El viejo negocio de lo antiguo

Viernes, 25 Abril 2014 05:38
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“Hoy en día a muy pocos les importa lo antiguo. Todos quieren es lo nuevo”, dice Luis Fernando Corredor.

Local de la cuadra de las antigüedades de Bogotá||| Local de la cuadra de las antigüedades de Bogotá||| Foto: Daniel Guerra Roncancio. plazacapital.co|||
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Su local, de unos seis por cuatro metros, tiene un aroma a incienso, como a guardado. A viejo. Sobre el suelo hay un gran tapete. En el techo más de cinco candelabros con bombillos amarillos. Música clásica de fondo. “Buenas, estoy buscando una mesa de centro”, dice una mujer, cuarentona, tacones altos y pelo tinturado. “Solo tengo esta, seis millones novecientos”.

Pocas personas pagarían $6’900.000 pesos por una mesa de centro, pero esta es “de estilo napoleónico y está en muy buen estado”, dice Corredor, dueño del local Treasures Antiques en la carrera novena con calle 62. La mujer mira la mesa y se va, no la convence. Igual tiene muchas opciones para seguir buscando la mesa que quiere, pues en la novena entre calles 61 y 63 está ubicada una de las zonas de venta de antigüedades más tradicionales de Bogotá.

Los catorce anticuarios del lugar —todos con aroma a incienso, tapetes en el piso y candelabros con bombillos amarillos— se empezaron a establecer desde que Benjamín Angarita, fundador y primer vendedor de antigüedades de la zona, comenzó a comerciar con objetos antiguos en su apartamento en la novena con 61. Esto hace 35 años, cuenta él, un hombre de 76, algo grueso, bajo y de movimientos lentos. Su local se llama El Bronzino y es el más grande de la zona. Lo compró en el 98, para esta época ya habían llegado otros vendedores. Tiene dos pisos y todo tipo de objetos a la venta: vajillas de porcelana, vasos de cristal, mesas, sillas, pinturas, esculturas.

En esta cuadra se encuentra “de todo”. Corredor tiene una escultura de San Sebastián “de talla colonial, hecho en plomo y yeso. Española”. Este objeto cuesta nueve millones de pesos. En otro local, El Bargueño, José Torres —de 72 años— tiene un reloj “de la época de la república francesa” que cuesta siete millones de pesos. En estos locales hay que caminar despacio, con cuidado. Nadie quiere tirar al piso un reloj de siete millones.

Después de don Benjamín, como le dicen los otros vendedores, llegó a la cuadra la familia Gómez. Carlos Gómez fundó Ayer y Co en 1994. Fue el primero de tres hermanos que continuó con el negocio de antigüedades de la señora Leticia de Gómez, su mamá, quien tenía su anticuario en la calle 45 con 20. Adriana y Jairo Gómez, los otros dos hermanos, llegaron hace 18 años. Hoy cada uno tiene su negocio: Antigüedades Imperio y Adriana Gómez Antigüedades.

Todo esto lo cuenta Adriana al tiempo en que su hija, para contrastar con el ambiente del lugar, está sentada en medio del anticuario —sobre una silla y una mesa tal vez de tipo colonial, napoleónico o republicano— en Facebook y chateando por internet.

Aunque todos los vendedores dicen que el comercio de antigüedades es un negocio rentable, aseguran que se está acabando. “A la juventud no le importa tener un mueble fino en madera, ahora todo viene de China y las cosas se dañan en un momentico”, dice Benjamín con tono de dejadez. “Antes se peleaba por el que trabajaba más fino, hoy por el que más le rinda”, afirma José Torres con la misma actitud.

Adriana, Benjamín, Luis Fernando y José afirman lo mismo: las antigüedades están desapareciendo. “La gente hoy en día no entiende el concepto de las antigüedades. Ya no se conserva nada, todo se renueva”. Pero mientras esto viva, estos anticuarios y los "anticuarios", como ellos mismos llaman a su oficio, tendrán un negocio rentable. Pues por cada año que pasa, las antigüedades son más antiguas.