Los estudiantes y los sindicatos se tomaron la ciudad con pancartas y cacerolas para levantar su voz con el fin de mostrar su inconformismo con las políticas de gobierno actuales. Las protestas comenzaron de manera pacífica hasta que se comenzó el cruce con el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad). La presencia de uniformados sobre la carrera séptima con avenida Jiménez generó fricción entre los manifestantes. Desde las 5 de la tarde, manifestantes y el escuadrón antimotines mantuvieron una lucha con piedras, bombas aturdidoras y gases lacrimógenos que afectaron a residentes y ciudadanos que se encontraban en la zona. Este acto provocó la furia de marchantes y transeúntes que se vieron afectados. Las madres que debían ser la primera fuente de diálogo no hicieron presencia en el lugar, tampoco los gestores de convivencia lograron calmar los ánimos.
Con esto el Esmad tomó el control tratando de disolver la marcha sin resultado alguno, porque los protestantes se siguieron reagrupando, arrojando piedras y cócteles molotov contra las tanquetas y los policías. En consecuencia, los enfrentamientos continuaron pasados las 9 de la noche que aún se mantenían los manifestantes luchando al lado del Palacio de Justicia y en algunos puntos de la carrera Séptima.