El reloj marca las 6:20, pero no suena ninguna alarma. Elevn se toma un minuto mirando hacia el techo, contemplando el presente; no importa que tan tarde se acueste, despierta entre las 6:00 y las 7:00 AM. Después, piensa en lo que hará en el día, o por lo menos en la siguiente media hora. No le puede faltar su tinto ni anotar algunas cosas que debe tener en cuenta el resto de la jornada. Entra a la ducha, un momento que disfruta durante su rutina porque, como dice, “cualquier cosa que me conecte con el agua, lo es todo para mí”.
Casi siempre tiene algo distinto que hacer, desde grabar una canción en el estudio hasta organizar eventos de Código de Barras (liga bogotana de freestyle que se ha posicionado en el país). Antes de que lleguen las 5:00 de la tarde se toma un momento para estudiar, pues tiene clases hasta las 10:00 p. m.
- Y ¿en qué momento entrenas para las batallas de rap?
- Ya no estoy tan enfocado en la técnica, ¿sabes? Creo que con los años de práctica ya está ahí. Ahorita estoy dedicado a mi estado mental y físico, a conectar cuerpo, mente y alma para que, cuando llegue el momento, pueda responder a la situación y estar calmado.
Hay un lapso del día, entre la ducha y el trabajo, que destina a concentrarse. Una o dos horas de yoga que suele combinar con meditación es la mejor forma de practicar porque, para él, la improvisación es darle significado al momento justo, al ahora e interpretar todos los estímulos que recibe del exterior; esto solo lo consigue al desarrollar su atención.
El niño
No tengo tiempo para decir nada, solo quiero sentir. Volver a decir que te extraño papá y volver a vivir las cosas que de chico tú me solías decir.
Nació en Bogotá, aunque ha sido un caminante que no se queda anclado y eso le forjó su estilo ligero al improvisar. Su madre tenía apenas 17 años cuando lo tuvo. Desde bebé vio a sus padres partir caminos, pasaba largas temporadas de vacaciones en otras ciudades, e incluso vivió en algunas de ellas, acompañando a su papá que trabajaba en el sector turístico. Pero fue de sus nueve a sus once años que descubrió su afinidad por el rap. Vivía en Panamá cuando iniciaba un nuevo género: el reggaetón y escuchaba esas canciones solo esperando el momento en el que hablaran rápido al ritmo de la música.
Esa época fue una de las mejores de su vida, no solo porque vivía en el hotel en el que trabajaba su padre, de quien heredó sus rasgos físicos, sino también porque empezó a descubrir el mundo por su cuenta y a divertirse cantando. Volvió a Bogotá a vivir con su mamá a los 12 años. Por esos días, uno de sus amigos le prestó un CD de Flaco Flow y Melanina. “Cuando lo escuché me quedé tirado porque no lo podía creer. Usar el lenguaje entre la música de esa manera me hizo quedar maravillado”. No solo era el ritmo, sino los temas, pues escuchaba sobre violencia, desigualdad de clases y abuso policial.
Quería hacer algo como ellos y pasó menos de un mes para que saliera al parque a rapear con sus amigos. Por lo menos la primera mitad de los 15 años que lleva improvisando practicó así, en la calle e imitando las rimas de grandes raperos, famosos o amigos, para buscar su estilo y aprender cómo responder en el momento. Aunque desde antes había entendido la importancia del presente, veía a su padre vendiendo y quería ser como él. “Un vendedor te está invitando a que tomes una decisión en el ahora, a que no pienses y te sale con un nuevo argumento. Me encantaba verlo haciendo eso, siempre intentando conseguir lo que quería”.
Pese a que ya le interesara lo que sucedía en la calle, le gustara el rap conciencia y se vistiera con ropa holgada, conservaba ese lado tierno que aún hoy lo caracteriza. Diana Castañeda, su tía, recuerda que cuando era pequeño y su mamá tenía turno en la noche, Bassil se levantaba a las dos de la mañana esperando a que su madre llegara, “nos tocaba ponernos a ver televisión y él ahí todo el tiempo, no podía dormir hasta verla”. Antes de iniciar la Final Nacional de la Red Bull 2020, Elevn dijo que quería volver a ser un niño en la tarima y se refería a estas épocas. Quería divertirse tanto como cuando inició en el parque, asombrarse del talento y del leguaje; pero sobre todo, quería tener la inocencia de un niño que espera a su madre y la espontaneidad con la que no se piensa y solo se es, que veía en su padre.
El padre y maestro
Claro, porque el hombre nunca se pinta los labios, porque el hombre nunca va a usar una falda en su radio. Por idiotas como este es que yo me rabio, porque no permiten que llegue un nuevo cambio.
Un día llegaron un par de jóvenes a su oficina de marketing, a mediados del 2017, con la idea de crear una liga de Freestyle de su mano. No había ganado el reconocimiento con el que goza ahora, ni su primera Red Bull Nacional, pero tomó la decisión pasional de emprender ese proyecto. Código de Barras fue tomando fuerza en el país y en su corazón.
