El fenómeno de los 'ninis' en Bogotá expone una crisis de exclusión social. La falta de oportunidades y políticas efectivas deja a algunos jóvenes atrapados en la precariedad.
Los 'ninis' no son vagos, perezosos, holgazanes ni flojos a pesar de los estigmas que enfrentan diariamente. Daniel Gómez, con 21 años, es uno de ellos: un ‘nini’, un joven que ni estudia ni trabaja. Sus días transcurren entre la búsqueda interminable de oportunidades en las calles de Bogotá y su paso por las Casas de Juventud del Distrito, donde intenta encontrar un camino que le permita escapar de su realidad. La historia de Daniel no es la única, existen veinte millones de historias parecidas a la de él en América Latina.
Daniel proviene de una familia estrato dos del sur de Bogotá. Su padre, un alcohólico ausente, nunca se ha hecho cargo de él y su madre, con los recursos limitados a su disposición, lucha para mantenerlo a flote. Esta situación le ha impedido competir con otros jóvenes de su edad que han crecido en un entorno familiar estable.
En Bogotá, el fenómeno de los ‘ninis’ es reflejo de una crisis social y económica más profunda. Este fenómeno se debe a una combinación de factores como la falta de acceso a oportunidades educativas, el desempleo juvenil, las dificultades económicas en el hogar, la precarización laboral y las distintas dinámicas familiares.
Rafael Hoyos, socio fundador de la ONG Xaber en México y escritor del texto “Ninis en América Latina”, explica que el término ‘nini’ hace referencia a un grupo poblacional de jóvenes entre los 15 y 24 años que están desocupados y no están vinculados a una institución educativa. En América Latina, 1 de cada 5 jóvenes se encuentra en esta situación. En Bogotá, hasta marzo de 2024, el 18.5% de la población entre 15 y 28 años es 'nini' según la Alcaldía de Bogotá.
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La etapa escolar: un periodo determinante para los ‘ninis’
Para Hoyos la verdadera pregunta es ¿cómo llega un joven a esta situación tan vulnerable para su futuro? A lo que él nos responde: “Imaginemos la vida como una carrera de obstáculos. Al principio, todos comienzan desde la misma línea de salida, pero los obstáculos que enfrentan a lo largo del camino varían según sus circunstancias”. Hoyos explica que el primer reto es el jardín de infancia a los 3 años. Luego, viene la primaria a los 5 años, seguida por la educación media entre los 13 y los 18 años. El último gran obstáculo llega entre los 18 y 25 años, pues los jóvenes se enfrentan a ingresar a la universidad, a definir un proyecto de vida o conseguir un empleo. Aquellos que logran superar estos obstáculos avanzan en la carrera, pero para quienes no lo hacen, como Daniel, la línea de meta se aleja y la carrera parece imposible de ganar.
Desde muy pequeño, Daniel se vio inmerso en una realidad marcada por la precariedad: "Cuando era chico, mis papás nunca pudieron estar presentes en mi educación. Desde los cinco años tenía que ir solo, caminando, al colegio público que quedaba cerca de la casa. Y muchas veces, lo hacía sin desayunar. Yo me encargaba de mi aprendizaje, pero nadie nunca reviso si yo estaba aprendiendo de verdad”.
El inicio de su vida escolar, sin acompañamiento familiar ni recursos adecuados, es un ejemplo de lo que Rafael Hoyos señala como un factor clave en el fenómeno de los 'ninis'. Según Hoyos, la primera infancia es crucial para determinar si una persona podrá desarrollarse plenamente y evitar caer en la trampa de la exclusión social y económica que afecta a muchos jóvenes en situación de vulnerabilidad: "Hay ciertas habilidades fundacionales que un niño debe adquirir para tener éxito en su proceso educativo. Estas incluyen la comprensión lectora, el razonamiento matemático, la socialización y la escritura".
