La incertidumbre de no saber qué va a pasar con sus hijos no la deja dormir y su sonrisa se desvanece con el paso de las horas. Al día siguiente, los paramilitares tocaron la puerta…
Las FARC y el ELN, empezaron a aterrorizar las calles de Palocabildo. La presencia de estos grupos armados despertó temor en la comunidad. Luz Mary escuchaba cómo los amigos de sus amigos estaban siendo asesinados, pero ni ella ni su familia habían sufrido agresión de forma directa, hasta que llegaron los paramilitares al pueblo.
“Parece como si todo hubiera ocurrido ayer”, dice Luz Mary. Ayer, cuando vivió al lado de su familia en Yopal, Casanare y todo era diversión. Ayer cuando era conocida como una mujer revolucionaria y alegre. “La niña pícara de la clase, que no perdía la oportunidad de hacer maldades”, como cuenta su amiga de colegio, Mary Luz Pinzón.
Su vida no era perfecta y vivió acontecimientos que le marcaron el corazón… A sus 11 años sufrió la primera pérdida. Su padre murió de un ataque cardiaco. Cuando cumplió 15, se dio cuenta de que su madre biológica la abandonó, cuando tan solo tenía 14 meses de nacida. Consternada por la noticia, a las 16 años se escapó de su casa. Viajó a Bogotá para conocer a su grupo musical favorito, Menudo, y se quedó a vivir allí.
Trabajó como panadera y luego como niñera. Pero solo se quedó cinco años en Bogotá, pues a la doctora Edilma, su jefa y jueza penal de la cárcel La Modelo, la amenazaron con secuestrar a su hija, si no abandonaba la ciudad.
Por primera vez en la vida de Mary los actos de las fuerzas armadas comenzaron a afectarla. Mas en ese entonces, ella no se imaginaba el papel que iba a desempeñar la violencia en su vida y no se encontraba preparada para lo que estaba a punto de pasar.
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Un ejército de hombres vestidos con ropa camuflada, botas pantaneras, fusiles más largos que sus brazos y una cargadera de balas que les atravesaba la espalda, daba la vuelta por el pecho y pasaba por su corazón, se convirtieron en la peor pesadilla de Luz Mary y de cientos de ciudadanos inocentes.
Ni un solo habitante de Palocabildo se escapó de las manifestaciones violentas de los paramilitares. Cada semana este grupo armado convocaba a toda la ciudadanía a una asamblea. Una reunión en la que le comunicaban al pueblo qué se iba a hacer de ahora en adelante y qué estaba prohibido. A Luz Mary le tocó ver en este escenario cómo “los paramilitares decapitaban a la gente en frente de todo el mundo y jugaban fútbol con las cabezas”, dice ella. Esta era una forma que utilizaban para infundir miedo y mantener a la sociedad controlada.
Salir a la calle se convirtió en una inseguridad para todos. En el pueblo se veía que algunas personas partían de sus casas y más tarde no regresaban.
Este también fue el caso de Jonatán y Nelson, dos de los cuatro hijos de Luz Mary. “Cuando me dieron la noticia no lo podía creer. No entendía por qué se los llevaron si no habían infringido la ley del toque de queda, ni ninguna otra. Así que cogí un maletín, empaqué una muda de ropa y fui a buscar a mis hijos”, cuenta Mary.
Aunque Luz Mary no pudo encontrarlos, se vio con Mateo, una de las cabecillas de los paramilitares y el responsable del secuestro de Jonatán y Nelson. Una vez frente a Mateo, él le dijo: “Sí, tranquila, en tres días se los devuelvo, para que usted vea cómo los estoy preparando para la guerra”.
Luego de 72 horas, “llegamos mi hermano y yo a la casa con moretones por todas partes, quemaduras de cigarrillo en el pecho, la espalda marcadas con garrotazos y los dedos de las manos y los pies con alfileres dentro de las uñas”, cuenta con detalle y cara de dolor Nelson Ferney, hijo de Mary.
El paramilitar que los llevó de vuelta a su casa, le dijo a Mary: “tiene dos horas para sacarlos de acá o si no, nos los volvemos a llevar”. Aunque Jonatán y Nelson lograron salir de esta pesadilla, para Luz Mary este era solo el comienzo.
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En medio de la narración de este suceso, Mary hace reminiscencia de los 10 años que vivió junto a su exesposo Marcelino. Él la indujo a montar un burdel y allí ella se encargó de cuidar a los hijos de las trabajadoras sexuales. “Ese debe ser un trabajo difícil y yo las compadezco. Pues puedo decir que sé cómo se siente que un hombre te quite no solo la ropa, sino también la dignidad y la honra”, cuenta Mary.
