Recorrer las calles de La Perseverancia, barrio de la localidad de Santa Fe, conocido como el barrio obrero de Bogotá, permite encontrarse con dos caras de una misma historia: la del trabajador arraigado a su tierra y la del ladrón, que hurta y aniquila, una situación a la que la Alcaldía no le pone freno.
Robos a mano armada, microtráfico y otros tipos de delitos son la cotidianidad de un barrio que ha sido estigmatizado desde hace más de 50 años, donde los mismos residentes se sienten inseguros e impotentes para actuar en contra de los delincuentes, quienes se especula son en su mayoría menores de edad. La comunidad se ha acostumbrado a ceder, a aceptarlo con tristeza, puesto que le tienen amor a “La Perse” y a sus recuerdos.
Las familias que habitan el barrio conocen la problemática de cerca, sea por su influencia en negocios ilícitos o por conocer quienes los protagonizan. Vecinos comentan que conocen las personas que delinquen y por las que se estigmatiza el barrio, pero por protección y evitar problemas prefieren no hablar al respecto. Esto radica por los núcleos familiares que se han constituido a lo largo del tiempo y que por generaciones se han dedicado a delinquir, de tendencias fuertes como “los Picolinos y los Ramírez”, según lo que vecino.
Las tardías intervenciones por parte de los entes gubernamentales son uno de los muchos factores que delimitan al barrio. Por la carrera 5 con calle 31 hacia el oriente se dificulta la transitabilidad y la seguridad de los transeúntes. Humberto Garzón, un vecino de la zona, advierte sobre los peligros que se pueden correr si se pasa el límite, la calle 31 con cuarta, e irónicamente comenta: “uno acá abajo sale apuñalado, pero más arriba ni siquiera se sabe si sobrevive”, aunque aclara que los residentes no suelen ser víctimas de robo.
El CAI (Centro de Atención Inmediata) del policía más cercano está situado en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, lo que hace que la inmediatez sea casi nula. Sin embargo, el papel de algunas personas de esta entidad no es bien visto en la comunidad. Los vecinos han sido testigos de los acuerdos que se han realizado entre los maleantes y la entidad para coartar la ley, perdiendo completamente la confianza en la corporación.
La perseverancia se ha vuelto una olla conocida, se sabe que se consume, se vende y se roba. También que familias se han dedicado a estos negocios a lo largo de los años y como se comenta por sus calles: “los papás alcahuetean, se hacen los de los oídos sordos”.
Las pocas veces que se ha intervenido en el lugar para hacer algún operativo ha habido enfrentamientos. “Hay una dinastía de defensa hacia estos individuos, con la policía ha habido asonadas, defienden a un muchacho cuando lo cogen, cuando está haciendo delincuencia y la policía a veces ha salido perdiendo”, señala el representante a la Alcaldía local.
Los vecinos han aceptado la problemática, desde los inicios del barrio y el surgimiento de estas bandas los residentes han quedado condenados a no decir nada. Quienes en algún momento se atrevieron a hablar, pagaron las consecuencias, como es el caso de Gustavo Tavera, quien pagó con algunos vidrios rotos en su negocio.
Espejos de carros, celulares, bolsos, entre otros artículos, son productos que los delincuentes roban y van a vender al barrio. El representante de la Alcaldía de Santa Fe comenta: “si la gente sigue comprando esto, que bien saben es de procedencia dudosa, los ladrones van a seguir en las mismas”.
Los residentes de La Macarena, el barrio continuo a la antigua zona obrera, estrato cuatro o cinco, viven en un sitio aparentemente tranquilo. Según Diego Aristizabal, columnista del Espectador y habitante de La Macarena, al llegar al sector la primera advertencia que se hace es que hacia la circunvalar no pasen por La Perseverancia.
La Junta de Acción Comunal comentó el problema de las familias dedicadas a delinquir, un 70% menores de edad, y redactó un derecho de petición ante las entidades competentes con el fin de exigir acciones de prevención y control para evitar atracos, pues la solución no puede ser comprar un gas pimienta o no pasar por la zona, concluye Diego.
Posición de la Alcaldía
Gustavo Tavera Bohórquez, actual edil de la localidad, expresa preocupación por lo que denomina “alcahuetería”, pues ese problema de familia, en conjunto con el apoyo que algunos habitantes prestan a los delincuentes, dificulta la tarea de la Alcaldía local.
Expresa además que existe una dificultad con la legislación colombiana para actuar al respecto, “el coronel Aníbal Villamizar, comandante de la tercera estación de policía, me comentó que se hizo un operativo en conjunto con la localidad La Candelaria, donde por ocho meses se realizó seguimiento a unas ollas, y abortaron, porque las pruebas no son suficientes para acabar con ellas”.