Esas habilidades son las que le permiten a un estudiante avanzar a lo largo de su vida escolar. Sin embargo, cuando la pobreza invade los hogares, y el gobierno no logra garantizar que todos los niños accedan a una educación de calidad que les proporcione herramientas esenciales, se produce una brecha insalvable. "Son esos jóvenes los que quedan rezagados en la carrera de la vida", comenta Hoyos. Mientras que unos logran progresar con el apoyo necesario, otros, como Daniel, quedan atrapados en un ciclo de precariedad y falta de oportunidades que los conduce a ser parte de la creciente población de 'ninis'.
Terminar el bachillerato a sus 16 años fue una tarea dura para Daniel. Debido a su situación económica, no pudo acceder a la educación superior y nunca cumplió con los requisitos para solicitar una beca estatal que financiara sus estudios: "Apenas salí del colegio, me vi obligado a enfrentarme a la vida real. Mis papás me dejaron claro que ya era un adulto y que tenía que resolver cómo estudiar y mantenerme por mi cuenta". Daniel señala que nunca pudo ser parte de una política pública que buscara su bienestar, no pertenecía al SISBEN para aplicar a una beca y su puntaje del ICFES no fue excelente para que lo tuvieran en cuenta.
Jaime Alberto Rendón, director del Centro de Estudios e Investigaciones Rurales de la Universidad de La Salle en Bogotá y autor del texto “Jóvenes que NI estudian NI trabajan en Bogotá”, afirma que el problema de los 'ninis' en Colombia está profundamente ligado a la debilidad estructural del Estado y de los Gobiernos de turno. Según Rendón, "en los últimos 50 años, el Estado ha sido marchitado, perdiendo su capacidad para implementar políticas públicas efectivas que apoyen a los jóvenes."
En los últimos 50 años, el Estado ha sido marchitado, perdiendo su capacidad para implementar políticas pública efectivas que apoyen a los jóvenes.
Esta falta de capacidad ha dejado en manos del sector privado gran parte de las decisiones que deberían ser gestionadas por el gobierno. Sin embargo, el sector privado, en muchos casos, se guía por intereses económicos más no por el bienestar social.
Rendón también subraya la falta de una visión clara sobre qué tipo de país quiere Colombia para sus jóvenes. Esta falta de consenso ha generado un enfoque fragmentado en las políticas dirigidas a esta población: "Las políticas actuales no son suficientes para garantizar trayectorias educativas completas ni para facilitar una transición efectiva de los jóvenes hacia el mercado laboral". Además, señala que esta ausencia de un enfoque cohesivo y sostenido agrava la situación, dejando a los jóvenes sin el apoyo necesario para prosperar.
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Los retos que enfrentan los ‘ninis’ en el mercado laboral
Rendón explica que, al intentar ingresar al mercado laboral, los 'ninis' se enfrentan a múltiples barreras, siendo la más significativa la falta de experiencia. Las empresas, por lo general, exigen competencias y habilidades que los jóvenes aún no han tenido oportunidad de adquirir, lo que complica seriamente su inserción. "Las empresas están pidiendo a los jóvenes una experiencia que obviamente no tienen, y esa es una de las grandes complicaciones", comenta.
Otra barrera es la falta de claridad sobre los requisitos para el acceso al mercado laboral, ya que el país "no ha definido con precisión qué espera de los jóvenes para facilitar su entrada en el ámbito laboral". A pesar de que existen políticas de apoyo, aún no se han implementado directrices claras que orienten a las empresas sobre modelos efectivos de contratación juvenil.
Como resultado, muchos jóvenes terminan en empleos deficientes o en la economía informal. Algunos recurren al autoempleo o buscan trabajo en sectores como la construcción, donde las oportunidades suelen ser temporales y mal remuneradas. Aunque existen iniciativas como las políticas de primer empleo y programas del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), estas no logran cubrir adecuadamente las demandas del mercado laboral juvenil.
Daniel, debido a la falta de experiencia en un área del mercado laboral, y sin la capacidad de poner en práctica las habilidades fundacionales, no ha podido acceder a un trabajo estable y bien remunerado. Tampoco cuenta con las competencias básicas necesarias para enfrentar los desafíos profesionales.