- Mi idea es poner todo el conocimiento que voy adquiriendo sobre la movida del Freestyle en otros países para que en mi contexto otros puedan tener la oportunidad de ser freestylers profesionales, que los chicos puedan improvisar y vivir de esto, haciendo lo que les gusta.
Por fortuna, las batallas de gallos tienen una audiencia diversa y cada vez reciben más apoyo. La transmisión de la Red Bull Colombia 2020 cuenta con casi 1 millón de vistas en Youtube y este año hubo un record histórico de más de 17.000 pruebas para clasificar en todos los países. Sin embargo, Elevn tuvo que cargar con el estigma de “ñero”, asociado hace unos años a los raperos, por parte de algunos amigos y, con menos dureza, miembros de su familia. La mirada que tenían sobre él se transformó y ahora hasta la familia más lejana no despega sus ojos del televisor cuando tiene alguna batalla, cual partido de la selección. También cambió su aspecto físico; pero más allá de pasar de vestir ropa holgada a deportiva, o de poner arte en su piel como un lienzo, Elevn cree que la formas son ajenas al ser y que todo lo que implique poner un “rótulo” que segregue a otros, debe ser abolido.
En Código de Barras no solo busca acompañar desde la organización, sino con su experiencia como freestyler, siendo casi como un maestro. Cree que los niños y jóvenes son “hijos del mundo” y dentro de esa convicción, todos los que influyen en ellos son padres. “Yo quisiera que todos los muchachos se formen, que tengan criterio”.
Pero sus ojos claros, de un verde azulado, enmarcados en gafas redondas brillan con más intensidad cuando habla de su hija. Es la persona más importante en su vida e intenta llevar al límite su improvisación por ella. Le quiere transmitir su visión de mundo y demostrarle que las cosas deben hacerse lo mejor posible. Entre todo, su tía admira su labor como padre “Tiene una niña de 5 años, es súper exigente con ella, pero a la vez tierno y amoroso. No es como los padres de ahora que les dan el celular a los hijos y ya; la escucha, juega y lee con ella”.
El que calla
Meditación del rap para encontrar el Valhalla, nirvana que viene y se emana desde el alma humana.
Faltaban cinco minutos para que iniciara la Final de la Red Bull Colombia 2020, tenía los instintos activos, su parte animal dominaba su mente. Tuvo un solo pensamiento: “ora antes de entrar a la batalla” le había dicho su familia, que es muy religiosa. Cerró sus ojos, le hablo al universo entre susurros, le agradeció por ser el legado de sus padres y antepasados que lo habían llevado hasta allí y se vio como una pequeña lucecita entre las millones que están encendidas en el universo. Obtuvo una respuesta, debía darle significado a ese instante. A pesar de lo pequeño que fuera, quería que quienes lo vieran sintieran una conexión en el presente.
No se considera religioso, mas sí espiritual. No se inclina por ninguna ideología política, pero se cuestiona la forma en la que nos etiquetan y organizan. Tampoco juzga a quienes sí la tienen porque, como dice, “si todos actuáramos bajo la religión en la que estamos, el mundo sería increíble”. Cree en todas las iniciativas y movimientos que nos ayuden a entender que nadie es mejor que otro y que hacemos parte de un mismo ecosistema universal. Además del yoga, leer y hacer deporte se convierten en formas de practicar. Disfruta de las novelas por como usan el lenguaje, pero de vez en cuando lee libros académicos de biología, astronomía y hasta matemáticas para tener conocimientos que pueda relacionar al improvisar. Con el deporte desarrolla aún más su capacidad de concentración y de poner en armonía cuerpo y mente. Estos se han vuelto sus principales hobbies; le gusta mucho el fútbol y se nota tras la cámara, viste una camiseta del Bayern de Múnich.
- ¿Por qué Eleven y no Pepe desgracias?
- Me llamaron Pepe desgracias por un mal día que tuve cuando estaba en el colegio, y dije “bueno, asumamos esto con buena cara”. Lo tomé como el lema de encontrar momentos bonitos en días de mala suerte. Elevn es otro cuento, tiene que ver con la numerología, está relacionado a mi fecha de nacimiento (1 del mes 11) y siento que el universo me habla a través de ese número.
Cuando empezaba a buscar su identidad en el freestyle, se dio cuenta de que el once lo representaba: intuitivo y sensible. Pese a que no es muy expresivo ni efusivo, cada vez es más sensitivo, percibe las energías de quienes están alrededor y siente a un eleven pequeñito en su pecho llorando de felicidad cuando habla de lo que le apasiona.
El cantante
Cada vez que controlo el microphone, entiendes lo que pasa, me gusta hacer la entonación.