Desde la Alcaldía se han gestado proyectos para disminuir este tipo de problemas en La Perseverancia, talleres para enseñar a realizar un trabajo, pero han resultado poco efectivos, pues las personas se rehúsan a dejar sus actividades ilegales.
De la misma forma se realizaron reformas estructurales a la Plaza de Mercado de La Perseverancia, patrimonio cultural de la ciudad. Se quería hacer una resignificación del barrio pues al ser considerado un atractivo gastronómico de la capital era visitado por gran cantidad de extranjeros. En la página web de la Alcaldía Mayor se especifica, en marzo de 2017, que “tras un año de trabajos y una inversión de 308 millones de pesos, culminó el proceso de modernización de la Plaza”.
Pero dicho proceso, que contó con la capacitación de cocineras y transformación de los espacios, sólo se realizó en el área de restaurantes. En la zona los puestos de frutas se encuentra en mal estado y la mayoría de ellos desalojados. José Manuel Gutiérrez, trabajador de uno de estos puestos, comenta que en ese espacio no se realizó ningún tipo de arreglo y que están próximos a dejar la Plaza.
El contraste estructural de La Perseverancia con La Macarena, es gigantesco, el estado de las calles convierte el espacio en un entorno inseguro. Gustavo expresa que esto también se debe a falta de pertenencia con el barrio, pues sus mismos habitantes no lo cuidan y la Alcaldía no puede actuar al respecto. Sin embargo, las denuncias siguen llegando, en las calles las personas siguen siendo víctimas de la delincuencia presente en este barrio, situación que es difícil de combatir, sobre todo con la Ley 1849 de 2017, el código de extensión y dominio.
Historia del barrio
Las calles de La Perseverancia están llenas de historia, una que comenzó aproximadamente en el siglo XX, con el gran éxodo campesino de la Guerra de los Mil Días, el auge del desarrollo industrial y los planes de higienización de la ciudad.
Antes de la formación del barrio, en el siglo XIX, sectores como Egipto, Belén y San Cristóbal, eran los lugares donde prevalecía la población obrera en Bogotá. Según se cuenta en el texto La Perseverancia, barrio obrero de Bogotá, del proyecto Misión Bogotá del año 2007, la falta de servicios públicos en las viviendas de estos barrios y el gran hacinamiento que predominaba provocaron focos de infección que se vieron reflejados en la epidemia de gripa presentada en 1918. Es cuando se implementaron planes de higienización, que condujeron a la reconstrucción de los domicilios.
Para ese momento Lee Koop, propietario de Bavaria, había adquirido los terrenos de la Sociedad Fergusson Noguera para la construcción de una fábrica de cerveza. Este personaje, motivado por los planes de higienización participó en el desarrollo del barrio obrero Altos de San Diego, antiguo nombre de La Perseverancia.
Foto: Libro La Perseverancia barrio obrero de Bogotá.
Cuando la empresa cervecera se puso en marcha, un pito sonaba estrepitosamente, resonaba en los caminos empinados a la par de la montaña, las calles se llenaban de personas andantes que atendían el llamado del comienzo de la jornada laboral. “Pitaba faltando cinco para las siete y la gente bajaba corriendo”, expresa Gustavo Tavera.
Los empleados eran en su mayoría hombres provenientes del campo, de la sabana o de barrios aledaños. Según se cuenta en el texto anteriormente nombrado, Leo Koop descontaba de los salarios de los trabajadores dinero para que tuvieran la posibilidad de comprar uno de los lotes del actual barrio y ellos levantaban los predios por autoconstrucción. Así como los lugares de reunión, tal como en un pueblo cundiboyacense.
Foto: Libro La Perseverancia barrio obrero de Bogotá.
Perseverantes, como Gustavo Tavera Bohórquez, habitan el lugar desde finales de los años 1950. Él llegó al barrio cuando no se contaba con vías ni la infraestructura que hoy se conserva. No había transporte público, sólo animales de tracción, que cargaban las botellas de cerveza y el mercado, ayudando así a quienes vivían en lo más alto de la montaña y cerca a lo que hoy se conoce como la Circunvalar.
En la actualidad los pobladores de La Perseverancia presentan grandes problemas con la delincuencia, esperando acciones apresuradas para combatir este tipo de problemas por parte de alguna institución gubernamental. Sus residentes se arraigan al barrio gracias a las posibilidades de movilidad y de vida que ofrece por su ubicación estratégica. Es por esto que, a pesar de los malos encuentros, las personas que poco o nada tiene que ver con la situación delictiva siguen habitando el lugar. Esta situación del presente de La Perseverancia, que hasta el momento no cuenta con proyectos institucionales, requiere de atención y gestión estatal.