Detrás de “su puta obra”

Domingo, 03 Diciembre 2017 16:15
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Para el protagonista, su preparación "no tiene mayor mística". Así es el detrás de escena del monólogo de sátira política escrito e interpretado por Daniel Samper Ospina.

Daniel Samper Ospina con el guión de ‘Mi Puta Obra’|Preparación justo antes de salir a escena||| Daniel Samper Ospina con el guión de ‘Mi Puta Obra’|Preparación justo antes de salir a escena||| Foto por: Jessica Zapata|Foto por: Jessica Zapata|||
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“Daniel llega como a las 7:15”, dice por teléfono Lorena Suárez, la jefe de prensa del Teatro Nacional Fanny Mikey. Pasan las 7:30 de la noche y, cuando Suárez llega al teatro y me invita a entrar con ella, Daniel Samper ya está en el escenario, ensayando la obra que ha presentado más de 60 veces este año. Cada función es lleno total.

Vestido de camisa azul clara, pantalón gris, blazer café y tenis azules oscuros, Samper, junto a Andrés Bonifaz, el productor de la obra y también editor de su canal de YouTube, ensayan para la función de esa misma noche a las 8:30. El protagonista está parado frente a un atril leyendo un guión y alternando la vista con la pantalla del proyector, mientras su productor está pendiente de que estén listas las imágenes y videos.

“Lo que yo hago es mirar que coincidan los ‘amarillitos’ (algunas partes resaltadas de ese color en su guión que son pautas para él) y leo y re leo esta cosa para ver que esté bien, yo sé que después de tantas funciones se supone que esté bien, pero no me importa”, dice Samper.

El periodista, así no esté en plena obra o grabando un video, habla siempre de política y se burla de los personajes de la arena nacional. Sonríe levemente por sus propios chistes y cuando habla, casi siempre tiene las manos en los bolsillos. No tiene cuidados especiales para la voz ni hace ejercicios para calentarla antes de salir a escena. Normalmente, sólo toma aromática antes de cada función.

El ensayo dura alrededor de cuarenta minutos. Le pregunto a Andrés si hacen más ensayos o si el protagonista lo hace por su cuenta el resto del día. Dice que no, que ese es todo el ensayo antes de cada función, pero que como ya llevan dos temporadas de la obra, presentándose casi todas las semanas martes y miércoles, Daniel “la tiene clara”.

“Lo único que hace son cambios pequeñitos, pero en general la obra no cambia mucho de una función a otra”, cuenta Bonifaz. Al respecto, Samper dice que “lo que es más viejo lo quito y voy poniendo cosas de actualidad. Esto funciona como Colombia, que se nos olvida lo pasado y es lo que como país nos tiene jodidos”.

Para esta semana, por ejemplo, Samper le mete a su guión de último minuto algún apunte sobre el “entierro de fiesta” con caravana de motos, camisetas con su foto y celebración con alcohol, que le organizaron en Carepa (Urabá antioqueño) a alias “Inglaterra”, el tercero al mando del Clan del Golfo dado de baja el pasado jueves 23 de noviembre.

Mientras ensaya, Daniel considera el tiempo que dura la función. En total, la obra debería ser de una hora con 20 minutos, pero él se extiende sin darse cuenta, y la función puede alargarse hasta unos 25 minutos. “Tengo que mocharle a esta vaina”, dice. Justo en ese momento pasa en el proyector una imagen del candidato presidencial, Germán Vargas Lleras. “Vi a Vargas Lleras y me acordé de mochar… Literalmente", se burla.

El ensayo termina y mientras Daniel conversa un rato con el productor, le avisan que tiene visita. El recién llegado es Aldo, a quien Samper describe como “un periodista amigo, del New York Times”. Samper se va a recibirlo, y se para a charlar con él en unas escaleras pequeñas frente a su camerino.

En el camerino sólo caben una mesa, un espejo y un perchero, del que cuelgan una camisa y un blazer similares a los que lleva puestos. El rojo predomina en el pequeño espacio: la puerta con los logos de ‘Mi Puta Obra’ y Teatro Nacional es de este color casi en su totalidad, igual que la única silla allí adentro; además, sobre la mesa hay una corbata con escudos del Independiente Santa Fe, que Samper acaba de sacarse del bolsillo del blazer. Sobre la mesa hay dos cajas de la aromática que siempre toma, regaladas por el Teatro.

Samper a veces llega a trabajar en el camerino antes de la función, otras veces como esta tiene visita. Un día de función es casi como cualquier otro de su vida diaria: se encarga del trabajo de columnista en Semana, graba videos para el canal de YouTube o se queda con su familia. La ropa de la función es la misma que usa todo el día, la que tiene en el camerino es solamente por si se ensucia antes de llegar. No tiene cuidados especiales, no se maquilla para salir a función porque no le gusta, lo único que se echa son un par de gotas para aclarar los ojos, porque “uno a esta hora ya está mamado”.

El equipo principal de montaje de la obra son el mismo Samper, quien escribió y trabajó el guión en su totalidad, y Bonifaz, encargado de la parte audiovisual. El Teatro Nacional tiene su equipo propio que pone a la disposición del protagonista: una persona encargada de sonido, otra de las luces y Martha Niampira, quien debería ser su ayuda en camerino. Debería, porque Martha cuenta que lo mucho que hace con Daniel es, muy de vez en cuando, plancharle una camisa y pegarle el micrófono antes de salir.

A eso de las 8:20 p.m. suena un timbre, y una voz grave resuena por los parlantes: “¡Primer llamado!”.

El montaje del escenario ya está listo para esta hora. Todo lo que tiene es un atril a un lado y una mesa de escritorio al otro, sobre la que hay una máquina de escribir, una jarra con agua, un balón autografiado y un pocillo, ambos de Santa Fe. Frente a la mesa, reposan dos puffs del mismo equipo. Al fondo, el proyector donde pasan las imágenes y videos. Nada más en escena. “Todo es sencillo, como él”, dice Andrés Bonifaz.

Pasados cinco minutos, de nuevo la voz: “¡Segundo llamado!”. El auditorio tiene 250 sillas, y ya se empiezan a escuchar los murmullos de los asistentes que van ingresando.

Antes de la función, el equipo está sentado en los sofás junto a los camerinos, mirando el celular. Lo único que puede ponerlos en apuros es que, de repente, dejen de funcionar el micrófono o el computador.

Cuando suena el tercer y último de los avisos, pasadas las 8:30, hay de nuevo movimiento tras escena. Entra el encargado de logística al camerino con el micrófono para el protagonista. Tras él entra Martha, con dos trozos de cinta color piel para pegarle el aparato. En cuestión de unos 15 segundos, el protagonista está listo.

Samper saca su celular, abre una aplicación y pone la cámara. “Aquí hago también ‘maricaditas’ para Instagram” -revisa las opciones del teléfono y se tarda un poco en encontrar el que buscaba- Aunque yo para Instagram soy una ‘güeva’, pero bueno”, dice y graba un video corto que sube a sus redes.

Ya preparado, sale del camerino y se para justo detrás del telón. Pregunto si le dan nervios. “Nervios, claro, pero cada vez menos”, responde.

“Mucha mierda, Daniel”, le dice el equipo, mientras le dan palmaditas en la espalda. Esta expresión, en el teatro, se usa para desear suerte a quien está próximo a salir a escena. “Bueno, hermano, se fue esto, otra más”, le dice Samper a Bonifaz. Se lleva el guión y lo pone en el atril, mientras el escenario está completamente oscuro. La luz se enciende y empieza la función.