Durante la presidencia de Andrés Pastrana, entre los años de 1998 al 2001, el país se encontraba en un periodo de violencia interna, lo que llevó al Estado a actuar disuasoriamente. Con la Copa América de 2001 se presentó la oportunidad de usar el fútbol como pretexto para unir a la sociedad durante la crisis y los diálogos inestables con la guerrilla de las Farc. El júbilo total llegó en el momento que la Selección Colombia ganó el torneo más antiguo de los cinco continentes haciendo olvidar por un momento todos los problemas de la Nación. Eso mismo parece pasar con el Presidente Iván Duque y la confirmación que la Copa América se jugará nuevamente en suelo patrio en el 2020.
El expresidente Pastrana no tenía una tarea fácil al momento de organizar las prioridades del país. La guerra interna en contra de grupos guerrilleros y los paramilitares se había recrudecido fuertemente desde los años noventa. Para el año del torneo, faltando tan solo 15 días las Farc secuestraron a Hernán Mejía Campuzano, vicepresidente de la Federación Colombiana de Fútbol, mientras se dirigida a una finca que tenía en el departamento del Chocó. Esto provocó que se le quitará a Colombia el puesto de anfitrión. Gracias a la presión de los medios, la comunidad internacional y del mismo Gobierno, luego de 72 horas fue liberado y la Copa América volvió a manos de Colombia. Durante la época se presentaron diversos secuestros políticos y civiles que no tuvieron la importancia que este tuvo a nivel nacional e internacional.
En 1999, la Federación Colombiana de Fútbol estaba siendo investigada por la reventa de boletería del Mundial de Francia de 1998. Esto afectó la imagen de la institución. Como si la historia fuera circular, en 2019, la Superintendencia de Industria y Comercio abrió una investigación a la Federación por reventa de boletas para los partidos de eliminatoria al Mundial de Rusia. Además, esto se suman a los escándalos sobre la liga profesional femenina y los acosos y abusos sexuales a un grupo de algunas jugadoras de la Selección Colombiana Sub 17.
El pasado 9 de abril, en un hecho sin precedentes, el torneo más antiguo de los cinco continentes contará con dos sedes, Colombia y Argentina, pese a esto las exigencias de ambas naciones son diferentes. El Estado colombiano realizó una propuesta tentadora a la Conmebol en la que rebaja los impuestos a los organizadores, punto que desde el Gobierno argentino no se había contemplado. Al final, estas discrepancias se vieron resueltas para unificar a estos dos países como la sede del nuevo ciclo de la Copa América.
El fútbol profesional colombiano tiene talentos y estadios que son muestra que el país puede ser sede de una copa internacional de renombre, eso no se duda. El problema se enmarca en las instituciones que estuvieron ayudando para que diplomáticamente se consiguiera ese logro. Al igual que para el torneo del 2001, la Copa América se presenta en medio de una inestabilidad gubernamental provocada por las malas decisiones de Duque y una Federación Colombiana de Fútbol envuelta en escándalos.
La popularidad del presidente Iván Duque ha bajado considerablemente desde que comenzó a gobernar, pasando de 53,8% a 27,2% según firma Invamer. Las acciones del Estado no han sido las acertadas, como el intento por destruir la JEP, la permisión del fracking en territorio Nacional, los brutales ataques a la minga por parte de la fuerza pública, las protestas estudiantiles que se han ido levantado o el asesinato de líderes sociales que comenzaron desde antes de su posesión. Pero, lo importante aquí es que no podemos permitir que usen el fútbol para mantenernos felices mientras nos destruyen el país.
El furor de ser sedes, de tener un equipo considerado fuerte y las posibilidades altas de ser nuevamente finalistas tiene un efecto disuasorio frente al público. En el 2001, la alegría inundó las calles de fiesta y color cuando por primera vez en la historia la Selección Colombia era ganadora de la Copa América. Miles de colombianos celebraron el gol de Iván Ramiro Córdoba tirando maizena por las calles mientras otros miles deseaban comer una colada. Un torneo que se recuerda con júbilo profunda tristeza, por ser nuestro primer logro internacional mientras un país olvidaba el dolor del conflicto viendo un partido.
La idea no es desmeritar los logros que tiene Colombia con su fútbol tanto nacional como los representantes internacionalmente. Es dejar claro que un torneo como la Copa América no puede ser usado como pretexto desmeritar los errores de las Instituciones Nacionales. Si cada vez los dirigentes metan la pata van a traer copas internacionales, se propondrá el suelo patrio como sede del próximo Mundial.