“No cruce hacia allá": pese a nuevo comando, la inseguridad sigue reinando en el centro

Viernes, 31 Marzo 2023 14:35
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Cumplido un mes de la implementación del Comando Zona Centro por parte de la Alcaldía de Bogotá, para frenar la inseguridad, la comunidad de San Victorino afirma que no se han visto cambios. 

Zona comercial de San Victorino.||| Zona comercial de San Victorino.||| Foto tomada de: @AlcaldiaLocalSantaFe|||
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‘Seeeeepaaarados, ahora solo estamos separados, no hay nadie que nos unaaaa…’. El reconocido merengue de Sergio Vargas suena de fondo mientras las palomas picotean el maíz que lanzan las personas que visitan el lugar. Son poco más de las dos de la tarde, el clima como siempre es frío y por ratos caen gotas de lluvia. La plaza de la Mariposa, justo al frente de la Avenida Jiménez en el Centro de Bogotá, es la entrada al barrio ubicado en la localidad de Santafé.  

El lugar se caracteriza por tener fachadas abandonadas y un comercio informal en cada calle, andén o espacio. “Sigan sin compromiso”, “¿gustan de un delicioso almuerzo?” preguntan los vendedores de San Victorino, un lugar histórico de la zona centro. Un lugar conocido por presentar al año más de 3.000 hurtos, consumo de sustancias psicoactivas, aproximadamente diez riñas al mes, intimidaciones a quienes trabajan en el lugar y ausencia de autoridades policiales 

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En el mes de febrero de este año, Claudia López, la alcaldesa de la capital, implementó un nuevo comando especial con el fin de controlar la situación. Lo denominan ‘Comando Zona Centro’. Mientras recorría San Victorino y el olor a marihuana alteraba mi sentido del olfato, recordaba los propósitos de este comando. La idea es que más de 200 policías estén presentes en diferentes lugares del sector, su labor es reacomodar a los vendedores ambulantes con el fin de establecer límites entre el comercio y el espacio público. Lo más importante de este comando es que la percepción de la seguridad mejore.  

Un mes después, en las calles no se distingue un andén de la zona comercial. Los vendedores ambulantes se distribuyen entre los espacios que ven más cómodos para su mercancía que son ubicadas en el suelo sobre costales blancos, junto a la basura y mugre que se acumula en el lugar. Un hombre de tercera edad cuenta con una voz ronca que “nos reorganizaron por unas semanas, luego ya no venían y volvimos a lo de siempre. Cada uno en su espacio. Cada uno en su vida.” 

Aunque la Alcaldía de Bogotá afirma que los hurtos en la zona han bajado un 29%, la secretaria Distrital de Seguridad en sus informes mensuales reportó un aumento de 19 casos a más de 30 casos en comparación al mismo periodo del año anterior (enero - marzo). También, la comunidad y la secretaria de Seguridad afirman que en toda la zona centro ha aumentado los homicidios. Sin tener una cifra exacta, los habitantes de San Victorino prefieren guardar silencio. Seguir con sus vidas. Preservar la paz en sus puestos de ventas. 

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A las 3 de la tarde, una multitud de personas circula por las calles de San Victorino. Unas ofrecen, otras responden “no, gracias”. Mientras camino entre las multitudes, aparece un edificio azul en proceso de construcción. Frente a la construcción hay una estación de Policía rodante. Los uniformes azules y verdes de tres oficiales resaltaban en un día oscuro. En un lugar con alientos de miedo. Dentro de la ‘estación’ había tres detenidos, quienes presuntamente habían estado robando en la zona. “Seguramente en unos minutos los sueltan”, comenta una mujer de cabello largo que va de paso.  

Unas dos cuadras más adelante, frente a una residencia universitaria, una patrulla se estaciona y se queda estática durante media hora. No generó ningún sonido. Nadie salió de ese carro inmóvil que aparentaba dar seguridad, pero nadie se sentía seguro.  

Las 6 de la tarde es la hora límite para muchos de los transeúntes: una hora “caliente”. Una hora en la que los pocos policías que patrullan la zona desaparecen de la vista de las personas. Me dirijo al Gran San, un centro comercial para comprar ropa al por mayor a precio económico. Solo hay tres uniformados que dan vueltas por la zona comercial. Patrulleros que cuidaban una zona concurrida que está cerca de una frontera por la que ni ellos se atreven a cruzar.  

“No cruce hacia allá si no tiene nada que hacer en ese lugar”, me advirtió un joven trabajador de la zona. “Los Policías no se ven patrullando esta zona. Por mucho pasan de tres a cuatro patrulleros por día y en las horas de la tarde, porque en la noche aquí es peligroso. Por lo general, llegan sobre la Avenida Jiménez, de ahí no pasan”, afirmó con una voz baja y de manera sutil, como si esperara que nadie más que yo lo escuche.  

De vuelta a la estación de Transmilenio San Victorino, ubicada sobre la carrera Décima con calle 12, en el centro de la capital, me acerqué a una librería que se encontraba allí, esperando que esa zona fuera un poco más segura. La trabajadora del lugar contó que la zona se ve tranquila, “porque se ponen en riesgo los negocios y el bienestar de quienes trabajamos por el lugar si se denuncia o se habla. Nos fichan y salimos perdiendo”. Durante casi cinco años ha guardado silencio de cada delito e injusticia que ha visto en San Victorino.  

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El recorrido termina apenas entro a la estación. Allí opera un comando más de la Alcaldía: el comando de Transmilenio. La diferencia es que, en cierta medida, en el sistema de transporte ha ayudado en la disminución de colados y la recuperación de fondos públicos. Sin embargo, en San Victorino, la esperanza de tener seguridad y que la justicia prime es una realidad muy lejana. Una realidad que ningún fuerte de seguridad o comando especial ha podido solucionar.