Las competencias y habilidades que, según Rendón, debe desarrollar un joven recién graduado o que busca trabajo sin título universitario se fundamentan en las llamadas "habilidades fundacionales", mencionadas por Hoyos. Estas incluyen adaptabilidad, pensamiento crítico y capacidad de aprendizaje continuo, que son esenciales para que los jóvenes enfrenten los constantes cambios del mercado laboral. A través de estas habilidades, el proceso de evolución personal y profesional les permite, no solo enfrentar los desafíos actuales, sino también prepararse para construir un futuro más prometedor.
Rendón subraya que, aunque existen políticas públicas relacionadas con el primer empleo, estas no son suficientes para garantizar una inserción laboral efectiva. El problema es aún más grave en las zonas rurales y fronterizas, donde las oportunidades laborales son limitadas y los jóvenes suelen recurrir a trabajos informales o como jornaleros, los cuales les proporcionan ingresos irregulares.
En las áreas urbanas, aunque existen más oportunidades que en las zonas rurales, la precariedad laboral sigue siendo predominante. Rendón señala que, en localidades de Bogotá como Kennedy y Suba, muchos jóvenes enfrentan la falta de empleo y educación.
Los jóvenes 'ninis' quedan atrapados en un ciclo donde la ausencia de capacitación y oportunidades laborales se retroalimentan. Aquellos que no logran acceder a empleos formales ni a educación adicional terminan marginados del mercado laboral, lo cual agrava su exclusión social y económica. Además, muchos acaban en el sector informal sin seguridad social ni garantías.
Para Rendón es clave que las políticas públicas no solo se enfoquen en crear empleos, sino también en ofrecer programas de capacitación y apoyo que les permitan a estos jóvenes desarrollar habilidades para ingresar a un entorno laboral que cada vez es más competitivo y dominado por la tecnología.
Rendón resalta que, tanto en Colombia como a nivel global, a medida que las empresas incorporan tecnologías avanzadas, como la inteligencia artificial, tienden a privilegiar candidatos que poseen una formación más sólida y experiencia laboral.
El experto enfatiza que esta tendencia aumentará, dado que "las empresas siempre van a estar prefiriendo una mayor formación y experiencia". Por lo tanto, los jóvenes ('ninis') se encuentran en una posición desfavorable, ya que no solo deben enfrentar la exigencia de habilidades técnicas, sino también la creciente necesidad de competencias digitales y de adaptación a nuevas tecnologías. Esto crea una brecha significativa entre la oferta de trabajo y las capacidades de estos jóvenes, acentuando las dificultades para que puedan encontrar un empleo estable.
La historia de Daniel y el fenómeno de los jóvenes ‘ninis’ en América Latina son un reflejo de una crisis social y económica que afecta a millones de personas. Estos jóvenes, a menudo estigmatizados como perezosos o desinteresados, son en realidad víctimas de circunstancias adversas que limitan sus oportunidades y su potencial.
A medida que sus amigos avanzan en sus estudios o consiguen empleos temporales que les dan estabilidad, Daniel siente que está quedándose atrás. La presión social que experimenta es enorme: todos a su alrededor parecen tener un camino claro, mientras él ve cómo sus oportunidades se desvanecen. "¿Por qué yo no puedo?", se pregunta en silencio cada vez que mira a su alrededor y ve los logros de los demás.
Consciente de las dificultades que enfrenta, él no se da por vencido. Aunque la frustración lo consume, encuentra en la tecnología una alternativa. Cada día, se sienta frente a su computadora y estudia lo que puede: tutoriales en YouTube, lecciones en línea, cursos gratuitos. Sabe que no es suficiente, pero no puede permitir que la falta de recursos lo detenga. Siente que, aunque la educación formal esté fuera de su alcance, siempre puede aprender algo nuevo.
A pesar de la angustia y la resignación, Daniel mantiene viva una esperanza: algún día podrá ingresar a la universidad. Cada día, mientras trabaja en su autoeducación, se repite a sí mismo que tiene que persistir, que no puede rendirse, porque aún cree que hay una salida así la incertidumbre siga acechando su vida.
El sistema, que a menudo lo juzga sin conocer su historia, no le ofrece las herramientas necesarias para cambiar su futuro. Sin embargo, Daniel sigue adelante, con la mente llena de sueños no cumplidos y un corazón que sigue latiendo por un futuro mejor.
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