Cuando se graduó quiso estudiar Ingeniería de petróleos, le iba bien en el colegio pero, por fortuna suya, no se decidió. Cumplió 18 años y empezó a estudiar música, ahora estudia producción musical en la Escuela de Música y Audio Fernando Sor; no solo es freestyler, sino rapero de profesión. Su mamá lo llama ‘mil pareceres’, no porque sus convicciones y sus acciones se contradigan, sino porque, al igual que ella, no le es fácil tomar una decisión, no se queda encasillado y siempre busca un nuevo proyecto, algo más que hacer. Eso es, quizá, lo que menos le gusta de sí mismo ya que, aunque a veces es una ventaja, puede llevarlo a la falta de constancia.
Sin embargo, ha intentado mantenerse en el rap a nivel comercial y conjugarlo con la improvisación. Compone canciones que surgen desde cuestionamientos a la cruda realidad (Minga) – secuelas del rap conciencia – hasta lo que piensa del amor y de la vida (Despega). “La voz del rapero es muy viciada”, me dice carraspeando suavemente su garganta, “pero el Freestyle me permite obviar muchas cosas, me da facultades rítmicas y de composición, las ideas me surgen con facilidad y así puedo concentrarme en lo que debo mejorar”.
Le molesta quedarse en sus propias frustraciones, dejar de ser agradecido con lo que ha conseguido y no perseverar a pesar de ellas. Pero cuando llegan esos momentos, logra salir de allí haciéndose más fuerte que sus inseguridades. Su abuelo materno le ayudó a fortalecer su carácter, a pensar en las consecuencias de sus decisiones y a que esté seguro de tomarlas.
- Tenía entre 16 o 17 años cuando llegó con su primer tatuaje, era un Pez Koi, creo, tiene tantos que no me acuerdo bien y dijo “un amigo me lo hizo”. Yo soy de mente abierta pero todos ¿cómo así que se hizo un tatuaje? – cuenta su tía
- Pero ¿lo regañaron?
- No, fue el temor de decirle a mi papá “Giuseppe está tatuado”. No lo regañó pero le dijo que tenía que cuidarse, le hizo pensar en las consecuencias, por ejemplo en cómo iba a conseguir un trabajo, en ese entonces no sabíamos que se iba a ir por la música. Pero él no le iba a ocultar nada a su abuelo, siempre asume sus acciones.
El ganador
Me caí, aprendí, porque aprendí a rendirme, concebirme. Entendí que venía a conseguirme y lo que pude hacer fue volverme invencible. Claro que caí y aprendí, por eso vine a divertirme.
Tenía 19 años cuando tuvo su primera batalla, en la 39 con Caracas en Bogotá. La competencia era promovida por la Fundación Familia Ayara y salió vencedor, allí descubrió que eso era la suyo. No solo se sentía a gusto improvisando y esta vez no era a sus compañeros de barrio que sus pushlines le parecían brutales, sino a jueces; se dio cuenta que quería vivir de eso. En la ronda final tuvo que competir contra uno de los freestylers que lo había iniciado en ese mundo, ganarle fue todo un hito, una verdadera señal. Tiene presente que en el cuatro por cuatro le dijo “siento que no eras para tanto”, aunque realmente le tenía un respeto inimaginable. Su compañero le contestó recordándole cuando su mamá lo hacía entrar a la casa a altas horas de la noche después de haber estado toda la tarde practicando.
Una que otra vez, de adolescente, se le perdía por unas cuantas horas a su familia porque cuando ensayaba se abstraía del mundo, perdía la noción del tiempo. No se percataba en mantener con batería el celular u olvidaba llamarlos, estaba en su cuento, se quedaba hasta conseguir ir al ritmo del doble tempo. Así logró ganar contra Big Killa la nacional en 2017, solo con años y noches de práctica. Pero dice que esta vez, la final del 2020, fue diferente porque disfrutó más en la pista y logró hacer algo que, cree él, es lo que más desean los freestylers, “sentir que fluye como si hablara. Así como estoy hablando contigo, no tengo que pensarlo”.
Actualmente, le tiene gran respeto y admiración por MC’s como Arkano, Carpediem, Aczino y el mismo Big Killa, algunos de ellos se han convertido en amigos más que en rivales. No cree en los clásicos o en las sanas enemistades que se construyen a nivel competitivo por tener historia en batallas contra otros freestylers. Para Elevn, cada batalla es nueva, le da prioridad al presente, pues precisamente esa es la magia del Freestyle: ser capaz de responder a lo que sucede ahora.
- Entonces te consideras un buen perdedor.
- No. Mentiras, sí. Soy buen perdedor y muy mal ganador. No me gusta perder, así que me esfuerzo mucho por mejorar mi concentración, corregir lo que tuve mal y reflexionar qué me pasó. Pero al ganar me echo al descanso, me autocontemplo demasiado digo “Wow, soy genial, esto fue increíble”. Pero no creas - me dice entre risas nerviosas y casi que apenado- cada día lo voy corrigiendo.