuando recuerda y agradece poder ofrecerle a quienes se encuentran en las aulas una opción con la que se puedan defender en el futuro: “un ex-alumno me escribió hace poco que había podido pagar algunos gastos de la universidad usando las distintas técnicas que le enseñe en clase. Me enorgullece que vean que pueden explotar el arte hasta que ellos quieran”. También, la docente es consciente de que, a través de sus encuentros semanales, los estudiantes se adaptan a las reglas de clase, aprenden por qué existen y son responsables respecto a eso. Para ejemplificar esto, ella menciona la exigencia de un delantal o camisa “vieja” que proteja el uniforme de manchas, o de la caja de zapatos en la que llevan todos sus materiales de arte.

Ahora bien, el tono de la entrevista cambia una vez se pregunta sobre la educación colombiana y sus cambios en veintisiete años, así como su opinión sobre las múltiples marchas y plantones de profesores y estudiantes realizados entre el año pasado y al comienzo del 2020:  

‘No ha habido cambios en la educación ni en su enfoque. Todo sigue igual, exceptuando por el sistema de logros que se planteó. Ahora, los docentes nos vemos obligados a pasar a un montón de alumnos que no se esfuerzan, solo porque el porcentaje de perdidas de año debe estar bajo un número determinado. Sin embargo, respecto a las múltiples protestas solo hay una respuesta: el pueblo se debe a la lucha. Desde el 93, vengo escuchando a la gente afirmar que los profesores salen a las calles para pelear por un sueldo, lo cual es mentira. Nosotros marchamos por la calidad de la educación. Porque somos una persona frente a cuarenta estudiantes con procesos de aprendizaje diferentes y en dos horas a la semana no alcanzamos a explicar y solucionar dudas. Los niños, al menos en el sector oficial, no tienen refrigerios aun cuando para muchos es una de las pocas comidas del día. En los sectores rurales, no hay pupitres y los profesores deben buscar que emplear como tablero porque el Estado no los garantiza’.  

Termina el tema afirmando que, de seguir con este sistema tan elitista y corrupto, la educación en Colombia no va a tener futuro. Pero también se muestra esperanzada por aquellos estudiantes que se unen y reconocen, no solo el trabajo de los docentes, sino la importancia de salir a las calles y exigir un sistema justo y equitativo. Tiene varios sueños para los próximos dos años, como tener un salón propio y adecuado para su clase en la institución en la que trabaja, pues sueña con un espacio físico que permita que sus estudiantes se sientan valorados y en donde puedan exponer de manera permanente sus trabajos. También desea que el sistema educativo le de valor al trabajo y proceso de los niños, que el arte sea la base para sus estudios y que tengan mejores oportunidades.

Por último, cuando se le pregunta si quiere añadir una reflexión personal o valorativa de la educación enfocada en Artes Plásticas, responde:

‘Amar lo que hacen. Ponerle amor a todo lo que decidan emprender: sea un trabajo, una pintura o una meta. Repetirse que lo más sencillo puede ser lo más grande y que siempre hay que respetar a los demás, sus trabajos y sus contextos’.