… Al día siguiente, los paramilitares tocaron la puerta y dijeron: “Luz Mary, venimos por sus hijos”. Ella les iba a explicar que ya los había sacado del pueblo, pero estos tres hombres no la dejaron hablar. Uno de ellos la empujó contra el piso y otro aprovechó para abalanzarse sobre ella. “$%#^, &*^%$, esto es por querernos denunciar con las autoridades”, cuenta Luz Mary que así le dijo Ramón María Isaza Arango, comandante general de las autodefensas campesinas del Magdalena medio.
Luz Mary tiene que hacer una pausa para seguir contando su historia. Las lágrimas inundan sus ojos y se escurren sobre su rostro, mientras aprieta las manos con fuerza e intenta continuar.
Sintió otro golpe en la cara, pero esta vez no fue un puño, sino un “cachazo” que le pegó con el rifle Walter Ochoa Guisao, alias “El Gurre”. Su hijo Arvey de cinco años de edad fue obligado a verlo todo. “Las lágrimas se me deslizaban por la cara, pero no decía nada, porque me daba miedo”, comenta Arvey.
El impacto del arma contra la boca de Luz Mary hizo que sus dientes se desplomaran. Mientras la sangre corría por su cuello, la obligaron a hacer sexo oral. Luego forcejeó un poco contra los agresores, pero fue inútil. La despojaron de su ropa, procedieron a abusar sexualmente de ella y con un cuchillo le cortaron el pezón del seno derecho.
Una vez el daño estuvo hecho, los paramilitares le avisaron a Luz Mary que tenía 24 horas para salir de Palocabildo. Como garantía de su silencio y el de su hijo, le ordenaron que dejara a Andrés Ricardo en el pueblo, otro de sus cuatro hijos.
No pudo tener contacto con él en ningún momento, pues si lo hacía, él sería quién pagaría las consecuencias. Luz Mary hizo caso a las advertencias y ese mismo día viajó a Bogotá con Arvey. Su hermana Nubia Jazmín Gómez los recibió y allí se encontró con sus otros dos hijos.
Luz Mary se recuperó del daño físico en tres meses, pero el psicológico dice que perdurará para siempre.
En ese tiempo, descubrió que esperaba un hijo producto de la violación y que los agresores la habían contagiado con el virus del papiloma humano. Debido a las circunstancias en las que Luz Mary quedó en embarazo, “soñaba en las noches que me caía por las escaleras y perdía el bebé”, dice. Este sueño se cumplió y perdió a su hijo de forma accidental.
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Dos años después de los hechos, una amiga le contó a Mary sobre el estado carcelario de sus agresores y ella no dudo en regresar a Palocabildo por su hijo.
Con la voz entrecortada Andrés Ricardo comparte cómo fue ese reencuentro: “no veía a mi mamá hace dos años y cuando la vi de lejos sentí que el alma me volvía al cuerpo y los dos salimos corriendo para darnos un abrazo que duró casi una eternidad para mí”.
Después de un tiempo, Luz Mary compró una casa en Mariquita, donde se fue a vivir con su hijo Arvey. En este pueblo rehizo su vida y creó la fundación Mujeres con dignidad violadas en mi género, un grupo de 21 mujeres de diferentes departamentos de Colombia, víctimas de violencia sexual del conflicto armado.
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La fundación es la organización que le da fuerzas a Mary, para continuar luchando por su más grande sueño. Sueña con que “nadie pase por lo que yo tuve que pasar. Que los niños de Colombia tengan un futuro en paz y que las mujeres sean respetadas”, comparte Mary. Igualmente, está luchando porque su fundación se dé a conocer a nivel internacional y continúa trabajando en proyectos en pro de la paz.
Así, el pasado dos de octubre del 2016, estando en su casa, Luz Mary se enteró de la victoria del No en el plebiscito por La Paz y la noticia la conmovió de tal forma que decidió ir a Bogotá, para formar parte del Campamento por la Paz. Mary deseaba que su historia fuera escuchada y buscaba que los nuevos acuerdos se firmaran. “Dios dividió al país en dos para que la gente se diera cuenta de la vida de nosotras las víctimas”, asegura.
Su participación en este campamento no solo le dejó buenas amistades, sino también un libro donde está condensada su historia, con la de otras cientos de víctimas del conflicto armado. Ella dice que su vida tiene capítulos de terror, pero aun así continúa construyendo esos momentos que la hacen sentir feliz y viva.
El pasado 17 de abril se reunieron cientos de víctimas del conflicto armado en Mariquita, para compartir sus historias y seguir luchando por la paz en Colombia. Mary fue a ser una de las que tome la vocería, no es la primera, ni la última vez que lo hace. Ella espera que su historia de vida llegue a cada rincón del país, a cada rincón del mundo y que no haya más víctimas de la violencia.
Por: Valeria Sierra
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